_
_
_
_
PALOS DE CIEGO
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Borges en salsa picante

Javier Cercas

1Puede que yo esté equivocado, pero me da la impresión de que a veces los argentinos no saben qué hacer con Borges. Si bien se mira, es natural: al fin y al cabo Borges es, según todos los indicios, el mayor escritor en español desde Cervantes (o desde Quevedo), y durante siglos los españoles no supimos qué hacer con Cervantes, ignorancia que aprovecharon los ingleses para fundar, siguiendo a Cervantes, la novela moderna, y de paso la más sólida tradición de la narrativa occidental. Dirán ustedes que Borges no pertenece en rigor a la literatura argentina, ni siquiera a la literatura escrita en español, sino a la literatura universal; es verdad, pero me temo que un escritor argentino respondería que eso es muy fácil decirlo cuando uno no es argentino y no padece el hecho de que Borges sea, como dice Damián Tabarovsky en Literatura de izquierda -uno de los más interesantes ensayos literarios escritos en español que he leído en los últimos tiempos-, "el gran fantasma de la literatura nacional". O dicho de otro modo: Borges es a la literatura argentina lo que el padre de Hamlet a Hamlet. La anécdota es celebérrima; en 1963, cuando regresaba a Europa tras un exilio de 25 años en Buenos Aires, Witold Gombrowicz dio un único consejo a sus colegas argentinos: "Maten a Borges". El consejo de Gombrowicz fue escuchado, porque a eso, a tratar de matar al padre o al fantasma del padre, parecieron consagrarse en los años siguientes muchos de los mejores escritores argentinos, desde Sábato y Cortázar -que tuvo que marcharse a París para librarse de Borges-, hasta Manuel Puig, Osvaldo Lamborghini, Fogwill y, en parte, César Aira, convertidos todos ellos, como dice asimismo Tabarovsky, en "máquinas de guerra antiborgeanas". El fruto de esa guerra fue alguna vez estridente y efectista, casi siempre considerable y en ocasiones glorioso, pero solo como es glorioso un fracaso glorioso. Porque lo cierto es que ahora mismo, en la Argentina y fuera de la Argentina, en el español y fuera del español, Borges o el fantasma de Borges está más vivo que nunca.

"A los maestros hay que asimilarlos para que sobrevivan convertidos en carne de nuestra carne"

2Pero en la Argentina -un país quizá demasiado pequeño para un escritor quizá demasiado grande- los escritores continúan intentando matar a Borges. El penúltimo que parece intentarlo es Pablo Kachadjian en El Aleph engordado (IAP, 2009). La operación que propone Kachadjian es ingeniosa; se trata de tomar el texto de El Aleph -ese cuento en que Borges cuenta la historia prodigiosa de un punto que contiene el universo- y de injertarle, mediante una delicadísima cirugía, frases del propio Kachadjian, de tal manera que, si el texto de Borges tiene aproximadamente 4.000 palabras, el texto de Kachadjian tiene más de 9.600. El resultado del experimento es a la vez brillante e inevitable: brillante porque el cuento de Kachadjian es y no es el de Borges, y porque hay momentos en que Kachadjian consigue el milagro de que, incluso quienes conocemos de memoria el cuento de Borges, lleguemos a dudar de qué es de quién; inevitable porque en definitiva el juego que propone Kachadjian es un juego borgeano, en el que Kachadjian se disfraza de un avatar de Pierre Menard, ese escritor francés inventado por Borges que en la primera mitad del siglo XX, copiando palabra por palabra un fragmento del Quijote, escribió un Quijote que es y no es el Quijote. En suma: lo que en principio parecía un intento de matar a Borges es en realidad un homenaje a Borges.

3 No es fácil matar a Borges. Ahora bien, ¿es necesario? Por supuesto que sí. El problema es que no basta con eso. "I maestri si mangiano in salsa piccante", dice un personaje de Passolini en Ucellaci e ucellini. Y esa es la cuestión; no basta con matar a los maestros: hay que desplumarlos, quitarles la piel, abrirlos en canal, descuartizarlos, salpimentarlos, guisarlos a fuego lento y servirlos en salsa picante. Es un trabajo cruel y complejísimo, pero respetuoso: la gratitud con el maestro devorado es esencial; también es un trabajo discreto: solo los memos carentes por completo de ambición entienden el combate como un vocinglero "Quítate-tú-pa-que-me-ponga-yo". Y hay que saborear bien. Y hay que digerir bien. Eso es lo que a mi juicio hay que hacer con los maestros: asimilarlos para que, tanto al menos como en ellos mismos, sobrevivan en nosotros, convertidos en carne de nuestra carne. Eso es lo que hizo Cervantes con sus maestros y eso es lo que los novelistas ingleses hicieron con Cervantes; eso es lo que hizo Borges con sus maestros y eso es lo que, seamos o no argentinos, hay que hacer con Borges. No digo que sea fácil, insisto: digo que es indispensable. Algunos, incluso en nuestra lengua -de García Márquez a Bolaño-, ya lo han hecho. Algunos, incluso en la Argentina, ya lo hicieron: el primero, Adolfo Bioy Casares. Borges no es un fantasma; es solo un banquete: no hay que dejar ni los huesos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Javier Cercas
Javier Cercas nació en Ibahernando, Cáceres, en 1962. Es autor de 12 novelas que se han traducido a más de 30 idiomas y le han valido prestigiosos galardones nacionales e internacionales. Ha recibido, además, importantes premios de ensayo y periodismo, y diversos reconocimientos al conjunto de su carrera. Es miembro de la Real Academia Española.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_