Los liberales, claves en las elecciones de Reino Unido
El partido tiene un apoyo del 20% y aspira a acabar con el bipartidismo
Salvo sorpresa de última hora, Gordon Brown acudirá hoy al palacio de Buckingham para pedir permiso a la reina Isabel II para disolver la Cámara de los Comunes y convocar elecciones legislativas el 6 de mayo. Aunque laboristas y conservadores -los grandes partidos británicos- centran la atención en unos comicios en los que palpita la alternancia en el poder, quizás la formación que más se juega en las urnas es el Partido Liberal Demócrata.
Con un apoyo electoral consolidado en torno al 20% de los votos, los liberal-demócratas son una considerable fuerza política, con gran implantación en los gobiernos locales y especialmente poderosos en el suroeste de Inglaterra y en Gales y en Escocia. Pero su voz rara vez se convierte en decisiva en el Parlamento de Westminster. Perjudicados por el sistema electoral mayoritario de el primero que llega, gana, que favorece la creación de gobiernos fuertes con mayorías absolutas, esta vez los sondeos apuntan a la posibilidad real de que ni conservadores ni laboristas consigan esa mayoría, lo que podría dejar las llaves del Gobierno en manos de los liberal-demócratas.
La formación quiere ser decisiva para forzar la reforma del sistema electoral
En 2005 los liberales obtuvieron el 22,1% de los votos, lo que se tradujo en tan sólo 62 escaños (el 9,6% de los 646 que forman los Comunes). Fue para ellos un éxito (incrementaron los votos en 3,7 puntos y lograron 11 escaños más que en 2001). Pero aquel éxito, conseguido bajo el liderazgo de Charles Kennedy, un político bastante respetado pero que tuvo que dimitir debido a sus problemas con el alcohol, se debió en gran parte a un conjunto de factores ajenos a ellos mismos: su oposición a la guerra de Irak les permitió capitalizar el descontento de los votantes de izquierda con el Partido Laborista en un momento en que los conservadores no eran aún una alternativa de poder creíble.
Esta vez, los liberal-demócratas han de seducir a los electores por sí mismos. La clave de su éxito dependerá en lo dispuestos que estén los británicos en favorecer un Parlamento sin mayoría, algo considerado saludable en muchos países del continente pero visto como un signo de debilidad nacional en Reino Unido.
La City ya ha dejado claro que quiere un Gobierno fuerte. Pero los británicos que se ven en la disyuntiva de decidir entre cinco años más de laborismo o devolver el poder a un Partido Conservador que no genera entusiasmo, pueden verse tentados por situar a los liberales en el centro del debate político.
Su líder, Nick Clegg, un político joven y con aspecto honesto pero sin el carisma de Paddy Ashdown o la chispa de Charles Kennedy, no quiere revelar sus cartas. Sus posibles alianzas dependerán en gran medida del resultado electoral. Si los conservadores ganan con cierta holgura aunque no obtengan mayoría absoluta, Clegg tendrá muchos problemas para no favorecer la llegada de David Cameron a Downing Street. Si Gordon Brown pierde en votos pero consigue más escaños que los tories -algo posible debido al mapa electoral británico- podría verse tentado a favorecer una nueva legislatura laborista.
Ideológicamente los liberal-demócratas son una mezcla extraña. En las zonas rurales están a la derecha del Partido Laborista, pero sus votantes en los núcleos urbanos están a la izquierda del laborismo. A estos les acerca su tradicional europeísmo, que les aleja quizás de forma decisiva de los tories.
Su gran esperanza es conseguir ser decisivos para poder forzar la reforma del sistema electoral. Su gran peligro es que los votantes acaben decantándose por otorgar la mayoría absoluta a uno de los dos grandes partidos o, quizás aún peor, que todo acabe en la convocatoria de unas segundas elecciones que se convertirían, definitivamente, en una carrera de dos caballos.
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