Un seductor de la palabra
El largo viaje del joven literato al político destrozado
En octubre de 1898, en una carta dirigida a su amigo José María Vicario, Azaña se lamentaba por haber llegado tarde a todo, a la literatura, a la política, al amor. Tenía entonces 18 años y, claro, exageraba. Pero el comentario revela el tamaño de los desafíos y los sueños del que sería presidente de la República. Quizá Azaña llegó en realidad demasiado pronto. Las profundas reformas que puso en marcha no calaron en los sectores de la sociedad que debían haberlas defendido, quizá porque lo que querían entonces los más desfavorecidos era tenerlo todo y tenerlo ya (la revolución). En el otro lado, en el de las capas que tenían los resortes de poder, Azaña sólo iba a encontrar enemigos que se aplicaron a la tarea de liquidar de la manera que fuera sus grandes planes. Le quedaban cuatro gatos, pero cuatro gatos no podían sostener los cambios decisivos que Azaña quiso introducir en este país.
Confió en la palabra. Santos Juliá subraya que los tomos más voluminosos de sus obras completas son los que cubren ese tiempo de grandes esperanzas, el de la República. "Azaña vive en el Parlamento, y hay allí un caudal de palabra que es impresionante". Como su partido era minoritario, la tarea de Azaña era la de conseguir cómplices.
En estos volúmenes hay muchas palabras. Entre las novedades, emerge el joven Azaña que va descubriendo que se crece cuando polemiza con el público, bombardeando sus razones. En esa época, la literatura en la que cree es la que construye proyectando sus experiencias personales, novelándolas. De ahí el interés de La vocación de Jerónimo Garcés, un relato que había permanecido inédito y donde da cuenta del profundo trastorno que le produjo la muerte de su madre cuando tenía nueve años. En la transcripción del fragmento que se reproduce en esta página hay algunas frases entre corchetes. Fueron las que suprimió al pasarlo a máquina.
El otro fragmento que se incluye aquí es del otro Azaña. Del hombre derrotado por la brutalidad de una guerra en la que la República se ha enfrentado a enemigos superiores, abandonada por las democracias occidentales, definitivamente sola ante el cataclismo. La guerra ha terminado ya. Y Azaña ha roto en el exilio con los republicanos. "Considera que la República ha muerto y que, en la vida política, nada se restaura", dice Juliá. Y lo que soporta menos es la actitud de los nacionalistas. Todo se ha ido a pique. Pero él sigue creyendo en las palabras y se niega a firmar un manifiesto como presidente de España junto a Companys, como presidente de Cataluña, y Aguirre, como presidente del País Vasco. Para él, es inadmisible.
Las novedades
Frente a la que hizo Juan Marichal, esta edición de las obras de Azaña incorpora:
- Todo el material (artículos, discursos, diarios...) publicado en ediciones dispersas en los últimos cuarenta años.
- Los artículos aparecidos en revistas y periódicos entre 1897 y 1923.
- Discursos y conferencias de 1902 a 1930, con inéditos de su archivo.
- Los discursos pronunciados entre 1930 y 1936, transcritos en el 'Diario de las Sesiones de Cortes' o en prensa de la época.
- Declaraciones o entrevistas, de la prensa o de archivos diplomáticos.
- Notas, críticas literarias, obras teatrales, novelas..., y encuentros y entrevistas, no publicadas en vida.
- Correspondencia.
Babelia
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