La tragedia rondó la corrida de Colmenar

El ganadero Manuel García Ibáñez se despedía en esta corrida como criador de reses bravas, al vender sus productos a Jesús Trilla Corbalán. Pues bien, se despide con la gloria de haber lidiado lo seis toros más peligrosos de toda la temporada. Y además, mansos hasta la desesperación. La tragedia rondó Colmenar en diversos momentos de la lidia. Por eso, la actuación de los tres espadas y las cuadrillas tuvo gran mérito, que por desgracia, no toda la afición supo apreciar.El primero de la tarde, muy terciado, mas con trapío y astifinas defensas en veleto, tenía intenciones asesinas. El Inclusero lo recibió con tres preciosas verónicas, lo llevó al caballo en un galleo por chicuelinas y luego se lució en el quite por delantales. Pero el toro aprendía por momentos, en banderillas quedaba a la espera; nada más tomar la muleta El Inclusero, se fue a por él como un rayo. Aguantó con valor el torero y aún tuvo agallas para pasárselo con la derecha con temple y gusto. No se podía hacer más, el toro se vencía por los dos pitones y buscaba los tobillos; en una colada se echó al torero a los lomos. Se levantó maltrecho y lo mató como pudo. El cuarto, cárdeno y cornivuelto, toro viejo y de estampa añeja de otros tiempos, fue un manso integral. Lo lidió sabiamente, con gran arrojo, el banderillero Francisco García. Pero el manso, que no se picó y debió condenarse a banderillas negras, no tenía un pase. El Inclusero hizo lo único que cabía hacer: matarlo del consabido y merecido bajonazo.

El segundo, otro albaserrada de pavorosa cabeza, agalgado e imposible para el toreo. Pepe Colmenar estuvo valiente con el capote, y con la muleta aliñó. El quinto admitió algunos pases, pocos; Colmenar se los dio con valor y se adornó de propina. Fueron muy duros con él sus paisanos, y más si se tiene en cuenta lo poco que ha toreado. Su actuación fue de lo más digna.

Muy valiente el zaragozano César González, un hombre que apenas se viste de luces. Al tercer asesino de la tarde le plantó cara con valor y hasta templó en algunos derechazos. En el sexto, que también debió ser condenado a las negras, volvió a estar valiente.