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LA INVESTIGACIÓN DEL 11-M

Los cadáveres de los suicidas de Leganés tenían cables y explosivos incrustados

Pablo Ximénez de Sandoval

A las 21 horas del sábado 3 de abril, siete terroristas se volaron junto al explosivo que les había sobrado de la masacre del 11-M. Se llevaron por delante a un miembro de los GEO y un bloque de viviendas entero de Leganés. Pasada la medianoche, la policía aún mantenía acordonada la zona y a los vecinos fuera de sus casas por la posibilidad de nuevas explosiones. El riesgo permaneció incluso durante el levantamiento de los cadáveres.

Por último, en el Instituto Anatómico Forense, los médicos tuvieron que llamar a los TEDAX mientras practicaban las autopsias. "Tenían cables y trozos de explosivo incrustados en el cuerpo", detallan fuentes del centro. La presencia de los expertos en explosivos de la Policía Nacional se hizo necesaria al menos en dos ocasiones.

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Sin embargo, "no teníamos a nadie de ese perfil entre las pobres víctimas de los trenes", explican. La distinción es pertinente, porque la sospecha de que hubiera un terrorista suicida en los trenes ha permanecido desde su difusión en los medios el 11-M hasta la comisión parlamentaria que investiga lo sucedido. Por "la patología lesional [de las víctimas]", o porque no había "ninguna sustancia impregnada", no había "nada que nos hiciera pensar que había un suicida", explicó en la comisión Carmen Baladía, la directora del IAF.

A esa sospecha contribuyeron, de nuevo, las bolsas cero de restos, ya que llegaron a ser contabilizadas como cadáveres, supuestamente tan destrozados que no podían ser identificados. La afirmación de que todos esos restos están identificados y atribuidos a muertos o heridos en la masacre elimina las dudas.

Baladía explicó en la comisión del 11-M que esa conclusión no se basa sólo en el examen médico forense, sino también en datos culturales y de nacionalidad. Entre los cadáveres de los trenes había "tres marroquíes", explicó. Si alguno de ellos participó en el atentado, desde luego no tenía intención de morir en él. "Uno llegó del hospital. Los otros dos fueron levantados en El Pozo". Eran un hombre y una niña de 13 años. El hombre conservaba su "camisa de cuadros roja, jersey gris, pantalón de pana...". Baladía detalló que "la onda expansiva le vino por detrás".

Otro dato que alimentó la sospecha fue la presencia entre los restos de una columna vertebral totalmente descarnada, lo que hacía pensar que había estado muy cerca del explosivo, prácticamente como si lo llevara encima. El fragmento pertenecía a un español, funcionario de la Delegación del Gobierno de Madrid, según fuentes del Instituto Anatómico Forense.

Sólo uno de los seis cuerpos identificados de los suicidas de Leganés ha sido reclamado por su familia. Se trata del de Jamal Ahmidan, El Chino, cuya entrega ha sido autorizada por la juez Teresa Palacios, encargada del caso. Sin embargo, una formalidad (la licencia de enterramiento) impide por ahora que sea entregado a la familia. Para el resto de los cadáveres, la práctica jurídica habitual es que, si nadie los reclama, sean enterrados a cargo de la beneficencia en cuanto el juez lo autorice. El juzgado tendría la información de dónde se encuentran por si fuera necesaria su exhumación para nuevas pruebas.

Traslado de uno de los cadáveres de los suicidas de Leganés.
Traslado de uno de los cadáveres de los suicidas de Leganés.M. ESCALERA

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Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

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