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Reino Unido se prepara para la segunda visita papal de su historia

Escaso interés popular ante la llegada de Benedicto XVI

La indiferencia entre el público, la cobertura relativamente raquítica de los medios escritos y la devolución de miles de entradas que han llevado a los organizadores a reducir el aforo de los actos públicos han marcado los preparativos de la visita de Estado a Reino Unido que desde mañana y hasta el domingo realizará el Papa Benedicto XVI. Es la segunda llegada de un Papa a Reino Unido en su historia y la primera con carácter de visita de Estado. La anterior, la de Juan Pablo II en 1982, fue de carácter pastoral.

"No hemos buscado la cantidad sino la cualidad, y en especial la calidad visual", afirmó ayer en una rueda de prensa en Londres el arzobispo de Westminster y presidente de la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales, Vincent Nichols, quien aseguró que los católicos esperan "con gran interés" la visita pontificia.

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Pero, aunque los medios han dedicado un destacado espacio a la preparación de la visita en Internet y las televisiones han difundido algunos reportajes, la prensa escrita apenas esta semana ha empezado a concederle espacio, y nada parece comparable a la fiebre que desató la llegada en 1982 de Juan Pablo II. Eran otros tiempos en muchos sentidos, incluso en aspectos en nada relacionados con la religión o lo religioso. Apenas unas semanas antes de la llegada del Papa polaco estalló la guerra de las Malvinas, poniendo en peligro un viaje que tenía solo carácter pastoral. Al final, Juan Pablo II viajó a Reino Unido pero evitó verse con la primera ministra de la época, Margaret Thatcher, y meses después viajó a Argentina para evitar agravios comparativos.

Aunque Benedicto y su antecesor coinciden en sus posiciones conservadores en temas como el papel de la mujer en la Iglesia, la homosexualidad, los condones o ciertos avances científicos, su imagen pública es radicalmente distinta. El polaco tenía justo 62 años cuando pasó seis días en las islas y su fuerte personalidad y sus dotes de comunicación le permitieron reunir a dos millones de personas en varios actos de masas en Inglaterra, Escocia y Gales.

Benedicto llega con 83 años cumplidos y en un momento en que la Iglesia católica está cuestionada en todo el mundo por el escándalo de los abusos sexuales a niños. El hecho de que el Vaticano haya decidido cobrar entrada a los asistentes a los actos pastorales del pontífice no ha ayudado. El acto de Birmingham, que cuesta a cada peregrino 25 libras (30 euros) en concepto de "ayuda", se iba a celebrar en la pista del aeropuerto de Coventry, pero se ha acabado trasladando al parque de Cofton, más pequeño. La Iglesia espera a casi 55.000 personas, cerca de la capacidad máxima del recinto, fijada en 60.000. Al parque de Bellahouston, en Glasgow, acudieron cientos de miles de fieles en 1982: la capacidad ha sido ahora reducida a 80.000.

Y no es que el catolicismo esté en retirada en Reino Unido. La población es menos practicante que en 1982 y ni siquiera uno de cada cuatro católicos cumple con la obligación de la misa dominical, pero ahora los católicos son más numerosos que hace tres decenios: un sondeo de Ipsos Mori sugería que el año pasado había seis millones de católicos frente a los 4,2 millones de 1982, gracias sobre todo a la llegada de trabajadores de Europa del Este, África o países como Filipinas.

Aunque los católicos de importación son más conservadores que sus correligionarios nativos de las islas, los católicos británicos son bastante más progresistas que su jerarquía en temas como el papel de la mujer en la Iglesia, aborto, celibato u homosexualidad.

Benedicto XVI, durante una audiencia en el Vaticano, en marzo.
Benedicto XVI, durante una audiencia en el Vaticano, en marzo.AFP

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