China, el mejor aliado de los generales
Pekín se convierte en la clave diplomática por su relación privilegiada con la junta birmana
A medida que se agrava la crisis en Myanmar, la mirada de la comunidad internacional se dirige hacia China, el aliado más firme de la Junta Militar birmana. En su condición de socio comercial privilegiado y de gran proveedor de armas a Yangon, Pekín se ha convertido en la clave de cualquier esfuerzo por intentar contener a la dictadura de los generales. Los intereses económicos de China, sin embargo, son también el principal obstáculo que impide impulsar acciones concretas multilaterales.
Los llamamientos al Gobierno chino se multiplican. El primer ministro japonés, Yasuo Fukuda, se reunió ayer en Tokio con su homólogo, Wen Jiabao, a quien pidió "que ejerza su influencia" para buscar una salida a la crisis. "El primer ministro Wen contestó que lo haría", aseguró Jiabao. La misma respuesta amable recibió el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, del ministro chino de Exteriores, Yang Jiechi, al que recibió el jueves en la Casa Blanca. Jiechi tenía programada una reunión con Stephen Hadley, asesor de seguridad nacional, pero finalmente se encontró en el Despacho Oval con el propio Bush, que le pidió que China "ayude a lograr una transición pacífica a la democracia".
Pekín ha hecho algunos movimientos, como mediar para que Myanmar acepte la visita del enviado especial del secretario general de la ONU, Ibrahim Gambari. También ha expresado su "preocupación" por la situación y ha pedido "contención a todas las partes".
Al mismo tiempo, sin embargo, la diplomacia china ha impedido que el Consejo de Seguridad de la ONU, a instancias de Estados Unidos y la Unión Europea, condenara la violencia en Yangon. "Un eventual derrocamiento de la junta tendría un serio impacto para China, que ha invertido mucho en Myanmar en los últimos 20 años", aseguraba a la agencia Reuters Ian Storey, miembro del Instituto de Estudios de Sureste Asiático, con sede en Singapur. "Entrando en el terreno de la especulación, si un Gobierno más prooccidental tomara el control, China podría ver limitada su presencia".
Encajonado entre China e India, Myanmar es una presa pequeña pero jugosa en la dura batalla por las fuentes de energía que sostienen dos de las naciones más pobladas del planeta. Sus reservas probadas de gas suponen únicamente el 0,3% de las reservas mundiales, pero la cifra real es mucho mayor, dado que no hay actividades de exploración.
El gigante petrolero Petrochina parece haber ganado la última batalla, al lograr, a principios de este año, un acuerdo para la construcción de un gasoducto en las mismas narices de India. Pekín ha aderezado el acuerdo con un proyecto de oleoducto, que iría en paralelo y facilitaría el transporte de crudo saudí a China, al evitar el estrecho de Malacca. La decisión última depende del régimen de Myanmar, al que China trata con guante de seda.
La compañía con mayor presencia en Myanmar es la tailandesa PTT Exploración y Producción, una subsidiaria de PTT, que obtiene de Myanmar casi una quinta parte del gas empleado en sus plantas eléctricas. "No creemos que la crisis vaya a durar mucho", aseguraba ayer un portavoz de la compañía. Tailandia comenzó en mayo la construcción de una presa hidroeléctrica en el río Salween, con una inversión de 6.000 millones de dólares. Amnistía Internacional pidió ayer al Gobierno tailandés que suspenda los proyectos que comparte con las autoridades birmanas.
Los observadores no predicen un cambio inminente de régimen en Myanmar. De momento, los grandes inversores, como PTT, la francesa Total o la coreana Daewoo, operadora de un proyecto de gas multimillonario, llevan sus negocios como siempre. "La política es la política. Y los negocios son los negocios", declaró Cho San-hyun, portavoz de Daewoo.
Algunos analistas creen que mientras las petroleras occidentales se han quedado al margen, por la prohibición estadounidense de nuevas inversiones y por el peso de las críticas de la opinión pública, sus rivales orientales están tomando ventaja. Las empresas chinas, indias o rusas se han unido a la cacería.
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