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Reportaje:

La puerta trasera de Kim Jong-il

El contrabando y el tráfico de mujeres florecen en la frontera chino-norcoreana

Liang Dong gira el volante, invade el carril contrario y aminora la velocidad cuando rueda sobre el arcén. "¿Ves esa especie de conejera?", dice, mientras señala un montículo de tierra con un agujero. "Dentro suele haber dos soldados. Cada tres kilómetros, hay una de esas madrigueras. En una, dos hombres; en la siguiente, dos mujeres. Y así una tras otra". Liang detiene el coche y el silencio de la campiña norcoreana envuelve la carretera que flanquea el río Yalu, frontera natural entre China y Corea del Norte, al sur de la ciudad de Dandong, en la provincia de Liaoning. El puesto de vigilancia norcoreano se encuentra a unos metros, tras las vigas de hormigón con alambre de espino que separan los dos países.

El paisaje es llano, sereno, de un intenso color verde. En la distancia, se distinguen algunas casas de labranza y varios campesinos con el espinazo doblado sobre el terreno. No hay tractores. Tan sólo unas cuantas vacas. "Pobres, pobres, muy pobres. En una palabra, pobres", dice Liang, mientras se congratula de su suerte de ser chino. "No tienen de nada. El arroz que plantan sólo da hojas, y el maíz sólo tallos. En el cumpleaños de Kim Jong-il

[el líder de Corea del Norte], todas las familias reciben una ración de tofu".

Liang, de 36 años, conductor y vecino de Dandong, está casado con una mujer nacida en Corea del Norte, donde ha estado varias veces para visitar a la familia de su esposa, y parece disfrutar recorriendo la frontera. La línea divisoria con China, que se extiende a lo largo de 1.400 kilómetros, es una de las más vigiladas del mundo, pero también una de las más porosas y capitalistas, a pesar de los miles de soldados estacionados en sus proximidades, debido a las tremendas diferencias económicas entre ambos lados.

Contrabando de todo tipo de artículos, tráfico de mujeres, venta de parafernalia turística del régimen de Kim Jong-il, paseos en barco para contemplar desde el río un brochazo de la vida en el país más aislado del mundo y visitas ilegales a Corea del Norte forman parte del día a día de la vida en la frontera.

"Tengo varios amigos que tienen barcos para hacer negocios con los norcoreanos. Pasan de contrabando televisores, motos, carne, y otros productos. Pagan 200 yuanes [unos 20 euros] a los soldados. Éstos les dejan moverse libremente en algunas zonas durante tres días", explica Wang Bin, un transportista de 48 años.

La población de Dandong, una agradable ciudad de más de 800.000 habitantes, ha convertido la cercana presencia de Corea del Norte en una fuente de ingresos. Los cazadores de los más de cinco millones de turistas que llegan cada año ofrecen la posibilidad de pisar tierra prohibida por unos cientos de yuanes. En unos casos, sobornan a los militares norcoreanos para que miren hacia otro lado. En otros, llevan a los curiosos a alguno de los islotes que salpican el río y les hacen creer que están donde no están.

-¿Quieres ir a Corea del Norte?, pregunta un hombre junto al Puente de la Amistad, que une Dandong con el país estalinista.

-Los extranjeros no pueden ir.

-Sí, sí que pueden.

-¿Y si me pillan los guardias norcoreanos y no me dejan volver como a las dos periodistas estadounidenses [liberadas el pasado 4 de agosto, tras la intervención de Bill Clinton, tras casi cinco meses de detención]?

-Ellas eran espías. Además, vamos con soldados que nos protegen.

-¿Norcoreanos o chinos?

-Chinos.

Tras rechazar la propuesta, el empleado de uno de los barcos que ofrecen paseos por el río Yalu lo aclara. "Por supuesto que los extranjeros no pueden cruzar a Corea del Norte. Esos tipos son embaucadores", afirma. "Los habitantes de Dandong podemos pasar el día en Sinuiju [ciudad norcoreana al otro lado del río] y volver por la noche. Pero allí no hay nada", añade Liang.

El barco deja el malecón y se dirige hacia el centro del ancho río. A bordo, una mujer alquila prismáticos con los que capturar las enormes diferencias existentes entre ambas márgenes. En el lado chino, un bosque de torres de apartamentos relucientes, tráfico de coches y paneles publicitarios. En el coreano, una sucesión de fábricas oxidadas, una noria que no gira y varios soldados ociosos sentados en la ribera.

El régimen de Pyongyang ha hecho del aislamiento la clave de su supervivencia. Pero el hambre norcoreana y las ganas de hacer negocios chinas han taladrado la frontera. Los ríos Tumen, en el norte, y Yalu, en el sur, son lugares de paso frecuente para los norcoreanos que huyen de la pobreza y la represión política. China no los reconoce como refugiados y muchos son devueltos al Norte, donde corren el riesgo de ser internados en campos de trabajos forzados e incluso ser ejecutados. Agentes del régimen pasean libremente por China en su busca.

Sin embargo, se estima que decenas de miles viven ocultos en China, mezclados entre los chinos de etnia coreana. La mayoría son mujeres, muchas de las cuales han sido vendidas como esposas o acaban en burdeles. "Las puedes comprar por 5.000 yuanes [512 euros] y las vendes por 10.000 o 15.000. Normalmente, a campesinos pobres de las áreas montañosas que no pueden encontrar una mujer china", dice Wang.

Los vecinos de Dandong se quejan de que cada vez llegan más norcoreanas, lo que afecta al empleo porque cobran menos que los locales. "Hay muchas lavando platos en restaurantes. Otras, en casas de masajes. No tienen permiso, pero la policía hace la vista gorda. Algunas prostitutas cruzan de noche. Son más baratas que las chinas: 120 yuanes en lugar de 300", afirma Liang.

Los habitantes de Dandong venden sin tapujos tabaco norcoreano de contrabando, billetes del país eremita y todo tipo de abalorios turísticos. Parecen mucho más satisfechos que los de otras partes de China. Quizás porque les basta mirar hacia la otra orilla del río Yalu para recordar cómo era su propio país no hace tanto tiempo. Ese río del que Liang suele decir: "Un río entre dos mundos diferentes; un mundo es el cielo, el otro es el infierno".

Un soldado norcoreano vigila el paso de los barcos chinos por el río Yalu cerca de Dandong.
Un soldado norcoreano vigila el paso de los barcos chinos por el río Yalu cerca de Dandong.AP

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