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UNIVERSOS PARALELOS
Columna
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El 'swing' de los nazis

Diego A. Manrique

Y todos son lamentos. Que desaparecen las tiendas de discos, que se desinflan las disqueras, que los medios prefieren lo fashion a lo sólido, que la música ha desaparecido de las televisiones, que el público se ha fragmentado en mil sectas (y, de todos modos, el respetable prefiere ahora lo friki).

Puede que todo sea cierto. Pero derivo cierta esperanza de la creencia de que la creatividad musical se sostiene incluso en los tiempos más duros. Intenten pensar en lo peor: el jazz en la II Guerra Mundial, cuando los nazis controlaban tres cuartas partes de Europa.

El jazz estaba prohibido; provenía de razas inferiores, atraía a compositores e instrumentistas judíos. Era, además, un símbolo de la capacidad pervertidora de Estados Unidos, donde "un lenguaje maduro se convierte en jerga y un vals se vuelve jazz" (Joseph Goebbels). Y aun así, en aquellos años siniestros se hizo jazz, incluso en Alemania: la Wehrmacht quería contentar a sus soldados y si éstos querían música hot, la iban a tener, desde su cadena de emisoras, la Soldatensender. La Lutwaffe se mostraba especialmente exigente: sus cosmopolitas pilotos presumían de escuchar la BBC, incluso durante sus misiones, para estar al tanto de las novedades del swing.

El jazz estaba prohibido; provenía de razas inferiores, atraía a compositores e instrumentistas judíos
Junto a la plaza de Pigalle posa Dietrich Schulz-Kölhn junto a Django Reinhardt, cuatro músicos negros y un francés de origen judío

El veto nazi apenas se notó en la ciudad más jazzística del continente. La inmensa colección Jazz in Paris (Universal) tiene un volumen dedicado al Jazz sous l'occupation, con 24 temas extrañamente alegres grabados entre 1940 y 1944. Hábiles músicos disimularon el origen de su repertorio: I got rhythm, de George Gershwin, se transformó mágicamente en Agatha rhythm en la interpretación del armonicista Dany Kane; Sweet Georgia Brown era Douce Georgette, en la versión de Joseph Reinhardt, el hermano de Django. Que luego acortó su nombre a Jo: lo de Joseph sonaba demasiado semita.

Circula una foto de 1942 que ejemplariza la porosidad humana que facilitaba el jazz. Junto a la plaza Pigalle, posa Dietrich Schulz-Kölhn, un fan a pesar de su uniforme de teniente de la Wehrmacht, junto a Django Reinhardt, cuatro músicos negros y un aficionado francés de origen judío: un ario y tres especies diferentes de infrahumanos. Schulz-Kölhn no era nazi pero sí estaba convencido de la superioridad alemana y creía que, tras la victoria, el jazz volvería a ser tolerado. Un buen tipo, aseguran: pasaba cupones de comida al citado judío amante del jazz.

La imagen no tiene suficiente calidad para apreciar los gestos, pero puede que algunos estuvieran tensos. Al año siguiente, Django confirmó el rumor de que los alemanes estaban exterminando gitanos en los campos de concentración y decidió que su reputación como el gran guitarrista de jazz no era suficiente garantía personal. Quiso escapar a la neutral Suiza, le atraparon y tuvo la fortuna de que el oficial alemán encargado de aquella frontera fuera otro admirador de su arte.

Su desesperación era genuina: volvió a intentarlo y esta vez fueron los implacables aduaneros suizos quienes le rechazaron, a pesar de sus súplicas. Se resignó y volvió a París, donde continuó tocando, adoptando la precaución de cambiar de grupo y local con regularidad.

El teniente Schulz-Kölhn también reapareció públicamente en 1945.

Su compañía quedó atrapada por los Aliados en una bolsa junto al río Loira; como tenían prisioneros franceses, se prefirió parlamentar en vez de aplastarla. Schulz-Kölhn, que hablaba francés e inglés, fue delegado para negociar. Cuando llegó a las líneas enemigas, el oficial estadounidense se fijó en su Rolleiflex. Le planteó un trueque: cigarrillos Lucky Strike por su cámara. Schulz-Kölhn propuso otro trato: quería discos americanos, "necesito saber lo que están haciendo ahora mismo Count Basie, Benny Goodman o Lionel Hampton". El yanqui sabía de lo que estaba hablando y pronto llegaron a un acuerdo para la rendición. Suena improbable, pero así lo narraron periódicos y revistas estadounidenses. A estas alturas del partido, todos necesitamos algún que otro cuento de hadas.

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