Los 'tories' hacen de la austeridad su bandera electoral
Los conservadores británicos proponen un fuerte recorte del gasto público
Los conservadores británicos lanzaron ayer un órdago político de primer orden al proponer a los británicos un ambicioso pero políticamente arriesgado ajuste presupuestario si el año que viene ganan las elecciones. "Estamos todos juntos en esto", proclamó hasta siete veces el responsable de Finanzas tory y aspirante a convertirse en canciller del Exchequer y ministro del Tesoro, George Osborne, para subrayar que el ajuste no descansa exclusivamente sobre las cargadas espaldas de los más humildes.
El plan presentado por Osborne incluye la congelación en 2011 de los salarios de cuatro millones de funcionarios que ganan más de 18.000 libras al año (19.500 euros al cambio de ayer); la introducción de un tope de 50.000 libras (54.000 euros) a las pensiones de los altos funcionarios; los salarios públicos superiores al del primer ministro deberán ser aprobados caso a caso por el Tesoro; mantenimiento del tipo máximo del 50% en el IRPF introducido este año por los laboristas; supresión de las subvenciones fiscales por niños a las familias con ingresos superiores a 54.000 euros; ahorros de 3.250 millones de euros al año en la burocracia del Gobierno; el compromiso de elevar a un millón de libras el mínimo exento del impuesto de sucesiones se rebaja a mera propuesta a poner en marcha a lo largo de la primera legislatura; retraso de la edad de la jubilación de los actuales 65 años a 66 años desde 2016 para los hombres y desde 2020 para las mujeres.
El plan presentado ayer es ambicioso pero políticamente arriesgado
Brown no ha sido capaz de transmitir propuestas para después de la crisis
Con estas medidas, los tories esperan ahorrar 7.500 millones de euros anuales una vez que estén todas en vigor y unos 25.000 en el conjunto de la legislatura. No es una cantidad demasiado impresionante, teniendo en cuenta que según los cálculos del FMI el déficit público del Reino Unido alcanzará en 2010 el 13,2% del PIB británico y que el desajuste estructural se acerca a los 100.000 millones de euros. Pero tiene la virtud política de dar por fin la impresión de que los tories saben por dónde quieren ir cuando lleguen al poder y empiezan a poner carne en el hasta ahora mero esqueleto de sus propuestas de Gobierno.
Y consiguen también dejar en evidencia a Gordon Brown, que en el congreso laborista de la semana pasada no fue capaz de transmitir una agenda clara de propuestas para después de la crisis. Los laboristas intentaron el lunes parar el golpe del anuncio de ayer de Osborne, al propugnar una congelación de salarios para jueces, médicos y altos funcionarios que no ha tenido el alcance económico y mediático de la propuesta de los tories.
Pero la de los conservadores es una apuesta arriesgada porque, a ocho o nueve meses vista de las elecciones, puede acabar generando un escrutinio que al final deje a los votantes más alerta que reconfortados por la austeridad destilada ayer por George Osborne. Muchos comentaristas advertían que a Osborne le puede pasar como al malogrado John Smith. El entonces canciller del Exchequer en la sombra de los laboristas fue tan honesto con sus promesas de austeridad en las elecciones de 1992 que los votantes acabaron dándole otra vez la mayoría a los conservadores.
"La verdad no es una estrategia peligrosa, la verdad es lo que los británicos merecen", subrayó una colega de Osborne en el Gobierno en la sombra. Para el aspirante a futuro canciller del Exchequer, el de ayer era un día de examen personal. Osborne, de 38 años, no cuenta con grandes apoyos en la City, donde su sorprendente silencio durante la crisis financiera ha despertado dudas sobre su capacidad para llevar las riendas del Tesoro.
Políticamente está a la derecha del líder conservador, David Cameron, y le perjudican sus orígenes aristocráticos y su divulgada pertenencia al elitista Bullingdon Club durante su época de estudiante universitario. Una institución de la clase alta a la que también pertenecieron el propio Cameron, el alcalde de Londres Boris Johnson y otros dirigentes conservadores.
Por eso, ayer Osborne puso tanto énfasis en el mensaje de que "estamos todos juntos en esto", para subrayar que los esfuerzos para cubrir el paquete fiscal afectan a todos los británicos de una forma u otra. El millón de funcionarios con salarios más bajos, por ejemplo, no sufrirán la congelación salarial. Y los soldados destinados a Afganistán u otras zonas de combate recuperarán con creces por un lado lo que pierdan por el otro, porque verán doblados sus complementos de destino.
Y por eso, también, Osborne no ha tenido más remedio que mantener la subida del IRPF para los más ricos. Y, sobre todo, ha tenido que dejar para más adelante la reforma del impuesto de sucesiones, que sólo iba a beneficiar de la clase media alta para arriba.
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