El humo nubla a Cristina Fernández
El caos en Buenos Aires aviva el conflicto entre el Gobierno y los agricultores
Buenos Aires, tras una noche en la que los porteños pudieron respirar mejor, amaneció ayer de nuevo cubierta por una densa nube de humo y de una polémica política que no amaina y amenaza con salpicar a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Funcionarios y expertos reconocen que ésta es la contaminación atmosférica más severa y persistente de la historia de la capital argentina, aunque el nivel de monóxido de carbono que contiene el humo proveniente de la quema de rastrojos se encuentra a la mitad del límite permitido por ley y de momento no es tóxico.
La poca visibilidad impide a los helicópteros apagar los incendios
El gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, declaró ayer a Radio 10 que "se han podido controlar algunos focos" (en total hay 292 incendios en 70.000 hectáreas de las islas del delta del río Paraná, a más de 90 kilómetros al norte de Buenos Aires). Scioli, que secundará al ex presidente Néstor Kirchner en la dirección del partido peronista, cargó contra los ganaderos: "Algunos van a decir que las quemas era comunes, pero aquí hay una negligencia terrible y esto no puede quedar así".
Un día antes, el ministro del Interior, Florencio Randazzo, anunció que "casi 200" propietarios y arrendatarios de las tierras incendiadas fueron denunciados ante el juez para determinar si cometieron el delito de estrago culposo, cuyas penas van de un mes a cinco años de prisión. "Esto no es una chicana política contra el sector que está en diálogo con el Gobierno, pero está claro que los responsables son los productores agrícolas de esta zona", aclaró Randazzo.
Uno de los agricultores denunciados, José Bouquet, calificó la acusación de "disparate". "No es la época ideal para quemar un campo para beneficio propio. Cuando se quema algún campo es a la salida del invierno, para que en primavera aparezca el rebrote verde para que paste la hacienda", dijo en Radio Mitre.
Desde principios de abril, el Gobierno y cuatro entidades agrícolas negocian una salida a la crisis que comenzó en marzo por la subida de impuestos a la exportación de soja, el principal cultivo de Argentina, y que derivó en una huelga de tres semanas.
La prensa argentina publicó ayer algunos de los nombres de los denunciados, entre ellos Pedro Pou, que fue presidente del Banco Central durante los Gobiernos de Carlos Menem (1989-1999) y Fernando de la Rúa (1999-2001); y Américo Gualtieri, empresario de la construcción de estrechos vínculos con el ex presidente Eduardo Duhalde (2002-2003). La secretaria de Ambiente, Romina Picolotti, declaró: "El fuego fue intencional. No fue un incendio forestal ni producto de la naturaleza. Ocurrió por quema de pastizales para poder engordar más rápido el ganado". El vicepresidente de la Sociedad Rural Argentina, Hugo Luis Biolcati, calificó estas acusaciones de "pavadas".
Tras la denuncia del Gobierno, el juez federal de Zárate y Campana, Federico Faggionatto Márquez, ordenó la detención de tres peones rurales que, según testigos, habían iniciado el fuego en esa zona del norte de la provincia de Buenos Aires. Otros dos sospechosos ya habían sido detenidos el martes.
En los hospitales de Buenos Aires se decretó el viernes la alerta amarilla para que todos los profesionales estuvieran a disposición para el trabajo, ya que el servicio meteorológico prevé que el humo se mantenga durante el fin de semana. El fenómeno, que ya afectaba al norte de la provincia de Buenos Aires, al sur de la de Entre Ríos y algunas ciudades de Uruguay, ya ha llegado a La Plata (50 kilómetros al sur de la capital argentina). Además, en algunas localidades bonaerenses como Pilar y Ezeiza se detectó una lluvia de cenizas. Algunas escuelas suspendieron las clases de educación física.
Los bomberos, mientras, tratan de sofocar el incendio como pueden. El terreno es fangoso y con mucha vegetación. No se puede avanzar en camión. Tampoco pueden arrojar agua desde helicópteros porque el humo les impide volar. Los bomberos deben adentrarse a pie, con mangueras desflecadas que usan como látigos para sofocar el fuego.
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