Bush justifica la tortura en la guerra contra el terrorismo
El ex presidente dice en sus memorias que se planeó un ataque a Irán
A lo largo de 497 páginas -incluidos índice y una corta introducción de página y media-, George W. Bush pasa revista a sus ocho años en la Casa Blanca y justifica la tortura empleada durante la guerra contra el terrorismo porque "ayudó a salvar vidas". Desde ayer está a la venta en Estados Unidos Decision Points (Momentos decisivos), el libro de memorias del último presidente republicano del país, en el que admite: "Las cosas se podrían haber hecho de otra manera". Pero las expone de tal forma que no parece haber estado en su mano hacerlas de modo diferente.
"Mi labor consistía en proteger a Estados Unidos y eso fue lo que hice", escribe el ex mandatario. "Por supuesto", respondió Bush a la CIA cuando se le preguntó si daba su autorización para practicar el tristemente conocido como waterboarding (ahogamiento simulado) sobre el detenido paquistaní Jaled Sheik Mohamed, cerebro de los ataques del 11 de septiembre de 2001.
"Esos interrogatorios ayudaron a desbaratar planes para atacar instalaciones de la diplomacia norteamericana y otros objetivos dentro de EE UU", escribe Bush. Las palabras del ex presidente reavivan la controversia sobre el uso de tortura por parte de su Administración en un momento en que el Partido Republicano busca su rehabilitación de cara a las elecciones de 2012.
Las memorias no son cronológicas sino temáticas, y se abren con un capítulo en el que Bush reconoce que la decisión más dura de su vida fue dejar de beber. "Sin abandonar el alcohol, nada de lo que cuento después [en referencia a sus años en la Casa Blanca] hubiera sido posible".
No hubiera sido posible la guerra de Irak, sobre la que Bush reconoce la inexistencia de las armas de destrucción masiva; ni las malas decisiones en torno a la catástrofe humanitaria del huracán Katrina. En todos los casos, el ex presidente rechaza la disculpa: "Envié a las tropas norteamericanas a luchar en una guerra que se basó en parte en información del espionaje que resultó falsa", "el problema con Katrina no fueron las decisiones sino el tiempo que llevó tomarlas". El presidente que embarcó al país en dos guerras -también ordenó al Pentágono diseñar planes para un ataque a las instalaciones nucleares iraníes y estudiar otro ataque encubierto contra Siria- que ya han causado más de 5.000 soldados estadounidenses muertos en combate se define a sí mismo como una fuerza disidente dentro de su Gabinete, al oponerse en principio a invadir Irak. "Yo no quería usar la fuerza", dice.
Siguiendo con Irak, Bush informa de que abrió la puerta a su amigo Tony Blair, entonces primer ministro de Reino Unido, para que no enviara tropas a aquel país ante la moción de censura que le preparaba el Parlamento. Blair -del que Bush asegura que nunca vaciló en el respaldo que otorgó a las políticas de Washington- le contestó que estaba decidido a la aventura iraquí aunque le costara el Gobierno.
"Un tipo sencillo", "cálido, entrañable y extraordinariamente humano". Así es Bush para Bush. Un hombre que está "en paz" y tiene "cero deseos" de intentar luchar por su reputación.
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