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Reportaje:

La moda devora a sus hijos

El descenso a los infiernos del diseñador John Galliano cuestiona un negocio que consume a toda velocidad la creatividad y acentúa sus miserias

Eugenia de la Torriente

Aún caliente la dolorosa escenificación del divorcio de Dior y John Galliano, que se vio el viernes en París, la industria de la moda se interroga sobre su voracidad. El diseñador, uno de los más brillantes de las últimas décadas, fue despedido tras la difusión de un vídeo en el que, ebrio, realizaba afirmaciones antisemitas. En un comunicado, pedía disculpas y admitía problemas. "Debo responsabilizarme por las circunstancias en las que me encuentro", escribía. "Solo puedo culparme a mí mismo. Debo enfrentarme a mis errores y trabajar duro para ganarme la comprensión y compasión. Estoy buscando ayuda y solo puedo desear tiempo para afrontar el fracaso personal que me llevó a esta situación".

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Se da por seguro que Galliano ha ingresado en una clínica. Por sorprendente que este episodio haya resultado, el aspecto de John Galliano en el último año evidenciaba que no estaba en buenas condiciones. Imposible no reparar en su enfermiza delgadez en julio. Solo ahora se habla de alcoholismo y adicciones.

Los cambios en los hábitos de consumo impuestos por las grandes cadenas textiles obligan a los diseñadores a entregar nuevas ideas cada vez más rápido. El ritmo de dos temporadas anuales se ha roto. Ahora son infinidad de pequeños fragmentos, siempre geniales, que hay que suministrar sin tregua. La era de la información instantánea necesita constante alimento: precolecciones, tiendas, colaboraciones... El voraz negocio consume a toda velocidad la creatividad y sus miserias. Y por más frenético y global que se torne, sigue apoyándose sobre los hombros de los creadores. Que no son, necesariamente, fuertes y resistentes.

El jueves se presentó la colección de Christophe Decarnin para Balmain. Este tímido diseñador, de 46 años, se ha convertido en una referencia, y suya es la culpa de que las hombreras volvieran a nuestras vidas. A la expectación habitual se añadía ver qué haría sin Emmanuelle Alt. La nueva directora de Vogue Paris ha sido su principal asesora, pero su cargo le impide continuar y le sustituye Melanie Ward, que colaboró con Helmut Lang. Al terminar el desfile, Decarnin no apareció. De inmediato, los rumores se dispararon con la simplicidad a la que obligan los 140 caracteres de Twitter. Dado que contrastar la información no es de rigor para muchos de los que inundan la Red, el escándalo y el morbo campan a sus anchas. Según la compañía, Decarnin lleva unos días en reposo por prescripción médica. Está mentalmente exhausto. La colección se terminó a partir de sus directrices, aunque en las últimas semanas no ha ido al estudio.

En la moda abundan muestras de los fantasmas que acechan a la creatividad. Las crisis de Yves Saint Laurent, Calvin Klein o Marc Jacobs nunca fueron un secreto. Pero enfrentarse en un solo año al suicidio de Alexander McQueen, a una baja por extenuación mental y a un descenso a los infiernos como el de Galliano obliga a preguntarse: ¿cuánto se puede pisar el acelerador del sistema sin que reviente su motor?

John Galliano,  en un desfile de Dior.
John Galliano, en un desfile de Dior.P. WOJAZER (REUTERS)

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