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'Afrobeat', elecciones y éxtasis amoroso

Tony Allen y Toumast impregnan de ritmo un Womad de Las Palmas donde Obama salía en todas las conversaciones

Aunque no le reconozcan, ese africano de 68 años que pasea por la Playa de las Canteras con unas gafas de sol estrepitosas y un gorrito de lana que da calor con sólo mirarlo ha de ser necesariamente un artista. Responde al nombre de Tony Allen y se le perdonan las extravagancias porque apenas doce horas más tarde, a eso de las dos de la madrugada del domingo, se convertirá en el sumo sacerdote plenipotenciario del Parque de Santa Catalina. "¿Usted es un músico o una institución?", le preguntaron. "Por favor, una institución", respondió al momento, sin que asomara atisbo de socarronería.

Allen ha simbolizado bien el espíritu de este decimocuarto Womad de Las Palmas, la marca impulsada por Peter Gabriel para diseminar a los cuatro vientos la buena nueva de los ritmos étnicos. Figura venerable de la música africana y pionero del llamado afrobeat -la infecciosa mezcla de jazz, soul, funk, palpitación africana y demás expresiones de la negritud-, el que fuera brazo derecho de Fela Kuti no sólo ofreció un concierto notable en estos cuatro días de música al aire libre. También demostró mantener un enorme ascendente sobre discípulos directos (Femi Kuti) o admiradores de segunda generación, como los neoyorquinos Antibalas.

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Podría estar orgulloso de unas cosas y otras, pero Allen no parece el mejor compañero para echarse unas risas. Mientras otros músicos participantes (los jaraneros Paprika Balcanicus, pongamos por caso) admitían sin ambages su regocijo al disfrutar "de un tiempo delicioso y unas mujeres encantadoras", el batería nigeriano optó por un discurso teñido de amargura. "Soy una persona negativa", admite. "Ahora en Europa me conocen más por The Good, The Bad & The Queen [su grupo junto a Damon Albarn y Paul Simonon], pero en ese proyecto no he pretendido aprender ni enseñar nada de nadie. Intento tocar bien, eso es todo. Ah, y me aburre dar definiciones sobre afrobeat. Hay otros músicos que podrían contestar a ese respecto, pregúnteles a ellos".

Uno de esos músicos es el también nigeriano Omayo, el hombre que capitanea a los doce intérpretes multirraciales que operan desde Brooklyn bajo el nombre de Antibalas. Compañero de portal de los hoy muy en auge TV On The Radio ("conozco sus canciones desde que se compraron las primeras maquinitas"), Omayo ha impregnado el espíritu del afrobeat a un heterodoxo colectivo de gringos, británicos o mexicanos. Y es, en efecto, más explícito con las descripciones. "Un buen tema de afrobeat tiene mucho parecido con un orgasmo. Es intenso y a la vez debe durar entre diez y quince minutos, para que el ritmo genere un estado de trance y nos aproxime al punto de ebullición".

Antes de emprender semejante estallido de ritmos y feromonas, el líder del multitudinario colectivo invierte casi media hora frente al espejo para maquillarse el rostro a la manera que se pintaba su abuela, médium de profesión. Porque, voluptuosidades al margen, Omayo reivindica en su música un importante componente de espiritualidad. "De alguna manera estoy invocando a los espíritus, a los orígenes. Quizás no se lo crea, pero he vivido algunas experiencias casi paranormales al respecto. Sobre todo cuando tocamos en clubes pequeños y sudorosos. A veces suceden cosas...".

Femi Kuti no parecía tan predispuesto a abrir ningún expediente X, pero en cambio invirtió sudor por litros en el concierto de clausura del certamen. Más espídico que sólo enérgico, el hijo de Fela repasó entre aspavientos su nuevo repertorio (el álbum Day by day acaba con siete años de sequía) y alternó los momentos electrizantes con otros bastante más plomizos. Por mucho que tres muchachitas ligerísimas de ropa y sin cualificación musical conocida no pararan de arroparle con remolinos pélvicos durante todo el concierto.

En una edición de nivel apreciable (pero menos que otras veces) y acogida multitudinaria (sin alcanzar el reventón de público del año pasado), los mejores descubrimientos tienden a producirse en los escenarios secundarios. Tal fue el caso de Toumast, con un espléndido guitarrista eléctrico tuareg que avaló, una vez más, el predicamento de que sigue gozando Jimi Hendrix en todo el continente africano. Hermano en estilo y filosofía de formaciones como Tinarawen o Etran Finatawa, Moussa Keyna recordó su sorpresa cuando descubrió a los bluesmen estadounidenses. "Yo sentía el blues como hijo directo de nuestro desierto africano. La primera vez que crucé el charco y comprobé que allí utilizaban ese mismo lenguaje, llamé a mis amigos marroquíes para confesarles mi asombro".

A falta de un triunfador musical claro, este decimocuarto Womad grancanario se recordará como el año en que el nombre de Barack Obama terminaba aflorando en todas las tertulias. Los chicos de Antibalas aún lucían ojeras de la fiestuqui que se marcaron con motivo de la noche electoral. Y hasta Tony Allen admitió, tímidamente, sentirse "esperanzado" al respecto. "La historia de África es tan triste que me duele hablar de ella. Quiero pensar que algo cambiará ahora con este hombre, un afroamericano que llega de la nada y puede sacudir muchas conciencias". Por un fugaz momento, hasta pareció que sonreía.

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