Un naufragio a costa de Kessel
Romy Schneider dejó de ser Sissi muy pronto. Bastó con que conociera a Orson Welles y aparecieran juntos en El proceso para que todo el mundo comprendiera que aquella chica a la que las revistas del corazón se empeñaban en bautizar como la novia de Europa, debido a su largo romance con Alain Delon, era una actriz de verdad y con un atractivo que no era de papel couché.Luego se descubriría que Delon tampoco era el yerno ideal pon el que soñaban las mamás y que los dos juntos consiguieron que Visconti estuviera malhumorado durante todo el rodaje de Il gattopardo. Pero la carrera de Romy Schneider nunca llegó a estar a la altura del personaje y la actriz. Ni las películas ni los directores eran dignos de ella que, sin embargo, consiguió sobrevivir a tanta mediocridad cinematográfica y convertirse en una presencia que, es seguro, el espectador de la película agradecía.
Testimonio de mujer
Director. Jaques Roufflo. Intérpretes: Romy Schneider, Mathieu Carriere, Michel Piccoli, Welmut Griem.Locales de estreno: Azul y Richmond.
Testimonio de mujer, basada en una novela de Joseph Kessel, no es una película distinta de la mayoría de las que componen la filmografía de Romy Schneider. Es un producto de calidad, con tema importante -el compromiso durante el nazismo y en la actualidad-, que mezcla fórmulas -melodrama, cine retro, película de proceso judicial, etcétera-, pero está pésimamente dirigido y peor escrito. Sin necesidad de conocer la novela, se nota que el trabajo de guionización ha consistido en cortar y ordenar de manera distinta el texto. Por el camino se han perdido trozos importantes, pero más triste es que hayan quedado tantos que parecen innecesarios. La dirección de actores es inexistente, forzándolos a movimientos absurdos o en otras ocasiones abandonándolos a su suerte dentro del plano.
Sólo Piccoli y la Schneider pueden escapar tangencialmente del naufragio, aunque eso no sea demasiado importante, porque lo único que cuenta es que Testimonio de mujer es el último filme de la actriz austriaca, que no llegó a verlo estrenado.
Obscenidad ontológica
Hay una suerte de obscenidad ontológica en los muertos reales que sobreviven en la pantalla. No es ésta una observación nueva ni original, pero es inevitable. Romy Schneider interpreta a una mujer a la que el destino maltrata, que se refugia en la bebida y muere malamente. Es imposible sustraerse a la idea de que asistimos, en directo, al final de una vida, teñida de connotaciones autodestructivas. Y si la vida ha sido desastrosa, peor es la agonía, ya que Rouffio ni tan sólo sabe cómo comportarse: si como pornógrafo de los sentimientos, como profesional distante y competente o como médico cariñoso.Cualquiera de las tres opciones habría sido mejor que la de filmar porque sí los últimos días de una mujer.
Babelia
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