"Mi pareja me llama Tontipichulino"
Como todos los años, va a coincidir el inicio del verano con el Campeonato de Amorcitos en Español, un legendario concurso en el que gentes de todas las edades compiten por el mejor, más brillante y sonoro apelativo cariñoso para sus parejas. ¿Cómo llama usted a su pareja en la intimidad? ¿Cari, Pocholín, Tururú? Si su apelativo es original, piense en apuntarse a la competición para la próxima edición, el 21 de junio de 2010. Ojo, que la rivalidad es dura: Churrupetequitiminiñín fue el modismo que se alzó con el triunfo el año pasado, imponiéndose en la votación final a Ñiñiñitina y Tontorrontonclón. Se valoró en Churrupetequitiminiñín la originalidad, y también la dificultad de pronunciación cotidiana. No es fácil dirigirse a la pareja en esos términos: "¿Has acabado ya en el baño, Churrupetequitiminiñín?". La pareja presentó grabaciones en las que se demostraba que sí, que se llamaban así en situación cotidianas: "Apaga ya la luz, Churrupetequitiminiñín". "Baja ya la basura de una vez, Churrupetequitiminiñín", etcétera. El jurado consideró que el apelativo dificultaba mucho el enfado o disgusto de pareja, porque es difícil ser víctima de un ataque de ira cuando alguien te hace un reproche así: "Me das asco, Churrupetequitiminiñín".
Fue la del año pasado una edición no exenta de polémica, por la eliminación de Rabodetoro, un apelativo que según el jurado no cumplía con las normas del buen gusto. Todos los apelativos cariñosos que alcanzan la final son rigurosamente seleccionados. Un grupo de expertos procede a la criba, para dejar en la cuneta alusiones genitales más o menos veladas (Almejita, Chochoneta o Pepinillo, entre las menos veladas; Lagartija, Cañita de Oro, entre las más veladas) y faltas de respeto intolerables, como Quetedenmío, Tepartounhuesomío. Los sucesivos jurados asumen como norma la consideración de que, en las relaciones adultas, este tipo de violencia verbal, si es mutuamente consentida, puede ser aceptable en la intimidad, pero no se debe poner como ejemplo para la sociedad. Y, al fin y al cabo, la finalidad del concurso es la promoción del amor en armonía. ¿Por qué, entonces, Rabodetoro se coló en la finalísima? ¿Cómo evitó la criba? La explicación es sencilla: porque se presentó como una alusión a pasión gastronómica, como tantos otros apelativos de pareja: es el caso de Paelloncete o Sardinitinirinipichina (este último, semifinalista dos años consecutivos) o Canelaenramita. Sin embargo, un suceso poco corriente desbarató la farsa de Rabodetoro: una ex pareja del aludido por el apelativo estaba presente en el concurso, y presentó queja ante el jurado. Con cierta gracia, por cierto: "No dudo que medie pasión gastronómica. Es seguro que en esa pareja se come rabo, pero ya les digo yo que no el del toro". Se armó la de San Quintín. Se obligó al aludido a mostrarse ante el jurado y, ante la evidencia, Rabodetoro fue eliminado. O mejor podría explicarse al revés: Rabodetoro fue eliminado y se armó la de San Quintín, porque tras la denuncia, la denunciante volvió con su ex amante. La vanidad masculina es un pozo sin fondo. El hombre se sintió halagado con la denuncia y cayó rendido.
¿Por qué las parejas expresan su amor con apelativos que resultan ilógicos a oídos extraños? El eminente amorólogo Marcos Rupínez, que se hace llamar doctor, y nosotros vamos a respetarlo, opina que en las parejas se crea el deseo de formar un universo propio que expulse al resto de la humanidad. Eso es el amor. Cualquiera puede preguntarse: ¿no somos conscientes cuando nos enamoramos de que abdicamos de la inteligencia? "En cierto sentido, sí", responde Rupínez, "en la medida en que renunciamos a la razón".
¿Y a usted cómo le llaman en casa, doctor Rupínez?
Tontipichulino.
Prfst.
Ríase, ríase, pero yo soy feliz.
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