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Terrorismo en fotogramas
Columna
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Esos profesionales del terror

Carlos Boyero

Lo más inquietante, turbio, plagado de suspense, misterioso y veraz que me han ofrecido en la pantalla sobre el terrorismo, ese ogro de mil cabezas que puede ensañarse con culpables o inocentes, con gente significada o anónima, con representantes del poder o los que casualmente pasaban por allí, sin distinción de edad, sexo y condición en sus objetivos estratégicos o ciegos ejercido por la subversión o por el Estado, en nombre de la fe o del negocio, engendrado por la injusticia o el fanatismo, no pertenece a la ficción sino al género documental, testifica datos reales, plantea dudas y múltiples zonas de sombra. Se titula El abogado del terror y lo firma Barbet Schroeder. El protagonista es Jacques Vergès, un abogado de apariencia pulcra y gesto de halcón, arrogante y sarcástico, ilustrado y sibarita, apóstol y defensor de la violencia armada en nombre (asegura) de su genético y racional anticolonialismo. Vergès, el cual confiesa que su mayor placer es defender en los tribunales a gente acusada de los crímenes más monstruosos, a condición por su parte de que estos se declaren culpables, no es solo el paladín legal de los que han ejercido el terrorismo, sino que se sospecha que sus argumentos ante los tribunales iban acompañados frecuentemente por bombazos, secuestros, asesinatos, negociaciones inconfesables en las cloacas del poder.

Lo más inquietante que he visto es un documental sobre Jacques Vergès
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Vergès fue el abogado defensor del FLN argelino, hay sospechas razonables de que durante su enigmática desaparición de la vida pública durante siete años fue el consejero áulico de los jemeres rojos en Camboya, representó ante los tribunales a Carlos, a la Facción del Ejército Rojo y al dirigente nazi Klaus Barbie. Su nombre ha estado asociado directa o indirectamente a gran parte de los movimientos terroristas desde los años sesenta hasta la actualidad. Vergès cuenta algunas cosas, calla muchas, distorsiona y manipula otras. Ideología y mercenariado se mezclan en su fascinante y tenebrosa personalidad, en este individuo que sabe tanto de los efectos del terror.

También resulta inmarchitable en su fuerza expresiva y en su complejidad La batalla de Argel, una reconstrucción de la revolución argelina en la que todo parece real. Retrata una causa justa que se defiende con el terrorismo, machacada por las torturas de los paracaidistas franceses, finalmente vencedora. La secuencia en la que esas mujeres revolucionarias van colocando bombas en los cafés de los colonizadores, frecuentados por niños y civiles, seguirá provocando estupor y miedo eternamente. Ken Loach también inspira terror en Agenda oculta retratando la siniestra metodología de los servicios secretos británicos para acabar con el IRA. El mismo que te causa el IRA para librarse de sus opresores en las excelentes En el nombre del padre, En el nombre del hijo, Omagh, The boxer, Juego de lágrimas y Michael Collins. El talento de Spielberg en Múnich y la honradez de Costa Gavras en Estado de sitio son constatables. La palestina Paradise now explica turbadoramente la creación de un kamikaze.

Estoy hablando del terrorismo en serio. Se supone que el heroico torturador Jack Bauer en 24 y el épico y sufrido defensor de la patria John McClane en la saga de La jungla de cristal son el invencible enemigo del terrorismo. Seguro que Bin Laden se parte de risa con ellos.

Fotograma de <i>La batalla de Argel </i>(1966), de Gillo Pontecorvo.
Fotograma de La batalla de Argel (1966), de Gillo Pontecorvo.

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