"Es una paradoja todos los dólares que genera el Che"
Steven Soderbergh estrena la primera parte de su visión del guerrillero
Entre las miles de anécdotas que Steven Soderbergh (Atlanta, 1963) ha recopilado sobre Ernesto Che Guevara, el Comandante, el icono de cualquier joven rebelde, una de las mano derecha de Fidel Castro en los inicios de la revolución cubana, entre las decenas de testimonios de sus amigos -aún quedan supervivientes de su aventura final en Bolivia-, al director estadounidense le marcó casi más una contradicción final: su paseo por la alfombra roja en la pasada edición del certamen de Cannes. "Pensé que no tenía ningún sentido. Estaba en el centro del mercado capitalista cinematográfico con un filme sobre un revolucionario y guerrillero comunista. Y no te engañes, queremos ganar dinero con Che: el argentino. Es una curiosa paradoja todos los dólares que gana el sistema capitalista con el Che. Pongas donde pongas su cara, genera centenares de millones al año".
"Era muy difícil convivir con él. Sólo pensaba en su compromiso"
"Se sentía más cómodo luchando en la selva que como burócrata"
Soderbergh es un tipo pausado, que necesita su tiempo para responder. Para aclarar, por ejemplo, por qué se ha metido en tamaño follón: no una, sino dos películas sobre el Che, uno de los personajes más controvertidos del siglo XX. Con una carrera que mezcla filmes taquilleros (la serie Ocean's eleven, Un romance muy peligroso) con arriesgadas decisiones artísticas (Sexo, mentiras y cintas de vídeo, Traffic, Erin Brockovich) y pifias monumentales (Bubble, Schizopolis), el cineasta está muy curtido, incluso se toma con humor lo del arte y ensayo. "Los reality televisivos han cambiado radicalmente la forma de ser de la gente. ¿Dónde ha quedado el valor del sacrificio? Yo respeto muchísimo a los militares -mi padre era marine y profesor universitario-. Y en Estados Unidos se meten con ellos, por cómo se está desarrollando la guerra de Irak. La gente no respeta ese sacrificio. Y el Che iba en esa línea. Todos los días, cada mañana, ponía su vida en peligro en pos de unos ideales. Se arriesgaba. Me hace gracia cuando la gente asegura que tomo riesgos. Yo no, lo hacen quienes pierden su dinero, los productores. Yo no soy un caballero del celuloide".
En cierta forma, el que se la ha jugado ha sido Benicio del Toro, protagonista y productor de un filme en el que el actor lleva pensando desde hace lustros. "A mí me enroló cuando rodábamos Traffic, en 1999". ¿Pero no se asustó ante el reto? "Por una parte, no era consciente de lo complejo del asunto. Por otro lado, ya se han rodado otros filmes anteriormente sobre el Che. Así que debía saber qué parte de su vida quería contar. Tomé esas decisiones arriesgadas en los inicios del proyecto, cuando estaba investigando y hablando con gente que le conoció".
Dos fueron certeras: pedir a los productores que hicieran dos filmes -"no podía contar su final en Bolivia sin antes explicar sus inicios en la selva cubana y su discurso en la ONU"- y rodar en español. "¡Cómo íbamos a ver a Benicio luchando en inglés en una película sobre alguien conocido por su integridad!".
El resultado, al menos la primera parte, que llega a los cines este viernes en España -no hay fecha para el estreno en EE UU ni para cuándo veremos la continuación en España-, es sobresaliente. Soderbergh entremezcla la cena en la que Fidel y el Che se conocieron en Ciudad de México el 13 de julio de 1955, con la lucha de ambos en Cuba en 1959 y el discurso del Comandante en la asamblea de la ONU en 1964. Todo lo rodó en 40 días. "Avisé a Benicio que en el rodaje, por la premura de tiempo, estaría solo, que saltaría al abismo día a día. Y lo hizo. No tuve tiempo para charlar y cuidar al reparto. Recuerdo estar en Madrid, volviendo al hotel después de rodar la segunda película, que la hicimos primero. Me sentía profundamente cansado y me di cuenta de que no sólo tenía que ponerme a rodar la otra película en 10 días, sino que encima había acabado la fácil".
En correspondencia, Soderbergh ha reflejado las contradicciones del personaje. "Su fuerza, su voluntad, están mostradas en esta primera parte, cuando pasa de ser un médico argentino a convertirse en un soldado y descubre su carisma como líder. Vemos cómo sufre del asma en la sierra, cómo aún duda si ser médico en vez de guerrillero. Discutimos mucho sobre esa transición y le dije al guionista que pensara en eso antes de ponerse a escribir". Y compararlo con el Che duro como una roca que viaja a Nueva York, a la ONU. "La gente me contó que era muy difícil convivir con él. Sólo vivía por su compromiso. No era tan cálido como Fidel. Pero su gente siempre quería agradarle porque le admiraba por su sacrificio. Si querías trabajar con él tenías que ser muy muy bueno, por su exigencia. Piénsalo. Dos veces en su vida dejó todo atrás para luchar: la primera vez en México, la segunda en Cuba. Y ya tenía familia. Dos veces. Se sentía más natural luchando en la selva, con un pelotón, que como burócrata".
Un juego final: ¿podría haber un Che hoy? "No, es producto de una ideología... No podía aguantar ver una injusticia y para él, en muchas situaciones, la respuesta correcta estaba en las armas. El Che sólo pudo existir en una situación económica determinada. Hoy, la economía se basa en la exploración tecnológica y la especulación, con nuevos trabajos que hace unos años ni existían. Cada uno es resultado de su tiempo".
Babelia
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