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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cristianos expulsados

La UE debe exigir a Marruecos que acabe con los alejamientos y respete a todas las confesiones

Marruecos ha expulsado tradicionalmente con cuentagotas a cristianos protestantes por su supuesto proselitismo, pero desde marzo ha acentuado la cadencia. Un centenar de cristianos, en su mayoría occidentales y evangélicos, han recibido la orden de salir del país. Nunca desde la independencia, en 1956, fueron expulsados tantos cristianos, incluidos, por primera vez, un católico y también fieles de la Iglesia protestante reconocida oficialmente por Rabat. Nunca tampoco la policía había entrado en el templo durante el oficio, como sucedió en Marraquech en marzo, para practicar detenciones.

La pequeña ONG marroquí Bayt al Hikma denuncia incluso que la policía pregunta ahora a los alumnos musulmanes de las escuelas extranjeras en Marruecos si les invitan a participar en fiestas religiosas cristianas. La cúpula del colegio norteamericano de Casablanca ha sido ya expulsada.

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Entre los cristianos residentes en Marruecos, extranjeros o marroquíes conversos, hay miedo. La prensa oficialista contribuye a incrementar su aprensión propagando calumnias y publicando fotos de iglesias con religiosos ante sus puertas a los que acusan de quebrantar la fe de los musulmanes.

Las autoridades se basan en esta acusación y en la de proselitismo, ambas recogidas en el Código Penal, para justificar la sanción. A muchos de los expulsados ni siquiera les explican el porqué de la medida y cuando lo hacen es sólo de palabra. En puridad deberían ser juzgados por esos delitos, pero Rabat se salta sus propias leyes para evitar escándalos.

Marruecos se jacta de ser uno de los países musulmanes más tolerantes. Es, desde luego, el más mimado del norte de África por la Unión Europea, que le otorgó el estatuto avanzado en 2008 y que en marzo celebró en Granada su primera cumbre con Marruecos. Coincidiendo con su desarrollo, este puso en marcha la represión.

EE UU y los Países Bajos se quejaron ante Rabat, pero España, que ejerce la presidencia de la UE, prefiere guardar silencio. Es hora de que los Veintisiete adviertan a Marruecos de que el trato privilegiado que recibe debe suponer, por su parte, avances en materia de derechos humanos. Es hora, también, de que las comunidades musulmanas en España, la mayoría de origen marroquí, pidan al Gobierno del país del que son originarias que respete a las demás confesiones como se respetan en el país al que emigraron.

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