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Reportaje:

64 años después de Stalin

El mandatario del Kremlin visita Teherán en un momento en que EE UU quiere nuevas sanciones contra el régimen iraní

Ángeles Espinosa

El Gobierno iraní tachó ayer de "guerra psicológica" de Occidente la noticia de un supuesto complot para asesinar en Teherán al presidente ruso, Vladímir Putin. Con la comunidad internacional dividida sobre la necesidad de imponer nuevas sanciones a Irán por su programa nuclear, la presencia de Putin -que asiste hoy a la cumbre de países ribereños del mar Caspio- será la primera de un inquilino del Kremlin desde Josef Stalin, cuando se reunió en 1943 en Teherán con el primer ministro británico Winston Churchill y el presidente estadounidense Franklin Roosevelt durante la II Guerra Mundial.

"Se trata de una noticia absolutamente infundada y en línea con la presión psicológica de quienes están en contra de una buena relación entre Irán y Rusia", declaró el portavoz de Exteriores iraní, Mohamed Ali Hoseini, en referencia a los planes de un atentado suicida contra Putin revelados por la agencia rusa Interfax el domingo. Hoseini añadió que no iba a afectar a la visita del mandatario, prevista para anoche, y que debería prolongarse hasta mañana miércoles.

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Amenaza real o falsa, la información supuso un contratiempo para los responsables iraníes al poner en duda la visita durante unas horas. Teherán ha presentado la cumbre del Caspio, y en especial la asistencia de Putin, como una prueba del fracaso de la política de aislamiento de Occidente y una victoria de su diplomacia. Desde su llegada al poder, el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, ha favorecido las relaciones con sus vecinos de Oriente con el objetivo de reforzar los lazos con Rusia y China.

En calidad de miembros permanentes del Consejo de Seguridad, la República Islámica confía en ellos para frenar la presión de EE UU contra su programa nuclear, en especial ahora que Washington impulsa una tercera resolución sancionadora. Aunque ambos apoyaron las anteriores, también se han mostrado críticos con la impaciencia estadounidense y tomado distancias con las amenazas más o menos veladas de recurrir a la fuerza.

Ahmadineyad reiteró el jueves que "Irán desea fortalecer las relaciones con Rusia". Pero más allá de la retórica oficial, los iraníes desconfían de los rusos. "Los analistas están convencidos de que Putin intenta usar Irán como un instrumento en sus negociaciones con Occidente", escribía el Iran Daily el domingo. Para ese periódico moderado hay muchas posibilidades de que, tras sus recientes entrevistas con los presidentes de Francia y Alemania, y los secretarios de Estado y de Defensa de EE UU, el líder ruso "traiga un ultimátum occidental a la República Islámica".

La comunidad internacional sospecha que el empeño iraní en enriquecer uranio esconde la ambición de hacerse con armas atómicas. Teherán niega ese extremo y asegura que sólo pretende garantizarse el combustible necesario para sus centrales nucleares. Rusia ha mantenido hasta ahora un equilibrio interesado.

Por un lado, sus técnicos están ayudando a Irán a construir la central de Bushehr, un contrato de mil millones de dólares (unos 700 millones de euros), y le ha vendido misiles tierra-aire por valor de 700 millones de dólares para defender sus emplazamientos nucleares. Por otro, ha retrasado en varias ocasiones la finalización de los trabajos de la planta, lo que convenientemente pospone la entrega del combustible nuclear. Aunque Moscú ha justificado las demoras con diferentes pretextos, los iraníes sospechan de la presión de EE UU. Pero ahora las relaciones rusas con Occidente se encuentran en un momento delicado.

Si Putin se comprometiera a acelerar la conclusión del proyecto, el Gobierno de Ahmadineyad se sentiría respaldado en sus ambiciones. Sin embargo, la desconfianza es recíproca. A pesar de que el líder ruso asegura ante Occidente no tener constancia de que Irán aspire a producir armas atómicas, ya en su día exigió que Teherán aceptara devolverle el combustible nuclear utilizado para evitar su potencial desvío. Además, el Kremlin ha dejado claro que no desea un Irán nuclear y pedido a sus responsables que acepten los controles internacionales sobre su programa civil.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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