A mil kilómetros de La Habana
Baracoa, Santiago, Guantánamo, Bayamo Lejos de la capital y de las playas más turísticas palpita la esencia de la Cuba profunda. Lugares cantados por Matamoros o Compay Segundo donde la vida late a otro ritmo. Un viaje a la cara oculta de la isla a través de sus paisajes y sus gentes.
Cuba no es La Habana, pueden estar seguros. A mil kilómetros del malecón, en el Solar de la Prieta, entre Santiago y Baracoa, la vida fluye a otro ritmo, se mueve con otras claves; la gente sufre y ama con diferente pasta. En el trópico, tres grados de temperatura sobre la media es demasiado, por eso en Bayamo y en todo el oriente de Cuba las personas y también la revolución tienen una dimensión más montaraz. Basta darse una vuelta por aquí y comprobarlo.
Lo primero que sorprende son las consignas en la carretera. Consignas enormes, inquietantes; consignas lejanas escritas en negro al pie de fabulosos palmerales y a orillas de guardarrayas de tierra roja. En Songo-La Maya: "Baluarte inexpugnable de la Revolución"; en El Caney: "Vigilantes y combativos"; en Guantánamo: "Nuestro Partido al frente de la Batalla de Ideas".
"Antes de ir, un trovador de Bayamo, Pablo Milanés, me lo advirtió: 'Es una tierra muy especial"
Rafael se trabaja una "viagra indígena" a base de ralladura de pito de tortuga de carey
La casa de Artex es el paraíso del 'short': los hay pegados, más pegados y muy pegados
La mayoría de estos lugares son conocidos por las letras de Matamoros, Sindo Garay y Compay Segundo. "De Alto Cedro voy para Marcané. / Llego a Cueto, voy para Mayarí ". Sones y trovas de miel que contrastan con la rigidez de la ideología. "Jamás seremos una neocolonia yanqui". "El miedo no come aquí".
En la radio del coche suena el famoso pregón de Félix B. Caignet: "Vendo ricos mangos de mamey, / piñas que deliciosas son / como labios de mujer", y es evidente que en oriente las contradicciones son del tamaño de los picachos de la Sierra Maestra; por estos parajes, el surrealismo es un juego de niños.
Hace algún tiempo, un hampón de Guantánamo le puso a su perrito dos colmillos de oro para epatar. Cayó preso. En Yara, cerca de Bayamo, la segunda villa fundada por Diego de Velázquez, el cacique indio Hatuey fue rendido y quemado vivo por los conquistadores en 1513. Su muerte supuso el fin de la resistencia indígena, y para recordarlo, Velázquez bautizó la ciudad como San Salvador.
Dicho esto, hasta hace nada, Hatuey era una marca de cerveza y los cubanos se la tomaban para refrescarse. Todavía en algunos pueblos de esta zona se encuentra: la botella es de cristal ámbar, con el perfil del cacique impreso en una etiqueta roja, el primer mártir.
Choca-Choca es el chófer particular más famoso de Baracoa, con decenas de accidentes, doscientas multas de tránsito y 86 viajes a La Habana en su haber. Es sólo uno de los muchos personajes de la ciudad primada de Cuba. Baracoa tiene 40.000 habitantes y cientos de historias y leyendas, como la de La Rusa, Magdalena Rovenskaya, más conocida por Mima. Esta aristócrata de San Petersburgo salió huyendo de la revolución bolchevique y llegó en los años treinta a este pueblo de montañas y mar. Pero La Rusa no pudo escapar a su tiempo, fue alcanzada por otra revolución, la de Fidel Castro, a la que se sumó entre cocoteros y plantaciones de banano, que aquí llaman guineo.
La capacidad magificadora de los habitantes de estas tierras es casi infinita. Lo decía el etnólogo cubano Fernando Ortiz, que en 1948 hizo un viaje por lo que denominó el Solar de la Prieta, debido al alto porcentaje de población negra y mulata.
En Guantánamo, Santiago, San Luis, Jiguaní, Palma Soriano, Campechuela, Bayamo y Manzanillo encontró Ortiz la piedra filosofal de la Cuba profunda: mezcla de razas y creencias, sopor de la vida, espiritismo kardecianista y cruzado, vudú haitiano, mujeres de infarto, curanderismo, el ritmo del Nengón, las raíces taínas, el son y el changüí, los personajes más inverosímiles de esas canciones, pero de carne y hueso.
Antes de empezar el viaje, un trovador de Bayamo, Pablo Milanés, me lo advirtió: "Es una tierra muy especial". Pablo aún recuerda la oración que recitaba a los cuatro años de edad en el centro espiritista Más Luz, en la calle de Pío Rosado, adonde lo llevaba su abuela cada domingo: "Padre Nuestro que estás en los cielos / Circundado de gloria inmortal, / Esperanza del alma que eleva / El amor y la ciencia a un altar".
Santiago-Guantánamo-Baracoa. "La olla de presión eléctrica multipropósito FEILU es un utensilio de nuevo tipo para su cocina. Se ha desarrollado empleando las tecnologías más avanzadas Presenta un diseño novedoso que aporta seguridad, confiabilidad, multifunciones, modo de empleo fácil, ahorro de tiempo y de electricidad".
El manual de instrucciones de la famosa olla que el Gobierno está repartiendo en Santiago y en toda Cuba no tiene desperdicio. "Es el utensilio para cocinar ideal para la familia moderna, pues ha tomado el lugar de la olla arrocera y la olla de presión", explica en el acápite "Características del producto".
Como parte de la "revolución energética" que se lleva a cabo en el país, las autoridades han entregado ya en cada núcleo familiar de las provincias orientales:
-Una cocina eléctrica de una hornilla.
-Un calentador eléctrico de agua.
-Tres ollas: una de presión convencional y dos eléctricas (la arrocera y la "multipropósito", apodada ya por la población La Reina).
En todas las casas que uno visita se encuentra las mismas ollas chinas, pero la sensación es La Reina. No se habla de otra cosa. "Mira, en esta posición se cocina el arroz. En esta otra, el pollo; aquí, los potajes", me explica Disney en el reparto Sueños de Santiago.
La olla en cuestión cuesta 350 pesos (14 euros al cambio), pero el Gobierno concede créditos y facilidades a quienes no pueden pagarla de golpe. En Santiago y en todo oriente se aprecia el alcance real de los macroplanes de la revolución, y también sus luces y sus sombras.
Cada día, del aeropuerto Antonio Maceo de Santiago sale un vuelo hacia Venezuela -a veces dos- con médicos y cooperantes que participan en la misión Barrio Adentro y en otros proyectos sociales de la revolución bolivariana. A diario también llegan vuelos con enfermos venezolanos y caribeños que vienen a operarse de cataratas y de otros problemas de la vista, como parte de la Operación Milagro, por la cual seis millones de pacientes latinoamericanos deben ser tratados oftalmológicamente en Cuba y Venezuela en 10 años.
Para albergar a estos pacientes, el emblemático hotel Versalles de Santiago ya no recibe turistas, y tampoco el Sierra Maestra de Bayamo.
Lo mismo sucede con el hotel Guantánamo, de 124 habitaciones, el más grande de esta ciudad. Para llegar hasta aquí desde Santiago hay que recorrer 84 kilómetros. Cientos de personas hacen botella (autoestop) en los cruces y entronques de la carretera, pues el transporte público funciona mal o directamente no funciona, e igual ocurre dentro de los pueblos y ciudades, donde los coches de caballos y los bicitaxis particulares son los que desde hace tiempo salvan la situación.
En principio, 150 kilómetros de asfalto, los que hay entre Guantánamo y Baracoa, no parecen demasiados, pero son una barbaridad debido a la serpiente de La Farola.
Hasta 1965, a Baracoa -la primera villa de Cuba, fundada por Diego de Velázquez el 15 de agosto de 1511 con el nombre de Nuestra Señora de la Asunción- sólo podía llegarse en avión o en barco. Esto es, eludiendo el inexpugnable macizo de Nipe-Sagua-Baracoa, que en algunas zonas se convierte en una selva tropical intrincada, surcada por centenares de arroyos, cuchillas y ríos como el Toa, el más caudaloso del país.
Las obras de la llamada Vía Mulata para conectar Guantánamo con Baracoa se iniciaron a finales de los años cuarenta, pero por problemas técnicos y más aún por la desidia y la corrupción, la carretera nunca llegó a terminarse. Fue la revolución la que en 1965 construyó el viaducto de La Farola, que corre entre precipicios y helechos antediluvianos y es uno de los mayores orgullos de la ingeniería cubana.
Desde luego, nada más llegar a la ciudad con el corazón sobrecogido por las curvas, la propaganda oficial te recuerda que en la "seudorrepública", la politiquería y la malversación eran hidras que devoraban cualquier presupuesto, por eso sólo la victoria del 1 de enero de 1959 hizo posible que la zona saliera de la incomunicación y el atraso.
Baracoa
"Existencia de mar". Eso es lo que significa en lengua arauca. El mar y la jungla montañosa que llega hasta su orilla son parte de su personalidad. Baracoa es un sitio especial, único en Cuba. Aquí te encuentras descendientes de indios taínos caminando por las calles, y la jungla más salvaje está codificada en el ADN de sus habitantes, como su historia y sus leyendas, las de antes y las de ahora. Una rusa zarista que en 1959 entregó su hotel y 25.000 dólares en joyas a la revolución, inmortalizada por Carpentier en La consagración de la primavera; una secretaria municipal del Partido Comunista que no quiso asistir a la fiesta de boda de su hija porque la celebró en una paladar (restaurante privado); una cirujana suiza, Enriqueta Faber, que en 1819 se hizo pasar por hombre para ejercer su profesión y llegó a casarse con otra mujer en la iglesia de Baracoa; un cantante de sones y boleros que ameniza las noches del pueblo y se ha leído cinco veces el libro Y Dios entró en La Habana, de Manuel Vázquez Montalbán; la maldición del Pelú, que un misterioso misionero de cabellos largos le echó a Baracoa en 1897 y que predice que "ninguna de las grandes iniciativas del pueblo prosperará"; un campesino de 76 años llamado Urbano Rodríguez Gainza, octavo de 17 hermanos pobrísimos, cuyos seis hijos son todos universitarios "gracias a Fidel". Todo eso, más la "ley de los dos hospedajes" y los 74 millones de cocos exportados a Estados Unidos en goleta en un solo año antes de la revolución, es Baracoa.
En Cuba, las barberías son siempre lugares neutrales, se habla de todo y muy poco de política. La de Baracoa queda frente al hostal La Habanera, en la calle de Maceo. Su nombre oficial es Salón 10 de Octubre, en homenaje a la fecha en que Carlos Manuel de Céspedes encendió la llama de las guerras de independencia de Cuba, en 1868.
En la peluquería hay seis sillones casi de la época de la colonia, remendados con plásticos, telas y hasta esparadrapo. Hoy, la barbería está llena, y varias personas aguardan turno. Lázaro es uno de los peluqueros. A las once de la mañana ha pelado ya a 22 personas.
La lista de precios, colocada en la puerta, ofrece dos variantes: "Pelado Estilo, 3 pesos; Pelado Normal, 2 pesos". Frente a la entrada, una consigna enfatiza: "Defenderemos la patria, la revolución y el socialismo al precio que sea necesario". En su mostrador, él tiene una pequeña imagen de san Lázaro, Babalú Ayé en la santería cubana. "La verdad, me ha ayudado mucho", dice, "es un santo muy agradecido". Lleva 20 años pelando en Baracoa y su hijo es ingeniero en comunicaciones.
A pocos metros de la barbería, cerrando por el este la plaza de la Independencia, está la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, uno de los primeros templos levantados en la isla en el siglo XVI.
Aún se conserva en su interior la Cruz de la Parra. Se afirma que fue traída por Cristóbal Colón en su primer viaje, lo que la convierte en el símbolo más antiguo de la religión cristiana en el hemisferio occidental. La iglesia, de pórtico neoclásico, tres naves y dos torres campanarios, no está en sus mejores momentos. Si en los siglos XVII y XVIII soportó ciclones y ataques de piratas, sus males ahora no son menos sangrantes. Después de cuarenta años sin mantenimiento, los pilares y columnas del interior están apuntalados y el techo resiste porque Dios es grande. "Cualquier día puede ocurrir una desgracia", dice el sacerdote italiano Valentino Ferrari, que lleva aquí seis meses. Cuenta que ya está aprobada por el gobierno de Bérgamo una ayuda para rehabilitar el templo, pero todo se ha retrasado por problemas burocráticos. Valentino tiene 41 años, cuatro de ellos pastoreando almas en Guantánamo, y ya no se espanta por nada. La brujería no le asusta y es indulgente con la capacidad del pueblo cubano de creer cualquier cosa.
Rafael Jiménez Fuentes vive en la boca del río Duaba, muy cerca del lugar donde desembarcó Maceo en 1895 para reiniciar la guerra de independencia contra España. Rafael tiene 83 años y, como mucha gente de su edad en esta zona, se dice fidelista y revolucionario.
"Aquí se pasó muy mal, mijo", dice Rafael, que es nacido en Sagua de Tánamo. Desde que tuvo uso de razón ayudó a sus padres a pescar cangrejos para subsistir, y su llegada a la playa de Duaba se debió a un hecho trágico y, cómo no, mágico: "Nosotros éramos pobres, pero más pobres eran los haitianos que trabajaban sembrando plátanos y frijoles para nosotros a cambio de pescado y vianda. Un día, mi padre cogió al haitiano Napoleón rascabuchando a mi tía mientras se bañaba y le dio una paliza a puro planazo. Entonces Napoleón le dijo: 'Mira, Jiménez, yo no vi a dar golpe a ti, yo vi a enviarte un regalito que te va a pesar". A los tres días, a mi papa se le inflamó una vena y se puso muy mal. Entonces la familia vino para acá a tratar de curarlo, pero murió al poco tiempo".
Hoy, Rafael sigue pescando y cultiva una finca de cocos que produce 200 quintales al año, unos mil kilos. "El quintal lo paga el Estado a 14 pesos, así que eche la cuenta. Con 2.800 pesos al año", dice, "no se puede vivir".
Tiene la suerte de que muchos turistas lo visitan. Él los pasea en cayuco por el río, les cuenta su vida y se trepa de vez en cuando a una mata de cocos para demostrar su buen estado físico, lo que habitualmente es recompensado con propinas en divisa. Además, su esposa Carmen cocina masa de cangrejo con leche de coco y una especie de angulas llamadas tetís. También prepara dulces y borda manteles con el nailon que el mar arroja a la costa. Todo reciclado y a la venta.
El historiador de la ciudad, Alejandro Hartman, asegura que Rafael es un gran alquimista y que se trabaja una "viagra indígena" hecha a base de ralladura de pito de tortuga de carey, brebaje que en dosis convenientes convierte al hombre en una máquina. "Ahí está el caso de Daniel Ciclón, 24 hijos con la misma mujer".
Pasear con Hartman por la ciudad es algo formidable: le saluda todo el mundo, le consultan ideas y proyectos, y él atiende a todos, despacha en plena calle. Desde hace años dirige el Museo Matachín, una de las cuatro fortalezas militares españolas construidas en el siglo XVIII para defender la villa de los filibusteros y las fuerzas enemigas de España. El propio Hartman es una especie de corsario barbado, un espíritu libre y siempre dispuesto a subirse al barco de los sentidos y de la noche, que transmite al visitante el embrujo de Baracoa y la humaniza con su buen humor.
En el pueblo sólo hay una paladar, La Colonial. Es una casona de madera de la segunda mitad del siglo XIX, situada en la calle de Martí, enfrente de la antigua Sociedad de Mulatos de Baracoa, El Progreso, hoy un taller de confección. La Colonial conserva la mampostería original y ha sido restaurada por su dueño, que paga más de 700 dólares de impuesto mensual por abrir la puerta, coman clientes o no, pese a lo cual entra en la categoría oficial de "nuevo rico".
Aunque legales, en toda Cuba las paladares son mal vistas por las autoridades. Igual ocurre aquí, y eso que en esta casa hay una historia por detrás: un antecesor participó en las guerras de independencia y un familiar cayó en la guerra de Angola. De cualquier modo, ningún funcionario con cargo la visita y en el pueblo todavía se habla en voz baja del caso de la antigua secretaria del Partido en el municipio, que prefirió no asistir a la fiesta de boda de su hija por celebrarse en La Colonial.
Esa noche, en La Terraza toca el grupo de El Ruso, así llamado por su tamaño y ademanes, no por la música que hace, que es muy cubana. Acodado en la barra está Choca-Choca, dueño de un Moscovich ruso de color azul que "está perdiendo la piel". Tiene defensas de Peugot 206 y arranca haciendo el puente. No tiene amortiguadores delanteros ni freno de emergencia, y las puertas cierran por dentro, pero no por fuera, así que tampoco usa llave.
Óscar Granado -así se llama- tiene el mérito de ser el primer cuentapropista de Baracoa. Cuando, debido a la crisis, el Gobierno legalizó los dólares y autorizo ciertas formas de iniciativa privada, Óscar se inscribió como chófer particular. Tenía una ventaja: hace 15 años, al convertirse el turismo en la principal fuente para conseguir dólares, nadie más tenía un carro disponible en Baracoa.
Había veces que hacía dos viajes a Santiago el mismo día. Las tiradas eran largas y tenía que parar a descansar con los pasajeros en el camino. "Como no funcionaba el freno de mano, tenía que dormir pisando el freno, y cuando se relajaba el pie, el coche se iba por las lomas. Así tuve varios accidentes. Era por exceso de trabajo".
Sus problemas con las autoridades son viejos. En Cuba, y mucho más en pueblos pequeños como Baracoa, la gente autónoma y decidida como Choca-Choca no es bien considerada. La policía y todo el mundo lo conocen, pero aun así, de vez en cuando lo detienen. La semana pasada pasó cinco horas en la unidad policial. "Me acusaban de asedio al turismo, pero no hay ningún asedio, lo que pasa es que después de tantos años yo tengo muchos amigos".
Peor están las chicas. En Baracoa funciona una norma no escrita que es popularmente conocida como la "ley de los dos hospedajes". "La cubana que se haya inscrito dos veces en una casa particular con dos extranjeros diferentes, sea en Baracoa o en otro lugar, es detenida aquí. No importa que hayan pasado dos o tres años. En la mayoría de los casos se las acusa de peligrosidad y se las condena a dos años de cárcel", cuenta el dueño de una casa particular que alquila a extranjeros. En la ciudad hay 120 habitaciones de hotel y 170 casas de alquiler particular, registradas debidamente, donde un nacional puede hospedarse dando antes sus datos personales.
Varios arrendadores ya se han quejado a las autoridades por la "situación" de los dos hospedajes. "Es una locura, esto sólo ocurre aquí, en ningún otro sitio de Cuba pasa", dice el dueño de una de las casas. "Además de tremendo, para nosotros es muy difícil trabajar así", comenta.
Desde 1990, cuando empezó a desarrollarse el turismo en Cuba, unos 500 baracoenses, en su mayoría mujeres jóvenes, se han casado con extranjeros. Muchos envían dinero a sus familiares.
El turismo ha cambiado Baracoa, pero el cultivo del cacao sigue siendo una de las primeras fuentes de empleo del municipio. En esta zona se produce casi el 80% del cacao de Cuba. El año pasado se alcanzó la cifra de 2.000 toneladas, la mayor parte de ellas procesadas en la fábrica de chocolate de Baracoa, inaugurada en 1963 por el Che Guevara, siendo ministro de Industria.
La fábrica tiene 179 trabajadores y produce manteca de cacao, licor y cacao en polvo, además de tabletas de chocolate y coberturas. Una visita por la empresa es reveladora. Junto a equipos de la época del Che -quien tuvo la idea de poner la fábrica cerca de las plantaciones-, otros más modernos que se han ido adquiriendo a lo largo de los años, pero no vemos ni un bombón ni una tableta de chocolate.
En la actualidad hay un plan de desarrollo del cacao a escala nacional. Se van a incrementar las áreas de cultivo y se han comprado ya dos modernas plantas de procesamiento, que se instalarán en otras provincias.
Para Urbano Rodríguez es una buena noticia. Urbano no sólo es la persona que más sabe de cacao en Cuba, es un filósofo natural. "Lo único que produce comida es la planta y el suelo. Por eso hay que cuidarlos, mirar el mundo con visión de futuro, no a un metro como hacen algunos". Al recorrer con él las plantaciones del Jamal, te explica, por ejemplo, que el cacao necesita sombras, pero que esas sombras han de ser reguladas porque "todo en exceso es malo". "La vida no es una verdad absoluta. Cada cultivo, cada planta, cada país es una situación específica". Y agrega: "Cuando un camino va contra la vida, uno lo abandona, lo otro es de bobos". Urbano conoció la Baracoa de antes. "Éramos 17 hermanos en una familia muy pobre. Hoy, mis seis hijos son universitarios. ¿Cómo no voy a ser revolucionario?". Uno lo escucha, a la sombra de las mazorcas de cacao, el perfil taíno, haciendo poesía de una plaga que le ha caído a un cultivar, y vuela
Baracoa-Alto Songo-Dos Ríos-Bayamo
En la carretera hacia Bayamo no hay indicaciones ni señales. Alto Songo es tierra de calor bravo y caña de azúcar, y allí hay que desviarse hacia el entronque de San Luis. En un mercado lleno de moscas, la gente toma cerveza en grandes recipientes plásticos y algunos cuentapropistas venden meriendas -para comérselas hay que ser de allí o muy hombre-, y al lado mismo de aquella austeridad hay una TRD (Tienda de Recuperación de Divisas) en la que se comercializan productos de importación en moneda dura. La empresa estatal que la administra le ha puesto el increíble nombre de La Esperanza.
Repostamos. La crisis en estos pueblos de oriente es grande, como el saqueo al Estado. Cuando a finales de año Fidel Castro desató una ofensiva contra el robo de combustible e intervino todas las gasolineras, descubrió que en las 227 de Santiago el desfalco era el doble que en el resto de la isla. El 80% de cada dólar que entraba se lo repartían equitativamente los trabajadores
Toda esta zona antes estaba cultivada de caña, pero ahora muchos centrales azucareros han sido desactivados. A pocos kilómetros de Palma Soriano, en Dos Ríos, cerca del lugar donde cayó muerto José Martí el 19 de mayo de 1895, está el antiguo central Palma.
A sus puertas, una consigna más: "Unidos luchamos, unidos vencemos". Las dos grandes chimeneas del central no echan humo. El Dos Ríos es uno de los 114 centrales que en los últimos años han detenido sus calderas. De los 156 que funcionaban en Cuba en los noventa, en esta zafra quedan en activo 42.
Los bajos precios del azúcar en el mercado mundial y la ineficiencia de una industria altamente consumidora de combustible y equipada con tecnología obsoleta acabaron con esta forma de vida, que era una cultura.
El Gobierno ha desmantelado algunas fábricas, otras las ha reconvertido y está sustituyendo las grandes áreas de caña por otros cultivos. A miles de obreros y campesinos se les ha dado la posibilidad de estudiar y reciclarse, pagándoles el salario completo, pero el golpe es duro. "No quedaba más remedio, pero es un desastre: ésta era nuestra vida", dice José, un vecino del pueblo.
Después de pasar Contramaestre, Baire y Jiguaní, uno llega a Bayamo, y la primera sensación es que se trata de una ciudad orgullosa de sí misma. Las calles están limpias, igual que sus habitantes, que parecen haber interiorizado lo que les toca por haber nacido aquí.
Aquí empezó todo. La conspiración contra España en la logia masónica Redención. La creación de La Bayamesa como una canción de amor para la joven Luz Vázquez, en 1851, y su transformación después en el himno de Cuba. La primera bandera cosida a mano. El alzamiento de Carlos Manuel de Céspedes en La Demajagua. La liberación de los esclavos. El incendio de la ciudad por los independentistas para que no volviera a manos de España. Así hasta llegar a Sierra Maestra.
Lo había dicho Pablo Milanés: "Vais a llegar a un sitio muy especial, con un gran sentido de pertenencia".
"Bayamo es un lugar que concentra muchas energías espirituales", afirma Ciro Labrada, de 42 años, los últimos siete al frente de la sociedad Más Luz, fundada en 1913. En Más Luz se practica el espiritismo científico, aunque el más extendido en Bayamo es el de cordón, que mezcla las doctrinas de Alan Kardec con las prácticas de las religiones afrocubanas, y tiene su cuna en Monte Oscuro, un pueblito cercano.
Según Ciro, aquí siempre ha habido grandes médiums. Cuenta que en 1982, una amiga de la abuela de Pablo, Orfidia Tamayo, predijo la caída del campo socialista durante una sesión como la de hoy. "Estábamos aquí y el espíritu que hablaba a través suyo dijo: 'Veo el último cuadro de los presidentes de la URSS vacío, va a ocurrir algo que tendrá gran influencia en la humanidad'. Está recogido en las actas de ese día".
Los cubanos no saben vivir sin bailar, y los domingos en Bayamo es día de música, que es lo mismo que decir de exorcismo de cuerpos y de espíritus. Desde las tres de la tarde y hasta las nueve de la noche, en la casa de Artex hay matiné. Cuesta un dólar la entrada y tres dólares la botella de ron blanco, pero quien puede lo paga: es una válvula de escape para seguir adelante.
La casa de Artex es el paraíso del short: los hay pegados, más pegados, muy pegados; de lycra y de tela vaquera; cortos y enanos; todos explosivos y con un denominador común: demostrar que en Cuba los culos femeninos tienen psicología propia. No sólo es que se muevan con independencia del cuerpo; es que piensan y sufren, tienen su propia lógica. "No se lo creerá, pero es lo que nos ha salvado estos años", dice un poeta de Bayamo en medio de la juma.
Desde luego, no todo es este empaste en Bayamo. Este domingo, al caer la noche en el Plaza de la Revolución, junto a la Parroquial Mayor, donde fue interpretada por primera vez la música de La Bayamesa, hay concierto al aire libre de la Banda Provincial de Granma.
El que dirige la orquesta es un hombre fibroso de unos 50 años. Está algo nervioso, emocionado. Se escucha la Gran marcha de Aída y, cuando termina, los demás músicos le aplauden. Carlos Pavón es clarinetista, pero esta noche ha debutado como director, que es lo que quiere ser. Después, Carlos Puig dirige a los músicos en el danzón Virgen de Regla y termina con el himno nacional. Puig está al frente de la orquesta provincial desde hace 25 años y ahora también dirige la Escuela Provincial de Bandas. Dice que se van a hacer 10 en Granma, una en cada municipio.
Bayamo-Berlín-Bayamo
En el barrio Camilo Cienfuegos, cerca de la estación, encuentras a Churre. Su nombre real es César Cedeño y tiene 49 años, pero le llaman así por la forma en que vive. Su casa es como un almacén, un taller grasiento lleno de objetos y equipos rotos que él arregla. La cama puede llevar fácilmente un año con las mismas sábanas, pero en cierto modo Churre es una persona elegante y lleva un batín azul con mucha clase.
"Yo soy una persona analítica, busco soluciones prácticas. Arreglo cualquier cosa, tocadiscos, bicicletas, lo que sea. Un trabajo fino, pregunte por ahí".
Churre es graduado en filología inglesa y en el barrio también le llaman El Americano por su manejo perfecto del idioma. En 1989, trabajando como traductor y guía turístico, se casó con la alemana Heide Merie. Ella tenía 44 años, y él, 30. Era la época de la crisis galopante, con apagones de 14 horas y mucha hambre, y se marchó a Berlín con su esposa, pero no se adaptó.
A los cinco meses regresó y en Bayamo soportó todo el Periodo Especial, hasta hoy. "Aquello no era para mí", confiesa. Hay que aclarar que Churre no quiere saber nada de la revolución, ni hace guardias del Comité de Defensa, ni quiere que cuenten con él para nada. Sus vecinos le llevan cachivaches para que los arregle. Ahí están, en medio del desorden de la casa, junto a las ollas recién repartidas por el Gobierno.
En el Caribe, cualquier cosa es posible. Y aún más en Santiago y Bayamo, donde hace siempre más calor y Matamoros es Dios. Un día te levantas y escuchas su canción Juramento: "Si el amor hace sentir hondos dolores / y condena a vivir entre miserias, / yo te diera, mi bien, por tus amores / hasta la sangre que hierve en mis arterias". Otra mañana sales y descubres que el sol ha salido y es de color verde esmeralda.
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