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Columna
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La ciudad de los espías

Convocados por el Centro Nacional de Inteligencia, esta semana llegarán a la capital unos cuantos espías y teóricos del espionaje para analizar los servicios de inteligencia españoles. Madrid, por diversas razones (entre ellas, la de ser la capital del Estado), es con toda seguridad la ciudad española con más agentes secretos por metro cuadrado. No es fácil detectarlos, aunque los hay por todas partes. Son etéreos y escurridizos. Aparentan cualquier cosa con tal de no dar a entrever su auténtica profesión. En algunos casos te puede confesar alguien su adscripción a la masonería, por ejemplo, pero jamás un espía te dirá lo que es, ni borracho.

¿Cuántos espías hay en Madrid? Todo parece indicar que varios miles. Porque deben ser incluidos en el mismo paquete los detectives privados, los topos empresariales, bancarios y bursátiles, los correveidiles, las comadres, los pelotilleros, los piratas informáticos y los paparazzi. También caben los numerosos aficionados caseros (o no), que ya cuentan con algunas tiendas en la capital especializadas en ingenios tecnológicos de espionaje para todos los ciudadanos.

El género está muy prestigiado en la literatura y el cine. Por eso mucha gente sueña con ser espía y a veces lo consigue controlando los movimientos de los vecinos y cosas igualmente estúpidas. El morbo que corroe a las televisiones está llenando la ciudad de informadores espúreos, cámara o teléfono en ristre, algunos de los cuales venden luego su mercancía a los medios.

Muchas personas conocen a algún espía sin imaginarse a quién tienen delante. Sepa usted que los espías sólo se emborrachan en privado. Acostumbran a introducir en la conversación, como de pasada, cuestiones que les interesan, pero dejan opinar a otros. Ellos callan y memorizan. En Madrid hay muchos espías, pero estos días habrá muchos más. Ojo con lo que usted hable por los bares.

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