30 años después... ¿aún es necesario el feminismo?
Más de 4.000 mujeres certifican la vigencia de la lucha feminista
Más de 4.000 feministas inundaron Granada durante el puente de la Constitución. Mujeres de todos los colores, edades y orientaciones sexuales. Jóvenes con piercing y pañuelo palestino, mayores de pelo blanco, rapadas, chicazos, mujeres de larga melena con tacones altos y carmín, históricas del feminismo, transexuales, lesbianas, heterosexuales, españolas y extranjeras. Algunas, activistas las 24 horas del día. Otras, recién llegadas al asunto o simplemente curiosas. Ciento veintidós ponencias y mesas redondas en tres días. Salas a reventar. Sin hombres. A ellos no se les permitía la asistencia porque ellas entienden -aunque el debate está abierto y no exento de polémica interna- que aún hacen falta espacios específicos de encuentro en los que las mujeres puedan intercambiar sus experiencias.
"Las cosas han cambiado tanto que parece increíble", dice Empar Pineda
Se celebraban los 30 años de las primeras jornadas organizadas por la Coordinadora Estatal de Organizaciones Feministas. La España de 1979, recién salida de la dictadura franquista, no tenía divorcio ni aborto, los anticonceptivos y el adulterio (de las mujeres) se acababan de despenalizar y los dos sexos no tenían los mismos derechos dentro del matrimonio ni fuera de él. Ahora hay un Gobierno paritario, una Ley de Igualdad, una Ley Integral contra la Violencia de Género... Hay un cuerpo de derechos reconocido Sobre el papel, no hay diferencias. ¿Sigue siendo necesario el feminismo? Las 4.000 mujeres de Granada no tienen dudas: la revolución de las mujeres está aún a medio camino y el mundo está a años luz de ser igualitario.
Han cambiado muchas cosas dentro del movimiento en estos 30 años. Para empezar, la relación entre el feminismo y una única opción política. Uno de los temas clave de las jornadas del 79 fue la lucha de clases, la vinculación entre la liberación de la mujer y la transformación del capitalismo en socialismo. "Llegamos a esas jornadas después de cuatro años muy intensos tras la muerte de Franco", explica Justa Montero, que tenía entonces 22 años. "Buscábamos el origen de la opresión de las mujeres; cuál era el sistema que la sustentaba".
Frente a estos planteamientos, la diversidad ideológica y política del feminismo actual es absoluta. Se habla de "los feminismos". Hay feministas de izquierdas, de centro, de derechas. Cercanas al poder y críticas con él. Las jornadas de Granada representan lo que ellas denominan "feminismo de base": mujeres que trabajan en sus comunidades, por lo general de forma voluntaria y no retribuida. Algunas ponentes hicieron referencia, contraponiéndolas a ellas mismas, a las "feministas institucionales", con influencia en el poder. "Nosotras no pretendemos representar a todas con estas jornadas", explica Justa Montero, una de las organizadoras. "Las hemos convocado y abierto a todo el que ha querido venir, eso sí".
"En 1979 se partió el movimiento", explica Teresa Meana. Tenía 27 años y llevaba militando desde 1975, cuando se unió a los comités clandestinos de mujeres de Asturias. "Fueron unas jornadas muy duras". Se abrió una brecha entre el llamado feminismo de la igualdad y el de la diferencia, que propugnaba la búsqueda de caminos propios para las mujeres en función de sus propias características y que rechazaba la toma del poder en un mundo creado a la medida del hombre. Hubo también problemas entre las mujeres que defendían que el movimiento feminista debía ser autónomo de cualquier partido, sindicato o institución y las que formaban parte de alguna de estas estructuras (las dobles militantes).
"Entonces éramos más sectarias y dogmáticas", dice Empar Pineda, una de las pocas mujeres que se atrevía a declararse lesbiana ante la sociedad homófona posfranquista. "Hemos aprendido que la identidad de las mujeres es múltiple. No existe 'la mujer', sino mujeres con intereses diversos, incluso contradictorios. Antes teníamos una especie de feministómetro para decidir quién era realmente feminista. Ahora, con algunas mujeres puedes caminar tres kilómetros, con otras 20 y con otras 100, pero debemos ir juntas. Ése es el reto". "Sin unión no hacemos nada", coincide Beatriz Moreno, de 31 años y estudiante del máster de estudios de género de la Universidad de Valencia. "Tienen que tener cabida todas las miradas"
En el 79 no tenían claro si los compañeros de la izquierda eran amigos o enemigos. "Los hombres del pueblo son también nuestros opresores", dijo entonces Pineda. "Son esos padres despóticos: esos compañeros de fatigas a los que no conmueven sino sus propias fatigas y desprecian las nuestras; esos esclavos aristócratas a quienes su dignidad de hombres les impide colaborar en las faenas de la casa; esos pésimos y apresurados amantes... esos hombres revolucionarios cuyo progresismo acaba donde empieza su machismo".
Aunque esta cuestión dista de estar resuelta, ahora hay grupos de hombres organizados para fomentar la igualdad. "Las cosas han cambiado tanto que parece increíble", dice Pineda, 30 años después. "Entonces había locutores de radio que se jactaban de ser machistas. Hemos pasado de ser el segundo sexo, como decía Simone de Beauvoir, a tener conciencia de que somos seres importantes, valiosos".
¿Debe crearse un nuevo movimiento formado por hombres y mujeres que crean en la igualdad? Algunas jóvenes tampoco lo ven tan claro. "Está muy bien que se conciencien", dice Alba, estudiante de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, de 23 años. "Pero no pueden apropiarse de nuestra historia. Mis experiencias son distintas de las de ellos". La afluencia de mujeres jóvenes en las jornadas es brutal. "Las mujeres no estamos donde quedamos estar ni en lo sexual, ni en lo laboral, ni en lo personal", dice Montero. "Y hay chicas de 18 años dispuestas a pelear por ello".
Sexo, crisis... pero no se habló de trata
Crisis, prostitución, violencia de género, aborto, sexualidad, falta de derechos de las empleadas del hogar, de las inmigrantes... casi todos los debates del feminismo, algunos eternos y otros nuevos, han estado presentes en las jornadas de Granada. Se ha hablado del mito del amor romántico, del mal que hace a las mujeres esperar al príncipe azul, del tabú que sigue siendo el placer sexual, de "biohombres" y "biomujeres" (personas que son biológicamente de un sexo u otro) en un mundo que se empeña en mantener un mundo dividido entre lo femenino y lo masculino...
Pero un aspecto ha estado ausente: la trata de mujeres. De más de 100 ponencias, ninguna ha versado sobre uno de los mayores problemas que asola nuestras calles porque el debate sobre la prostitución está tan enconado que no permite hablar tranquilamente de la lucha contra el tráfico de mujeres. La mesa redonda sobre prostitución se saldó con una bronca monumental entre las ponentes, defensoras de reconocer derechos a las prostitutas, y unas asistentes abolicionistas que defendían que todas son víctimas. Nadie habló a fondo de los matices de la historia, de la grave vulneración de derechos humanos que supone la trata y de la forma de combatirla. Es un tema complicado que, al final, siempre queda al margen.
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