La vida es un festival (musical)
Casi 200.000 aficionados disfrutan del primer gran fin de semana de conciertos en España - Metallica muestra su contundencia en el Electric Weekend
Cada vez más, los espectáculos de rock al aire libre, por su condición de triunfal celebración, se definen con más rigor con una imagen. Y ésta, qué curioso, suele producirse lejos del escenario. La imagen del Electric Weekend, de Getafe (Madrid), se dio incluso fuera del recinto: unas 1.000 personas se comprimían en unos pocos metros, justo en el único lugar donde se podía ver la esquina de una de las pantallas de vídeo que recogía la actuación de Metallica, reyes del festival. Eran las doce de la noche del sábado. Algunos incluso zarandeaban el brazo y cantaban a voz en grito. Y todo por cero euros. Dentro, 50.000 personas (éstos sí, de pago) botaban en ebullición en la jornada más concurrida de un fin de semana de locura festivalera para todos los paladares.
Los hiphoperos se concentraron en el norte de Madrid, en San Sebastián de los Reyes, en el Cultura Urbana. Unos 30.000 espectadores en las dos jornadas. En Barcelona estaban los degustadores de pop exquisito. En tres citas, el Primavera Sound convocó a más de 50.000 personas. Y, finalmente, el rock duro en Electric Weekend, con 100.000 seguidores en dos días. En total, casi 200.000 aficionados en el primer fin de semana de lo que se nos viene encima: de aquí a octubre casi un centenar de festivales de todo tipo.
Cuatro horas antes de su concierto, el líder de Metallica, James Hetfield, de 43 años, se presentó en una carpa del festival para un encuentro con cinco medios. Hetfield es un tipo que, en las distancias cortas, impone casi más que subido a un escenario. Luce una frondosa perilla pelirroja y se ha vestido con una camiseta con la imagen de Cliff Burton, el bajista de Metallica que murió en 1986 en un accidente de tráfico cuando quedó aplastado por el autobús de la gira.
"¿Todos los periodistas que estáis aquí sois de medios rockeros?". "Sí", mentimos algunos para no alterar a la fiera. Después, Hetfield despachó buen humor, incluso cuando se tocaron algunos asuntos incómodos, al preguntarle si todavía necesita a un psicólogo, como se ve en ese imprescindible documental Some kind of monster, la mejor y más valiente historia filmada sobre un grupo de rock con tantas grietas que parece imposible su reconstrucción. "¿Tú crees que necesito un terapeuta en este momento?". Sí. Hetfield te responde esto y mirándote a los ojos sin pestañear, ya queda todo aclarado.
Después, comenta, también sobre este documental donde el grupo deja que las cámaras filmen (absolutamente) todo justo en el momento en el que se dan asco los unos a los otros: "Lo he visto un par de veces y, la verdad, no es muy cómodo verse a uno mismo perdiendo los papeles. A ti tampoco te gustaría verte en vídeo cuando has tenido una bronca con tu madre. Pero creímos que era importante dejarnos filmar". Hetfield da la impresión de estar en esa etapa en la que ha conseguido encerrar bajo llave a alguno de los muchos demonios que le acechan.
Ya sobre el escenario, Metallica se concentró en ofrecer un espectáculo repleto de sus canciones clásicas. Los californianos llegaron fuera de temporada, sin disco nuevo (se publicará en septiembre) y descargados, por tanto, de la obligación de difundir canciones todavía sin rodar. El público, claro, encantado. Sonaron Enter sandman, One, Seek and destroy (con la que cerraron un concierto de más de dos horas) o los más de ocho minutos de Master of puppets. A la altura de Nothing else matters, Jesús, un chaval de 22 años, lloraba. Su novia miraba la escena con complacencia: " Cuando nos casemos sonará en la ceremonia". Entre los seguidores menos apasionados había división de opiniones: "A mí me gustaron más en el 96 en La Peineta"; "pues yo creo que estuvieron mejor que el año pasado en Bilbao...". ¿Una opinión nada interesada? La constatación de que Metallica juega en una liga muy superior a la de sus compañeros de festival (Machine Head, Within Temptation e incluso Rage Against The Machine), pero la vida no es siempre un 3-0 en casa y ante el equipo que odias.
Babelia
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