De la lucha de clases
Rapa Nui (El Ombligo del Mundo, nombre que daban los nativos de Pascua a su isla) es un hábil refrito de leyendas y teorías antropológicas, de trozos de historia todavía mal conocida y de verosímiles -que no reales; pero eso en el cine, es sabido, resulta con frecuencia secundario- reconstrucciones ambientales que tienen un único fin: hacer creíble una espectacular y trepidante trama de cine de aventuras, que no otra cosa es la película.El film descansa sobre una aviesa ilustración de la lucha de clases versión siglo XVII, cuya característica no es otra que la circularidad. Las Orejas Largas, tribu opresora de los Orejas Cortas, detentan el poder de las armas y, sin una violencia especialmente directa, aunque hondamente arraigada en los tabúes compartidos, obligan a sus subordinados a erigir las enormes estatuas totémicas que todavía hoy constituyen un enigma para los investigadores. Estas estatuas deben contentar a los dioses, para hacer que las profecías se cumplan y para asegurarles. el sustento. Para hacerlo, se debe destruir la selva de palmeras que ha garantizado a todos la subsistencia. Pero, como en el caso del Tercer Mundo, la demografía actúa en favor dejos oprimidos, como muy bien reconoce el héroe del asunto. Y no tardará mucho en explotar otra miopía destructora, esta vez la de los oprimidos, lo que dará lugar a un intuido dominio de los pobres más brutal todavía: algunos se entregan al canibalismo.
Rapa Nui
Dirección: Kevin Reynolds. Guión: Tin Rose Price y K. Reynolds. Fotografía: Stephen Windom. Música: Steward Copeland. Producción: Kevin Costner y Jim Wilson. EE UU, 1994. Intérpretes: Jason Scott Lee, Esai Morales, Sandrine Holt, Eru Potaka-Dewes, George Henare. Estreno en Madrid: cines Bellas Artes, Roxy B, Avenida, Carlos III y Excelsior.
El filme, como se ve, puede interpretarse limpiamente como una metáfora sobre la evitabilidad de la violencia en los procesos de cambio social, con su inequívoca toma de postura a favor del diálogo y contra el derramamiento de sangre, lo que no deja de ser curioso en una película realizada por el guionista de Amanecer rojo. Pero las cosas son más simples, y toda la carga ideológico-antropológica se reduce a actuar como marco contenedor de una historia que bien podría llamarse Jules y Jim en el Pacífico: lo que más le interesa al director, Kevin Reynolds, aparte de ilustrar con imágenes una hipótesis sobre la construcción de las grandes estatuas, son los amores entre el Oreja Larga Nore y la Oreja Corta Ramana, con un tercero en discordia.
Reynolds confirma con su trabajo lo ya demostrado en su filme anterior, Robin Hood, príncipe de los ladrones, que es un artesano bien dotado para la acción, que posee un cierto sentido del ritmo y del uso espectacular de los recursos de rodaje -aquí le saca buen partido a la fotografía aérea-, y que no le hace ascos a los excesos, desgraciada característica común a casi todo el cine dominante en nuestros días.
Babelia
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