Los malditos del metal
Todavía resuenan los ecos de la embestida de María Kodama contra Agustín Fernández Mallo. Resumiendo: la viuda de Jorge Luis Borges consiguió la retirada de El hacedor (de Borges). Remake al considerar que el libro plagiaba excesivamente el material borgiano.
La reacción a favor de Fernández Mallo fue prácticamente unánime. Sin embargo, algunas de las adhesiones cojeaban en su furor reivindicativo. Lean esto, encontrado en la Red: "Lo que aquí se está censurando no es un plagio, sino una técnica literaria similar a la que se valen los pinchadiscos cuando samplean una trompeta de Charlie Parker para una sesión (algo que, por cierto, también está siendo criminalizado)". Argumento elocuente, reproducido tal cual en muchos medios de papel.
Han desaparecido de los escenarios del pop y el rock nacionales toda una familia de instrumentos
Lamento ejercer de Repelente Niño Vicente, pero ahí se cuelan varios errores. Disculpables, supongo, al ser un texto escrito en el ardor de la batalla. Urge señalar que no suelen aparecer detectives de la SGAE por las sesiones de DJ, averiguando si alguien samplea algo; otro asunto es explotarlo en forma de grabación a la venta. Segundo, mala suerte la mía pero no recuerdo haber oído jamás a Charlie Parker en el set de un pinchadiscos; en 2003 salió un CD de remezclas, Bird up, pero no era precisamente bailable. Tercero, difícil samplear la trompeta de Bird cuando él tocaba saxofones.
Parker tenía una energía titánica y seguro que era capaz de sacar música bella de una trompeta. Pero no necesitaba hacerlo si tenía a su lado trompetistas del calado de Dizzy Gillespie, Miles Davis, Fats Navarro o Howard McGhee.
Un patinazo menor, pero ocurre que veo pifias similares por todos los lados. Hace unos días, actuaba el trombonista Willie Colón en la madrileña plaza de Cibeles. El programa de la prestigiosa organización responsable hablaba del "sonido de su trompeta", al lado de una foto donde, ay, se veía al nuyorican con su trombón.
Y no me libro. Escuchando el adelanto de un disco ante su autor, me las doy de listo: "Bonito friscorno". Me corrige: "Es una simple trompeta con sordina". Touché.
Así que nos cuesta incluso identificar los metales, imagino que debido a la desaparición de esos instrumentos de los escenarios españoles de pop y rock. Abundaban a partir de finales de los sesenta, cuando los conjuntos añadieron metales para tocar soul o jazz-rock. Escuchen los recopilatorios de Sensacional soul.
Según una leyenda, solían ser maleables músicos valencianos, procedentes de los conservatorios, forjados en las bandas municipales. Ahora hay canteras más variadas pero menos oportunidades para tocar. Aparte, los más creativos intérpretes de metales oscilan hacia el jazz.
Los Coronas, ahora integrados en el proyecto Corizonas, se toparon con ese problema. El grupo instrumental madrileño aspiraba a un sonido fronterizo e imaginaba que un trompetista español, quizá con un background de pasodobles, podría dar el deseado toque tex-mex. Probaron y no funcionó. Al final, se quedaron con Yehven Riechkalov, un músico ucranio.
La autopista de la crisis es de doble dirección: Arturo Soriano vive hoy en Praga. Saxofonista omnipresente en otros tiempos (Nacha Pop, Ronaldos, Rosario), podría confeccionar su propia colección de gazapos referentes a los metales: "Es como si alguien escribiera que Rafa Nadal es el portero del Real Madrid, o que José Tomás ejerce de piloto de Ferrari. Pero en España no pasa nada".
Cierto, cierto. Otro síntoma de la creciente incultura del país, de la desidia de los medios. Soriano lo identifica con "la ley del mínimo esfuerzo a la hora de hacer música, el conformarse con el 'no está mal', el ahorrar en instrumentistas. Mucha nueva cocina, pero en música lo hemos superado: hacemos platos sin especies, sin sabor, sin aroma".
Babelia
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