En el 'pub' piden mano dura
Delincuentes y exconvictos londinenses exigen mayores castigos contra los desvalijadores
Andre A. viste una camiseta Nike de un intenso color amarillo. Sobre sus hombros caen las mangas de una sudadera verde marca JD. El look carioca contrasta con los rasgos duros de este rumano de 25 años. "Tengo otras cinco camisetas y otras cinco sudaderas, todas iguales, de la misma talla y color", confiesa Andre con sonrisa pícara. "Me he deshecho de ellas. Se las he dado al dueño del kebab de Turnpike Lane". A cambio Andre ha acordado cenar gratis en su establecimiento lo que queda de mes.
Andre es uno de los centenares de jóvenes que desde el fin de semana pasado han participado en los disturbios que tuvieron su origen en Tottenham Hale tras la muerte del joven negro Mark Duggan. "Pasaba por allí el sábado a las 6.30 de la mañana y vi un agujero en el JD de Turnpike Lane. ¿Qué demonios se supone que debo hacer? Entré y me llevé todo lo que pude. Sin embargo, estos muchachos [los saqueadores] no lo hicieron por necesidad o supervivencia, no tiene nada que ver con eso. Han crecido sin autoridad. Sus padres no están y por eso hacen lo que quieren", explica.
Andre, como la mayoría de jóvenes que tomaron parte en los saqueos, no forma parte de ningún gang (nombre que reciben las peligrosas bandas juveniles), él simplemente pasaba por allí. Andre trabaja de albañil en algún lugar de la lejana M-25, recorre todas las mañanas la línea Piccadilly para después coger un autobús que le deja cerca de la obra en la que trabaja. "Gano bien, unas 70 libras al día, pero entre el alquiler, el transporte y la cerveza, nunca tengo suficiente".
A la pregunta de por qué lo hizo, Andre responde con un lacónico: "Life is hard" [La vida es dura]. Apoyado en una mesa de la terraza del pub The Toll Gate, punto de encuentro de jubilados, borrachos, delincuentes y exconvictos de este barrio contiguo a Tottenham Hale, Andre admite: "Seguramente me han grabado por CCTV [cámaras de videovigilancia en sus siglas en inglés], no me importa. Si me pillan no me importa. En la cárcel se está bien; comes, duermes y te levantas siempre a la misma hora. No tienes las preocupaciones que tienes fuera de la cárcel". Andre pasó 21 días en una prisión londinense hace 3 años acusado de estafa. Desde entonces ha procurado vivir su vida dentro de la legalidad. "Todas las mañanas cojo el mismo metro, el mismo autobús, llego a la misma hora y hago lo mismo. Echo de menos mi vida de antes. Era todo más emocionante."
La visión de Andre es compartida a grandes rasgos por buena parte de los vecinos de las zonas más desfavorecidas. Una semana después de los actos vandálicos los vecinos de estas áreas no solo desaprueba los disturbios, sino también el sistema punitivo de su país y la actividad de la policía.
"Castigo, castigo y más castigo. Esa es la única solución". Quien dice esto sabe muy bien lo que significa esta palabra. Andrew M., 42 años, conoció las prisiones británicas durante los años ochenta y estuvo implicado en los disturbios que azotaron el sur de Londres, barrios como Brixton o Peckham. "Los disturbios del 81 no tuvieron nada que ver con esto. Aquellos eran años difíciles. Las relaciones entre la policía y la comunidad eran muy opresivas. Ahora no es el caso. Han utilizado la muerte de Mark como espoleta para saquear, para saciarse de todo eso que ven por la televisión".
Andrew viste una camiseta Umbro roja coronada por un llamativo collar dorado. Sus pómulos marcados y su piel mortecina muestran las consecuencias de un pasado de adicciones. Andrew responde al prototipo de delincuente común británico. "He pagado lo que hice. Ahora realizo un servicio a la comunidad. Limpio las calles de este barrio", comenta con aire solemne y orgulloso. "Estos muchachos viven en una burbuja, están acostumbrados a tener todo lo que desean, están malcriados", explica. "Para colmo -continúa- la policía no puede ni tocarles, nadie les puede levantar la mano, ni siquiera los padres", zanja Andrew mientras pide con la mano otra pinta a la solicitada camarera del Toll Gate.
Anthony [nombre ficticio] acaba de recibir la notificación de que pasará los próximos cuatros días encerrado. Al parecer le pillaron mientras intentaba robar una caja repleta de comida en un comercio a tan solo unos metros de la terraza del pub. "Esos bastardos me van a encerrar y ni siquiera me he llevado nada... Mientras los muchachos se dedican a saquear a su gusto y no pasa nada. ¿Sabes lo que voy a hacer? -inquiere agresivo al periodista- voy a reventar varios locales de Turnpike Lane esta noche. Se van a enterar".
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