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El debate no pinchó el balón Clegg

El líder liberal-demócrata aguanta el tipo en el segundo debate electoral en la televisión británica, aunque las encuestas dan ganador al conservador Cameron

Si el primer debate entre candidatos propulsó la figura de Nick Clegg a la categoría de fenómeno, la segunda liza televisada anoche procuró nuevos bríos a la imagen del conservador David Cameron, mucho más suelto, agresivo y seguro de sí mismo. El vencedor de la velada, aunque no de forma arrolladora, según una encuesta (YouGov) difundida justo al cierre de la emisión. El candidato no se reveló exactamente como esa encarnación del cambio que tanto propugnan los tories, pero logró acomodarse muy bien a las nuevas reglas del juego, que desde hace una semana se traduce en un verdadero pulso a tres bandas, y no a dos (Cameron y Gordon Brown) como él aspiraba.

La audiencia pudo ver a ese líder de la oposición que suele lucirse en las lizas parlamentarias, a un candidato de respuestas ágiles e incisivas y también a un hombre mucho más distendido en el lenguaje gestual. Incluso liberó un poco ese pelo engominado, tan al estilo del viejo establishment, que había lucido el jueves anterior, y sustituyó el azul de la corbata por un violeta repleto de posibilidades: su partido, dijo, no sólo está teñido del azul conservador, sino también del verde del ecologismo y de otros muchos más (defendió el aborto y los derechos de los gays).

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"Estoy de acuerdo con Gordon", llegó a decir en un momento del debate, dejando claro que lo que allí se dirimía era cómo iba a medirse las caras con el emergente rival liberal demócrata. Un publicista probablemente sentenciaría que ese cambio de piel no consiguió igualar los aires refrescantes que aportó Clegg en el anterior debate. Pero muchos analistas políticos coincidirán en que Cameron consiguió presentarse como alternativa al gobierno laborista ante aquellos votantes que recelan de las supuesta radicalidad de Clegg, tan explotada por la prensa conservadora en los últimos días. Y de la perspectiva de un Parlamento sin mayoría clara.

El debate no pinchó el balón Clegg, como las huestes tories pretenden sugerir, puesto que solidificó la idea de que sus aspiraciones son bien reales: el sondeo le concede un segundo lugar, pisando los talones a Cameron. Quien fuera el gran protagonista del primer debate consiguió replicar una actuación impecable a efectos de imagen, joven, resuelto y, sobre todo, el más cercano de los tres al hombre de a pie. Ya no era el aspirante que desplegaba sus propuestas entre blandas réplicas de los dos rivales, sino un líder forzado a explicarse sobre su rechazo a la renovación del programa Trident, y en general a la energía nuclear, sobre las convicciones europeístas de quien es hijo de holandesa y marido de española... Cameron incidió en ello y hasta Brown lo tildó de "antiamericano". Pero Clegg capeó hábilmente desde esa posición a la defensiva (en ningún momento se le vio descolocado) y siguió reincidiendo en el mensaje que le interesaba: "Nosotros hacemos las cosas de forma diferente que los dos viejos partidos".

Sería injusto afirmar que Brown ejerció de mero comparsa, porque sus respuestas estuvieron bien articuladas y se marcó algún que otro tanto. Es el formato, ese tono tan plano, su imagen algo mortecina y sus dificultades para conectar con el público, lo que le convierte en la pesadilla de cualquier asesor. Cuando la economía avanza boyante esas cuestiones tienen una importancia más que relativa, pero en el actual contexto de crisis son la encarnación misma del peso de trece años de gobierno laborista.

Los tres líderes, poco antes del debate
Los tres líderes, poco antes del debateAP

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