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Crónica:CARTA DEL CORRESPONSAL / Moscú
Crónica
Texto informativo con interpretación

El quiosco de la esquina

Pilar Bonet

Serguéi Sobianin se inició con mal pie como alcalde de Moscú, cargo en el que sustituyó al populista Yuri Luzhkov, destituido por el presidente de Rusia el pasado otoño. En uno de sus primeros paseos por la ciudad, Sobianin consideró que los quioscos, que son la principal fuente de abastecimiento cotidiano de los moscovitas, afeaban el paisaje urbano y, ni corto ni perezoso, destituyó a dos dirigentes de barrio.

Por miedo a correr la misma suerte, los burócratas municipales emprendieron una campaña para civilizar a decenas de miles de quioscos y remolques. Por razones históricas, y por la forma en que se llevó a cabo la privatización de los inmuebles, estas ligeras y variopintas construcciones cumplen la función de comercio de la esquina en Moscú y ofrecen una amplia gama de productos que incluyen periódicos, libros, refrescos, empanadillas, pasteles, pizzas, pan, fruta, leche y también flores, tabaco, medias, gorros y entradas para conciertos o representaciones teatrales. Muy concurridos a la ida o la vuelta del trabajo, son los quioscos, junto con las bocas de metro, los que más desagradan al alcalde.

Los quioscos son la principal fuente de abastecimiento de los moscovitas

El municipio la emprendió, pues, con los quioscos y, en pocos días, miles de ellos desaparecieron, trasladados por las grúas a paraderos ignotos como si de coches mal aparcados se tratara. Desorientados y confusos, los moscovitas buscaron en vano a sus proveedores habituales, víctimas de una deportación que no respetó ni contratos vigentes ni documentos en regla. Las protestas han sido muy numerosas. La Sociedad de Defensa de los Consumidores se dirigió a la Fiscalía del Estado, mientras los empresarios más fuertes (una cadena de comida rápida que perdió 60 quioscos) interponían demandas judiciales. La organización de apoyo al empresariado (OPOR) calcula que la campaña ha supuesto unas pérdidas de 1.000 millones de rublos y ha dejado sin trabajo a 10.000 personas. En el Ayuntamiento reconocen que se excedieron, pero están lejos de ofrecer soluciones satisfactorias. Lo que proponen es sustituir los corrales del pasado por tres nuevos modelos de quiosco (clásico, moderno y estilo libre) diseñados por el Comité de Arquitectura de Moscú. La variedad más simple de los nuevos modelos -sin nevera ni horno ni agua corriente- cuesta 500.000 rublos, una cantidad muy gravosa para los pequeños comerciantes que alquilan estos locales, ya sea directamente al Ayuntamiento o bien a empresarios que se han adjudicado las licencias. La nueva distribución de los pequeños comercios de Moscú debe quedar ultimada para el 1 de mayo y los comentaristas prevén ya que el consumidor acabará pagando todo este trasiego.

Con su desafortunado comienzo, el alcalde, procedente del Kremlin, demostró su desconocimiento de la vida cotidiana de Moscú, donde las redes de supermercados están poco desarrolladas y las antiguas tiendas de comestibles soviéticas, los gastronom, que nunca fueron demasiado numerosos, han sido sustituidas por caras tiendas de moda, cafés y restaurantes. En la avenida de Kutuzovski, lugar de paso de los altos dirigentes del Estado camino del Kremlin, un supermercado de una cadena de lujo contrasta con dos quioscos, uno de verduras y frutas y otro de leche y pan, situados a poca distancia. En el supermercado, los rusos con recursos adquieren vinos de Rioja y barras de pan, cuyos precios multiplican por cuatro los que se pagarían en España. En los quioscos, los vecinos del barrio compran naranjas, patatas y kéfir y tratan a las dependientas por su nombre de pila.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.
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