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EE UU refuerza su seguridad en todo el mundo mientras busca un objetivo para sus represalias

Estados Unidos reforzó ayer su seguridad en todo el planeta mientras sus servicios de espionaje rastreaban con medios humanos y electrónicos la nebulosa del integrismo islámico en busca de los autores del atentado del jueves contra el destructor USS Cole, que provocó la muerte de 17 marinos y heridas a 35 más. "Estamos buscando una dirección sobre la que desencadenar represalias fulminantes", declaró un especialista en antiterrorismo. Un grupúsculo egipcio y otro yemení, ambos asociados con Osama Bin Laden, emergían como principales sospechosos.

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Un grupo yemení se atribuye el ataque a la legación británica

Mientras los cuerpos de los marinos fallecidos en el atentado eran trasladados a una base estadounidense en Alemania, William Cohen, secretario de Defensa, reconoció en Washington que "es muy difícil, por no decir imposible", prevenir un atentado como el ocurrido en el puerto yemení de Aden. Dos kamikazes aproximaron una lancha neumática cargada de explosivos al costado izquierdo del USS Cole y una vez allí la hicieron explotar. El estallido, en el que debieron ser utilizados unos 220 kilos de explosivos muy potentes, abrió un agujero de 6 por 13 metros, que no hundió el buque por su magnífica construcción.El FBI y la CIA, implicados en la investigación con la ayuda de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), que toma fotos e intercepta conversaciones desde sus satélites, sospechan que los terroristas tenían cómplices en el puerto de Aden. Su lancha formaba parte de una flotilla que ayudaba en el amarre a las boyas del puerto del destructor norteamericano, que se había detenido allí para repostar combustible. Eso hizo que su maniobra no despertara sospechas.

El ataque contra el USS Cole supuso toda una novedad en la sangrienta e ingeniosa historia del terrorismo suicida de raigambre islamista. Cuarteles y embajadas estadounidenses en Líbano, Arabia Saudí, Yemen y África, al igual que soldados y civiles israelíes, habían sido hasta ahora objeto de ataques suicidas protagonizados por hombres a pie o al mando de coches, camiones y hasta burros. Pero lo de Aden, decían ayer fuentes de la CIA, es el nacimiento de un nuevo modelo: el terrorismo marítimo.

El espionaje de EE UU cree que la operación estaba preparada desde hacía tiempo y sólo estaba pendiente de una presa fácil como resultó ser el USS Cole. "Bin Laden llevaba tiempo buscando el modo de efectuar un ataque naval y, de hecho, se sabe que ha estado intentando comprar un submarino de bolsillo", dijo Harvey Kushner, un experto norteamericano en terrorismo islamista.

Bin Laden, el millonario de nacionalidad saudí que colaboró con EE UU frente a la URSS en Afganistán y luego se convirtió en la bestia negra de los norteamericanos, era el principal sospechoso del atentado. Bin Laden ocupa el primer lugar en la lista de personas más buscadas por el FBI desde los atentados de agosto de 1998 contra las embajadas estadounidenses en Kenia y Tanzania, que causaron la muerte de 224 personas y llevaron a Bill Clinton a ordenar ataques con misiles contra Afganistán y Sudán.

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Los especialistas norteamericanos subrayaban que Bin Laden, al que suponen escondido en Afganistán, es de origen yemení, esta casado con una yemení y tiene buenas conexiones en ese país. Y añadían que su red tiene estrechas alianzas con dos grupúsculos islamistas que operan en Yemen: Yihad Islámica Egipcia y el Ejército Islámico de Aden-Abiyán. Este último grupo, también llamado Ejército de Mahoma, busca una revancha por el fusilamiento en Yemen hace dos años de su líder, Zein al Abidin al Midhar, responsable del secuestro de 16 turistas occidentales, dos de ellos estadounidenses.

Políticos, diplomáticos, analistas y espías coincidían en Washington en relacionar de modo directo o indirecto el ataque contra el destructor de EE UU en Aden con los sangrientos enfrentamientos entre israelíes y palestinos, que han hecho descarrilar el proceso de paz apadrinado por Clinton y han situado la región al borde de la guerra. Esta crisis ha reavivado el sentimiento en el mundo árabe y musulmán de que, en los momentos críticos, Washington toma el partido de Israel.

Las autoridades estadounidenses extremaron ayer sus medidas de precaución. Todas sus embajadas y consulados en Oriente Próximo fueron cerrados hasta el lunes, al igual que las representaciones diplomáticas en Pakistán y ocho países africanos. El Departamento de Estado recomendó a todos sus compatriotas que viven en el extranjero que "sean cautos, eviten las multitudes y extremen sus medidas de seguridad personal", porque "la violencia puede no limitarse a Gaza y Cisjordania, sino extenderse a cualquier otro lugar". También pidió que sus compatriotas no emprendan viajes a Oriente Próximo si pueden evitarlo.

Las Fuerzas Armadas de EE UU, en la metrópoli o el exterior, seguían en estado de alerta. Al nerviosismo norteamericano contribuían informaciones sobre movimientos inusuales de las tropas iraquíes. Pero la Casa Blanca o el Pentágono no emitían señales de que una acción militar de represalia, como las de agosto de 1998 o los periódicos castigos a Irak, fuera inminente. No tenían claro el blanco de una acción semejante.

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