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Lula sigue reinando en la izquierda

La elección de Eduardo Dutra al frente del Partido de los Trabajadores supone un espaldarazo al presidente de Brasil a pesar de las tensiones

El ex sindicalista Luiz Inácio Lula da Silva, que hace casi 30 años fue uno de los cien fundadores del Partido de los Trabajadores (PT) de Brasil y el alma de su nacimiento, llegó a la presidencia gracias a que todo el PT, el mayor partido de izquierda de América Latina, se movilizó en las elecciones de 2002. Sin embargo, durante sus años de Gobierno, Lula ha mantenido una tensa relación con su partido: una parte del mismo cree que su fundador más prestigioso ha traicionado la esencia de la política económica izquierdista del PT para echarse en brazos de empresarios y banqueros con una política neoliberal, en la línea de su inmediato predecesor, el socialdemócrata Fernando Henrique Cardoso.

Las discrepancias de Lula, incluso con el Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MST), una de las asociaciones de base del PT más agresivas, hicieron que se rumorease que el presidente brasileño estaba pensando en fundar un nuevo partido, del que incluso se dijo que se apellidaría "lulista".

Ahora, tras las votaciones internas del partido celebradas el lunes, en las que fue elegido nuevo presidente del PT un hombre de confianza de Lula, el ex presidente de Petrobras Eduardo Dutra, el presidente de la República vuelve a hacerse con el partido. Con Dutra al frente del PT, éste se colocará el año próximo a su total disposición para que pueda ver cumplido su sueño de que la ministra de su Gobierno y ex guerrillera Dilma Rousseff obtenga la candidatura a la presidencia. Esto aseguraría la continuación de la política económica y social puesta en marcha durante sus dos mandatos y posiblemente le permitiría regresar al poder dentro de cuatro o, como máximo, ocho años.

La candidatura de Rousseff sería sólo un compás de espera. Ella misma califica ya su posible victoria como el inicio de un "tercer mandato de Lula".

Lula sabe que nunca hubiese sido presidente sin el PT, que puso en marcha todas las asociaciones de base del país y buena parte del mundo intelectual progresista, para apoyar su candidatura. Pero si Lula no hubiese llegado adonde llegó sin el PT, tampoco el PT hubiese conseguido lo que consiguió sin Lula, cuya figura, sin embargo, ha ido creciendo individualmente gracias a su aguda visión de la política, su olfato en las decisiones, su prestigio internacional, su pragmatismo y su carisma arrollador. Hasta tal punto, que se llegó a decir que el lulismo estaba desbancando al petismo, sobre todo después de que en 2005 el PT se viera envuelto en el gran escándalo del soborno a los diputados y la supuesta financiación ilegal del partido, que puso en peligro la permanencia misma de Lula en el poder.

El malabarismo político consiguió que Lula saliese ileso del escándalo. Pero el partido, que perdió a todos sus dirigentes, arrastrados por la corrupción, perdió también su virginidad como partido de la ética para convertirse en uno como los demás, con sus luces pero también con sus sombras.

A partir de entonces, las relaciones del PT con Lula dejaron de ser idílicas. Siguió defendiendo al partido frente a las acusaciones de corrupción, pero dejó que se desangrara toda la cúpula, que acabó dimitiendo. El actual ministro de Justicia, Tarso Genro, del ala izquierda del PT, intentó emprender una renovación ética nacida de los escombros del partido. Pero perdió la batalla entonces y la acaba de perder ahora, cuando el viejo grupo mayoritario de Lula, después de una travesía por el desierto, ha vuelto a ganar las elecciones internas. Con todo, Genro sigue siendo fiel al presidente.

Para Lula, la victoria de Dutra es también su propia victoria y la del PT, que ahora tratará de recuperar en las bases sociales y en el mundo intelectual el prestigio perdido, aunque la vuelta al partido de los que tuvieron que abandonarlo acusados de corrupción, muchos de ellos aún sometidos a procesos del Supremo, podría crear problemas para su imagen pública.

Sin embargo, Lula ha sido tajante, al igual que el nuevo presidente del PT: "No se puede impedir participar en la vida del partido a quien aún no ha sido condenado en firme".

REUTERS

Tres décadas agitadas

El Partido de los Trabajadores (PT) cumple el próximo 10 de febrero 30 años de existencia. Ahora, después de mil pruebas y envites internos y externos, ha acabado convirtiéndose en el mayor partido de izquierda de América Latina. Pero nació de la voluntad de más de un millón de metalúrgicos de la región conocida como ABC paulista, que pusieron en práctica la idea de crear un partido "con raíces en las organizaciones de base de la sociedad". Un partido principalmente de obreros y sindicalistas, que recelaba de la clase intelectual y del mundo universitario de entonces.

No fue Lula el único fundador del PT, pero fue sin duda el más importante de los 100 que firmaron el acta de nacimiento del partido, muchos de ellos aún vivos. A su fundación contribuyeron fundamentalmente los metalúrgicos, como Lula, el gran agitador de las grandes huelgas obreras y el alma de la nueva formación política. Pero también lo hicieron quienes volvían del exilio tras la dictadura militar y una buena parte de las asociaciones de base de la Iglesia católica que se inspiraban en la Teología de la Liberación.

El PT surgió, pues, de la voluntad de los trabajadores de contar con una formación política democrática, pero con fuertes raíces populares. Antes de su fundación fueron movilizados cientos de miles de militantes y simpatizantes en todo el país. A la firma del manifiesto de los 100 fundadadores del PT asistieron más de mil representantes de todos los Estados brasileños.

Pero su creación no fue tarea fácil. Hubo muchos enfrentamientos internos y cientos de disputas para determinar las líneas fundamentales de un partido que nacía ya con muchas caras, desde las de ribetes estalinistas a la ya entonces moderada y socialdemócrata de Lula, que no desdeñaba ni siquiera el diálogo con los militares, que nunca le habían obligado a exiliarse.

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