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"Estamos librando combates infernales"

Los talibanes oponen fuerte resistencia en el segundo día de la ofensiva de los 'marines' - Unos 800 soldados británicos se suman al ataque en Helmand

Unos 800 soldados británicos se sumaron ayer a los marines estadounidenses en el segundo día de la gran ofensiva lanzada en la provincia sureña afgana de Helmand por las fuerzas de EE UU. En su avance en el bastión talibán, los 4.000 marines encontraron los primeros focos de resistencia de los insurgentes. El general Lawrence Nicholson indicó a la agencia France Presse que algunas unidades estaban "librando combates infernales" y afrontando "desafíos complicados".

En su intento por preservar a la población civil, los marines no recurrieron al uso de artillería pesada ni a bombardeos aéreos, lo que complicó los enfrentamientos con los insurgentes, que se concentraron en los alrededores de la ciudad de Garmsir, en el extremo sur de la provincia. Anoche no había información oficial acerca de las víctimas. Al menos 20 insurgentes murieron en combates en la limítrofe provincia de Zabul. Mientras, las tropas británicas se hicieron con el control de varios puentes para dificultar la capacidad de movimiento de los talibanes entre las dos principales ciudades de la provincia, Gereshk y Lashkar Gha.

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Los mandos estadounidenses se muestran preocupados por la reacción de los civiles ante esta nueva ofensiva. El objetivo es conseguir su apoyo, inspirados en la exitosa estrategia iraquí del general David Petraeus.

En muchos de los pueblos a los que aspiran a llegar los marines, sus habitantes nunca han visto un soldado de la OTAN o norteamericano, ni se han beneficiado de ninguno de los proyectos de reconstrucción prometidos por la comunidad internacional. Eso, en el mejor de los casos. En el peor, la experiencia de los helmandíes con los militares extranjeros se limita a un avión lanzando bombas que tienen como objetivo a los talibanes, pero que con demasiada frecuencia se llevan por el camino a civiles.

Durante casi ocho años de guerra, las fuerzas internacionales apenas han hecho acto de presencia en un tercio de los distritos que forman Helmand. Y eso que, supuestamente, esta provincia es la que más recursos está recibiendo de todo el país. El número de tropas no ha sido hasta ahora suficiente para mantener un control efectivo del terreno.

Así las cosas, Helmand y buena parte de Afganistán son territorio talibán. No sólo por el control militar de los insurgentes sobre la población, sino porque los afganos que viven allí acuden a los hombres del mulá Omar para aquellas necesidades que debería cubrir el Estado. "En las zonas que nosotros controlamos hay seguridad y justicia. No hay robos, secuestros, ni gente cobrando peajes. La gente sabe que si hace algo malo, nosotros impondremos justicia", cuenta a este periódico el maulavi Sayed Sha Moshle, un jefe talibán de Helmand designado responsable de reformas del movimiento en el oeste del país.

Seguridad y justicia

Educado y elocuente, Sayed fue jefe de distrito en la provincia de Ghor durante el régimen talibán. Tras la caída del régimen, Sayed huyó con muchos de sus correligionarios a Pakistán, donde se mantuvo dos años a la espera. A finales de 2003 volvió a Afganistán y fundó una pequeña madraza en el norte de la provincia de Herat. "Cuando llegué allí, el 85% de la gente estaba en mi contra. No querían saber nada de los talibanes, esperaban mucho de las tropas internacionales. Pero poco a poco se dieron cuenta de que esos extranjeros no venían a ayudar. No han hecho nada de lo que prometieron. Empezaron a matar gente con sus aviones. No respetaron el islam ni nuestras costumbres. Ahora el 85% de la gente está con nosotros", cuenta.

Seguridad y justicia expeditiva, los mismos pilares sobre los que el mulá Omar edificó el avance de su movimiento en los noventa, cuando Afganistán se desgarraba por las luchas entre los señores de la guerra. Los talibanes las imponen ahora sin piedad en sus territorios. Cerca de Helmand, en la provincia de Farah, 12 tribunales aplican justicia en el acto, a partir de la interpretación talibán de la sharia y el código tribal pastún. Manos cortadas. Ahorcamientos. Crueldad para quienes se les oponen. Este periódico tuvo acceso a un vídeo en el que los talibanes azotan hasta la muerte a un mulá que rezó en el funeral de un policía asesinado por ellos. En Farah, el Gobierno de Karzai sólo es una referencia remota.

"Todos sabemos que los talibanes hacen cosas malas, que a veces son crueles, pero desde que llegaron a nuestro pueblo, dormimos con las puertas abiertas sin miedo a que nadie nos robe o nos mate. Y eso es mucho más de lo que el Gobierno y los extranjeros han hecho por nosotros", cuenta Hamidullah, hijo de un pequeño comerciante. Su casa está en Bala Murghab, en plena zona de responsabilidad española en Herat.

Un soldado estadounidense dispara con un mortero sobre posiciones talibanes.
Un soldado estadounidense dispara con un mortero sobre posiciones talibanes.REUTERS

El reino del opio

- El 93% de la producción mundial de opio procede de Afganistán, según datos de la ONU. En 2008, unas 157.000 hectáreas de tierra estaban dedicadas al cultivo de la amapola en el país asiático, un 19% menos que en 2007. De ellas, 103.000 se hallaban en la provincia de Helmand.

- El valor de exportación del opio, la morfina y la heroína producidos en Afganistán ascendió en 2008 a unos 2.400 millones de euros, según los precios de mercado en las fronteras.

- La ONU calcula que los talibanes obtienen entre 200 y 340 millones de euros anuales gracias a impuestos sobre la producción de amapolas, el procesamiento y el tráfico de opio.

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