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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Ollanta Humala, el Lula peruano

Los analistas políticos brasileños consideran que el presidente peruano Ollanta Humala ha elegido ser el "Lula andino", como ha escrito Patricia Campos en Folha de São Paulo. Nadie duda de que Humala ha hecho su elección: ha preferido el camino seguido por Lula en Brasil al de su homólogo venezolano, Hugo Chávez.

Brasil tiene los ojos puestos en cada ficha de ajedrez que mueve Humala para observar si sus afirmaciones de que pretende seguir la trayectoria del expresidente brasileño son reales o fueron solo un subterfugio para ganar las elecciones peruanas, el pasado 5 de junio.

Sin embargo, ya casi nadie se atreve a calificar al presidente peruano de "lobo con piel de cordero". El lobo escondido en él sería Chávez y la piel de cordero con la que se habría cubierto sería la de Lula. Por otra parte, existe, incluso, cierto orgullo de que el nuevo mandatario de un país clave en América como es Perú, haya preferido convertirse, como se convirtió el curtido sindicalista Luiz Inácio Lula da Silva, que tuvo que postularse cuatro veces a las presidenciales hasta conquistar el poder y que lo hizo, como Humala, cuando escogió seguir no los caminos de la revolución económica sino la neoliberal, heredada de su antecesor el sociólogo Fernando Henrique Cardoso, e incluso optó por colocar a hombres suyos, moderados, al frente de Economía y del Banco Central.

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Las primeras actuaciones de Humala confirman que ha abrazado el "lulismo" en lugar del "chavismo". Hoy se recuerdan las palabras que pronunció: "Reconocemos que existe un proceso exitoso en Brasil que promete crecimiento económico e inclusión social con respeto por el equilibrio macroeconómico", que fue la fórmula mágica que usó Lula para hacer crecer económicamente a Brasil, llevar a cerca de 40 millones de pobres a formar parte de la clase media y pasar casi inmune por la gran crisis económica mundial que comenzó en 2008.

El hecho de que también Humala escogiera el instrumento del "Compromiso con los peruanos", casi una copia de la "Carta a los brasileños" que firmó Lula en su campaña electoral en junio de 2002, en la que garantizaba que no habría ruptura de contratos, y con la que el exsindicalista espantó definitivamente los fantasmas que aún pesaban sobre él cuando fue elegido, confirma a los brasileños que Perú no va a ser una nueva Venezuela sino más bien un nuevo Brasil.

Los únicos miedos que algunos analistas, como Clovis Rossi, han apuntado, son que la victoria de Humala no fue tan contundente en Perú como la de Lula en Brasil y que Humala no tiene detrás la fuerza de un movimiento político como el Partido de los Trabajadores (PT), íntimamente ligado con todas las fuerzas sociales más progresistas, sin el cual y sin las cuales, Lula nunca habría sido elegido presidente de la República. Sin embargo, se apunta que Humala podría ser incluso "más cauto que Lula" precisamente porque no tiene detrás la fuerza popular que tenía el presidente brasileño.

En Brasil tranquilizan también las afirmaciones de los observadores norteamericanos y europeos que ya no dudan de que Humala está en proceso de profunda evolución y que "se mueve en la órbita del pragmatismo", como ha afirmado The New York Times. Fue el pragmatismo -que a veces chocó con las franjas más radicales de su partido- lo que caracterizó los ocho años del Gobierno de Lula y que siguen siendo visibles en el de su sucesora Dilma Rousseff, cada día más comprometida en su guerra contra la corrupción de lo que nunca estuvo el propio Lula.

Si Brasil pudiera dar un consejo a Humala sería que fuera capaz de realizar las grandes reformas, política y fiscal, que Lula no consiguió por la compleja configuración de la política partidaria brasileña, poco ideologizada y que se mueve con el motor de las prebendas concedidas por el Gobierno a sus respectivos partidos (lo que explica a veces la corrupción) más que a favor de un gran programa político nacional.

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