El presidiario redimido por Beckett
Rick Cluchey escapó de la cadena perpetua en San Quintín gracias al grupo de teatro que creó en prisión - El dramaturgo le dirigió en una obra suya, 'Krapp's last tape', que ahora llega a España
"Sabía bien de la condición humana y de las debilidades del hombre; reconoció mi fracaso pero también mi humanidad". Rick Cluchey (Chicago, 1933), ex presidiario criado en los barrios bajos de su ciudad y en su día condenado a cadena perpetua en la legendaria prisión de San Quintín por asalto a mano armada y secuestro, habla de Samuel Beckett, el autor cuyo teatro, dice, le redimió y el hombre del que llegó a ser colaborador y amigo.
Cluchey, que interpretó y llevó a escena las obras del creador de Esperando a Godot tras las rejas, trae ahora a España el montaje de Krapp's last tape que protagoniza y que el propio autor le dirigió. De facciones que parecen talladas a golpes, ojos de un acerado gris barrote, diente de oro y tatuajes que le cubren los antebrazos (de su época en el ejército, aclara, en los paracaidistas, antes de que lo enchironaran), Cluchey tiene una sorprendente reacción cuando se le pregunta por su relación con el dramaturgo: una expresión beatífica atraviesa su rostro de Bukowski, alza la mirada al cielo y, emocionado, envía un beso a lo alto. "Cambió mi vida", afirma. Desde luego lo hizo: antes de Beckett, Cluchey no había entrado jamás en un teatro, "ni siquiera para robarlo".
En 1966, Cluchey fue indultado por su labor social en la cárcel
Antes de conocer a Beckett, no había entrado en un teatro, "ni para robarlo"
La asombrosa y reconfortante historia de superación de Rick Cluchey, que actúa esta noche en la sala La Planeta de Girona en el marco del Festival Temporada Alta y lo hará luego en el de Otoño de Madrid (Sala Cuarta Pared, del 18 al 21 de noviembre), arranca cuando el convicto, que leía todo lo que le caía en las manos para escapar al ambiente de violencia, descubre el teatro en el trullo (en su vida se inspira el filme Hombres marcados, protagonizado por Nick Nolte) y se convierte, en 1958, en cofundador de la compañía The San Quentin Drama Workshop, consagrada a montar y representar obras en la cárcel.
Cluchey desmiente la extendida especie de que su conversión al teatro se produjo tras asistir a una representación de Esperando a Godot en San Quintín (que desde luego ha de ser toda una experiencia). "No, eso no es cierto. Aunque sí la representamos. Y fue un desastre: tomamos el texto de una revista y estaba mal la transcripción, por lo que el primer acto lo hicimos dos veces. Nadie se dio cuenta".
Esperando a Godot fue el primer espectáculo del grupo, en 1961. En uno de los diferentes montajes que representraron, Cluchey hacía de Vladimir. ¿No resulta un tanto deprimente Esperando a Godot con la perpetua? "No", zanja el ex preso, "al contrario, es muy esperanzadora". La compañía ofreció a lo largo de los años hasta siete diferentes producciones de Esperando..., Fin de partida y Krapp's last tape. En 1966 el gobernador Edmund Brown le concedió, por su labor, el indulto al que ya se conocía como "el dramaturgo entre rejas", pues en el ínterin Cluchey había escrito su propia obra, The cage. El ex convicto continuó -y continúa- con su trabajo en la compañía que realiza labor social en las cárceles.
"Tras salir de prisión fui a Europa y en 1974, en París, contacté con Beckett, que estaba muy interesado en las producciones de sus obras que había hecho en San Quintín", explica Cluchey. "A Beckett le interesaba lo que significaba estar encarcelado, como una extensión de su interés en el estar encerrado en uno mismo. Cuando vivía junto a La Santé acostumbraba a observar a los presos desde su ventana y estos se comunicaban con él mediante espejos". Cluchey y Beckett trabaron amistad y el dramaturgo decidió dirigir él mismo las obras suyas que el preso y sus camaradas habían montado. "Lo pasamos muy bien. Era un hombre muy generoso. De 1976 a 1984 nos dedicó mucho tiempo. Hicimos el ciclo de las tres obras bajo el título conjunto Beckett dirige Beckett". Beckett nunca hablaba del tema de la obra. "Nos decía que preguntáramos a los especialistas y a los críticos". Cambió mucho los montajes: "Les dio verdadera vida y carne. Insufló en ellos el eco de una constante universal, una certitud". Exigente y descontento, hay una frase que les decía Beckett que es todo un leit motiv: "Vuelve a fracasar, fracasa mejor". Cluchey recuerda los ojos del dramaturgo y la sensación de estar ante "un santo". Moldeaba el teatro, dice, como si fuera barro.
Al dirigirle en Krapp's last tape, corto monólogo en el que un tipo bastante miserable (las acotaciones incluyen "pantalones de un negro desteñido por la orina" y "andar penoso"), un escritor y ser humano fracasado, escucha en su magnetófono las cintas que grabó treinta años antes y en las que recoge fragmentos de su vida, Beckett le dijo a Cluchey, según éste: "Puedes hacer esta obra de una manera que nadie más puede, porque es una obra sobre un hombre en una celda, la celda de su memoria". Cluchey se emociona al recordarlo: "Me dijo: 'Haz de esa celda la tuya propia'".
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