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Reinos de taifas nacidos de la URSS

Cinco repúblicas de Asia Central celebran el 20º aniversario de su independencia de Moscú marcadas por el autoritarismo, la corrupción y la pugna por el poder

Pilar Bonet

Cinco Estados de Asia Central (Kirguizistán, Uzbekistán, Tayikistán, Turkmenistán y Kazajistán), poblados por más de 60 millones de personas, festejan el 20º aniversario de una independencia que llegó como un regalo al derrumbarse la Unión Soviética. Sus líderes inauguran estatuas a héroes épicos, banderas con mástiles de longitud récord, importan trenes AVE y rescatan tradiciones como los consejos de ancianos. Sin embargo, el Estado de derecho ha progresado poco en la mayoría de estos países, donde codiciosas élites enquistadas en el poder medran a costa de ciudadanos con menos posibilidades de acceder a una sanidad o a una educación decentes que en época soviética.

El éxodo de los eslavos diezmó el número de trabajadores cualificados en Asia Central. Tras ellos, millones de uzbekos, tayikos y kirguizos emigran a Rusia para ganarse la vida. En Moscú y San Petersburgo hay enjambres de taxistas oriundos de Ferganá, la zona más poblada de Asia Central y la más explosiva, pues en ella se entrelazan las fronteras de Tayikistán, Uzbekistán y Kirguizistán, trazadas de forma artificial por Stalin para dividir los grupos étnicos. Por temor a incursiones, Uzbekistán mantiene mortíferas minas en aquellos confines.

Turkmenistán, Uzbekistán y Kazajistán son ricos en hidrocarburos
Las élites en el poder temen el contagio de la 'primavera árabe'

El índice de derechos políticos y libertades cívicas de la organización estadounidense Freedom House considera a Kirguizistán como el único país parcialmente libre de la zona y, a todos los demás, como países sin libertades, con Turkmenistán y Uzbekistán en la cola. En Kirguizistán ha habido dos alternancias en el poder (2005 y 2010) y, aunque fueron acompañadas de destructivas revoluciones, hay esperanza de que los comicios presidenciales del 30 de octubre consoliden el frágil equilibrio orquestado por la presidenta Rosa Otumbáyeva, que en diciembre abandonará su cargo en un gesto sin precedentes en la región.

El sultán centroasiático más excéntrico fue el turcomano Saparmurat Niyázov que se declaró "presidente de por vida" antes de su misteriosa muerte en 2006. Su sucesor, Gurbengulí Berdimujamédov, un dentista, eliminó los rasgos más pintorescos del régimen, pero no su carácter autoritario. En todos los países hay muertos, exiliados o encarcelados entre los personajes capaces de competir con sus dirigentes y, excepto en Kirguizistán, los partidos de oposición son marginales o se prestan a "imitar la democracia".

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Los sultanes más veteranos son el presidente kazajo Nursultán Nazarbáyev y el uzbeko Islam Karímov, que ya en la URSS eran los líderes comunistas de sus territorios y que, junto con el tayiko, Emomalí Rajmón, han ampliado sus mandatos a siete años. Rajmón se consolidó tras una guerra civil concluida en 1997, de la que quedan secuelas.

Los familiares de los sultanes ocupan cargos clave en ministerios, aduanas, ferrocarriles y empresas de hidrocarburos. La idea de fundar dinastías ronda en Kazajistán y en Uzbekistán, pero no todos los parientes son de fiar. Rajat Aliyev, exyerno de Nazarbáyev y exviceministro de Exteriores, aireó las intrigas familiares tras caer en desgracia en 2007. El otro yerno del presidente, Timur Kulibáev, jefe del Fondo del Bienestar Nacional, ha ingresado en la directiva del monopolio del gas ruso, Gazprom, lo que refuerza la idea de que podría suceder a su suegro.

En estilo y racionalidad, las élites difieren. Kazajistán fomenta la educación y ha enviado estudiantes con talento al extranjero. En Turkmenistán, se propagó la enseñanza del Rujnamá, un compendio "filosófico" redactado por Niyázov. También varía el nivel de privatización y de reforma económica. Kazajistán hizo reformas modélicas en el sistema financiero y de pensiones, lo que no es el caso de Uzbekistán o Turkmenistán.

Las revoluciones en el norte de África y países árabes reavivan el temor al contagio. En Dushambé, la capital de Tayikistán, el secretario de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), Nikolái Bordiuzha, dijo el sábado que esta entidad tiene lo necesario "para defender a sus participantes de conmociones análogas a los acontecimientos en Oriente Próximo y el Norte de África". Según el funcionario, hay que elaborar "medidas para defender a cada Estado, porque en todos hay infraestructura que se puede utilizar para desestabilizar la situación". En este aspecto, Uzbekistán es el país que más preocupa a Rusia, según comentó su presidente, Dmitri Medvédev, a interlocutores occidentales.

Karímov, que se presenta como abanderado contra el islamismo radical, oscila entre Moscú y Washington, según su percepción del peligro. En mayo de 2005, el régimen reprimió brutalmente un motín popular en la ciudad de Andijon, en Ferganá. Después, por temor a una revolución como la de Ucrania, Karímov echó a Estados Unidos de la base militar de Karshi-Janabad, que era un apoyo logístico para Afganistán.

Los Karímov tienen motivos para temer, y no solo a los islamistas. La familia está implicada en opacos movimientos de fondos provenientes de las riquezas de Uzbekistán, que es uno de los grandes productores de oro. Gulnara Karímova, hija del presidente y embajadora en España, era considerada la dueña de Zeromax, un conglomerado de empresas registradas en Suiza, que canalizaba las comisiones exigidas para participar en negocios en Uzbekistán. Zeromax fue disuelta en 2010, pero, en su lugar, apareció otra firma más discreta pero con funciones análogas, según medios informados.

Los países de Asia Central se enfrentan por el agua. Los pobres, como Tayikistán y Kirguizistán, esgrimen sus recursos hidráulicos frente a los ricos, dueños de hidrocarburos como Uzbekistán, Kazajistán y Turkmenistán. Uzbekistán obstaculiza el transporte de mercancías a Tayikistán en represalia por la construcción de la central hidroeléctrica de Rogún. La región tiene problemas comunes, como el narcotráfico desde Afganistán, y desastres ecológicos heredados de la URSS, como la desecación del mar de Aral debido al cultivo depredador del algodón, y la contaminación, como en el polígono nuclear de Semipalátinsk en Kazajistán.

Rusia, la antigua metrópoli, tiene bases militares en Kirguizistán y Tayikistán, y trata de mantenerse en la zona con ayuda de estructuras como la OTSC o la Organización de Shanghái, pero pierde influencia económica en provecho de Pekín, que promueve con tenacidad sus intereses y roe territorio a sus vecinos como Tayikistán y Kirguizistán al firmar nuevos tratados de fronteras.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.
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