"Los italianos querrían ser como Berlusconi; por eso le votan"
Su casa romana es un fumadero luminoso. A sus 83 años, Andrea Camilleri (Porto Empedocle, 1924) fuma 60 cigarrillos diarios -"a estas alturas, si lo dejo me muero"-, y la habitación donde escribe es pura niebla. Justo lo contrario de su nueva y fascinante novela, La muerte de Amalia Sacerdote, ganadora del II Premio de Novela Negra de RBA, que se edita antes en español que en italiano, y en la que el maestro siciliano, comunista temprano y escritor de éxito tardío con su serie sobre el comisario Montalbano, aclara, a base casi exclusivamente de diálogos y de mucho humor, las turbias conexiones que mantienen la mafia, la política, las familias, los bancos, los adúlteros y los medios de comunicación en Sicilia. Y, por extensión, en Italia. "En la isla todo es más evidente, más obvio".
"En mi país triunfa la ley del vespino. Ésa es la moral que impera"
"He pasado del cabreo sublime al divertimento. A los 83, he dicho basta"
Al mismo tiempo, sale en España (Salamandra) Vosotros no sabéis, un diccionario de términos mafiosos, delicioso y terrorífico a la vez, cuyos derechos Camilleri regaló a los huérfanos de los policías asesinados por la Cosa Nostra. "Es el libro que más quiero porque sirvió para ayudar a esos chicos. Parece increíble, pero Italia no tenía un fondo de solidaridad con los hijos de los policías que mata la Mafia".
Pregunta. ¿No es raro publicar antes en español que en italiano?
Respuesta. Soy un tipo de reflejos retardados, por eso nunca logré sacarme el carné de conducir. Me di cuenta de que estaba casado cuando tuve mi primera hija; supe que era escritor al traducirme. Esto es la gran confirmación.
P. Pero se han publicado artículos que dicen que las traducciones al español no reflejan su uso del dialecto siciliano.
R. Es una polémica eterna, dicen que los traductores castellanos me traicionan. Ha habido dos artículos largos en el Corriere della Sera, el segundo escrito por un conocido imbécil que dice que mi prosa gana cuando se traduce, ya que es tan complicada. Yo creo que hay traductores escrupulosos y menos, eso es todo. El problema no es la traducción, sino las cuentas que el editor echa con sus autores. Si soy un escritor de grandes ventas, ¿para qué perder tiempo en cuidar el lenguaje? Cada página cuenta, hay que ir deprisa. A mí me es indiferente, no siento ni frío ni calor.
P. El protagonista de la novela es el director de informativos de la RAI en Sicilia, aunque al final afirma usted que nunca ha pisado una redacción... Nadie lo diría.
R. Lo que digo es que nunca he estado en la redacción de informativos de la RAI en Sicilia para que no me demanden... Es una ambientación genérica, vale por cualquier lugar donde se gestiona información.
P. ¿Fuera de Sicilia es distinto?
R. En Sicilia tenemos un presidente regional, llamado Cuffaro, que ha sido condenado por colusión con la mafia, no es ninguna broma. Lo han hecho senador por méritos propios, como suele pasar en Italia. Él es onorevole, si cualquier otro tiene una multa de tráfico, jamás llegaría a ser diputado. Dirían que no tiene los papeles en regla. En Sicilia las cosas son más evidentes, más descaradas, en el continente pasa lo mismo pero son más cuidadosos, todo tiene un tono de nobleza mayor, aunque de vez en cuando todo explota. Tenga en cuenta que en Italia Andreotti ha sido ocho veces primer ministro y lo absolvieron de asociación mafiosa diciendo que fue mafioso hasta 1980, delito prescrito, y luego se redimió. Yo he hecho las cuentas de la gente que mató la mafia antes de 1980, y Andreotti ayer fue a leer la Biblia con el Papa.
P. ¿Cree que la cosa tiene solución? Varios colaboradores muy cercanos de Berlusconi han sido procesados y condenados por delitos mafiosos.
R. ¡Ninguna solución! La Unión Europea no puede decir nada sobre Berlusconi, porque ha sido regularmente elegido. El problema son los italianos, que lo votan. Él se limita a interceptar perfectamente el malhumor italiano, el malestar de la gente, y a iluminarlo con su habilidad de vendedor de coches de segunda mano. Los italianos se reconocen en él. Cuando un tipo es imputado tantas veces en procesos y no lo condenan nunca, porque el delito prescribe o él mismo ha cambiado la ley sobre la marcha para impedirlo, la gente piensa: "Qué listo es, qué grande, qué pícaro". Querrían ser igual que él. Por eso lo votan. Un hombre honesto y que casi no sabe hablar, como Prodi, no les hace ninguna gracia.
P. Prefieren al listillo.
R. En Italia triunfa la ley del motorino (el vespino). ¿Ha visto las motos por Roma? Van en sentido contrario, se pasan los semáforos en rojo, suben a las aceras y sortean los carritos de los niños, tienen derecho a todo. Ésa es la moral de los italianos.
P. No se le nota enfadado.
R. He pasado del cabreo sublime al divertimento. Tengo 83 años y he dicho basta. Veo la mala educación, el disparate, y me divierto pensando en ese dicho: el pez huele mal desde la cabeza.
P. ¿Y cómo ha permitido la izquierda que pase todo esto?
R. Tiene enfrente al Vaticano, que es berlusconista, porque no le importa un bledo que esté divorciado si puede garantizar el apoyo económico a la educación católica. "Pecunia non olet", el dinero no huele mal, siempre es bueno, venga de donde venga.
P. ¿A usted no le suscita dudas publicar en Mondadori, que pertenece a Berlusconi?
R. ¡Claro que sí! ¿Pero qué puedo hacer? Es la editorial con mejor distribución. Con Sellerio, la editorial siciliana a la que siempre he sido fiel, tiro 5.000 ejemplares a 12 euros y cobro el 10%. En Mondadori tiran incluso dos millones, los libros valen 22 euros, hacen ediciones de lujo, pagan el 15%. ¡Yo escribo para ser difundido y leído! Al menos Mondadori depende de su hija Marina, que no es su padre, y el staff editorial es de altísimo nivel, nada berlusconiano. El problema es el país. Si te haces un seguro para una pierna, el dinero acaba yendo a Berlusconi. Si publicas un libro, también. Es ubicuo, como Dios.
P. Así que realmente la cosa tiene poca solución.
R. La solución la dará Dios. Tiene 72 años. Será presidente de la República, y luego debería incluso morirse. No se lo deseo, pero es el curso normal de la vida...
La Mafia, según Camilleri
- 'Ammazzare' (matar). Parece ser que Bernardo Provenzano, siendo muy joven y tras un violento altercado en una taberna con un paisano y amigo corleonés, lo invitó a acompañarlo a campo abierto para hablar. Y allí, sentado a horcajadas sobre él, lo mató golpeándole repetidamente la cabeza con una piedra de gran tamaño.
- Droga. La importación de droga y su elaboración (Bagarella era muy hábil en la organización de laboratorios) constituyó, hasta la captura de Riina, una fuente de enriquecimiento de la mafia, si no la principal. Pero el nombre de
Provenzano jamás afloró en las en las investigaciones acerca del narcotráfico. Lo cual hizo suponer que, por razones morales, Provenzano no participaba en el tráfico de drogas. Sin embargo, según Palazzolo y Prestipino se trató de un garrafal despiste de los investigadores.
- 'Famiglia' (Familia). El mafioso tiene dos familias: la privada y la mafiosa. La mafiosa es siempre una familia ampliada, abierta. En ella hay un núcleo originario, una célula que le da el nombre y que está integrada por personas unidas entre sí por vínculos de sangre y parentesco. Alrededor, una extensa corona formada por amigos y amigos de los amigos de la familia, por afiliados y asociados a distintos niveles jerárquicos. Por lo común, las familias mafiosas echaban raíces en las ciudades en que su poder se extendía a uno o varios barrios [...]
- Mafia. En los pizzini de Provenzano no hay el menor rastro de esta palabra. Y tampoco en los que a su vez recibe. Es como si -y perdón por la comparación- el administrador delegado de la Fiat y todos los concesionarios de esta empresa, en sus cartas, no mencionaran jamás la Fiat.
Extractos del diccionario sobre la Mafia Vosotros no sabéis (Salamandra).
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.