Cuando la ideología es el lenguaje
Tabarovsky publica en España un ensayo literario contra la falta de ruptura en la novela actual - La obra generó una gran polémica en Latinoamérica
Entonces, ¿se puede hacer literatura de izquierda desde la derecha política?
En ese momento, Damián Tabarovsky (Buenos Aires, 1967) reduce un poco la frenética velocidad a la que expone sus teorías para acoplarla a la gravedad de la respuesta: "Céline".
El novelista argentino publica en España (seis años después) su controvertido ensayo Literatura de izquierda (Periférica). Una obra que ataca con nombres y apellidos la actitud acomodaticia y conservadora de la literatura actual, los talleres literarios, a "los jóvenes serios" o a la producción en serie que viene tanto del mercado como de la academia (con el peso que tiene la academia en Argentina). Para no volver a salir de casa.
"Céline es un conflicto. Era de derechas, pero su literatura no"
"Flaubert fue el primero en ver que el problema era la sintaxis, no el tema"
"El libro coincidió con la aparición de la primera estética de blog, donde claro, al principio se decía mucho '¡Cabrón, muérete! Pero después se planteó el debate en clave seria", recuerda. El problema, quizá, eran los nombres que señalaba: Borges, Bioy Casares, Cortázar ("no tiene sentido leerlo a los cuarenta")... todos conservadores. "Es que si digo el 70% de la literatura argentina es muy mala, todos estarán de acuerdo porque pensarán que hablo de otro. Si cito libros y autores concretos, genera ese crujir. Pero no se puede hacer un libro de crítica sin nombres".
El paradigma de Tabarovsky habla de la ruptura, de la capacidad que tiene el lenguaje para perforarse a sí mismo. No se refiere al tema ni al contenido político, si es que lo hay. Es una cuestión casi semiótica (las voces de Roland Barthes y Gilles Deleuze susurran a menudo en el libro). Es una reivindicación de la forma como generador de contenido. Porque es imposible decir lo mismo de formas diferentes. "Es la literatura que pone énfasis en el lenguaje, que dice algo inesperado. Es como uno de los contragolpes de André Agassi. Va contra los grandes discursos de ganadores y perdedores, que no toleran la ineficiencia... Porque la literatura de izquierda no tiene una función, es diletante e ineficiente", explica. "Y sí, Céline es un conflicto. Pero me interesan mucho más estos problemas que recoger firmas para que se levante el embargo a Cuba", lanza.
El asunto que plantea Tabarovsky tiene que ver con las normas de la vanguardia, se trata, en suma, de romper el modelo de representación institucional. "Esta literatura no tiene lugar, ni público. Y sí, claro, es una putada. Porque el escritor de izquierda está solo. Son seres singulares que se definen por eso".
Para Tabarovsky los ejemplos son claros: Fogwill, Aira, Ferrater, Gil de Biedma, Céline, Benet... Pero, sobre todos ellos, destacan dos: Gustave Flaubert y Copi. "Flaubert fundó esa línea en Madame Bovary. Fue el primero en ver que el problema era la sintaxis y no el tema". Además, la defensa que su abogado redactó para defenderle en el juicio por ofensas a la moral (junto a Baudelaire) trajo consigo la fundación de la crítica literaria: "Le decía al fiscal: 'Usted confunde a Flaubert con el narrador. Él es una persona proba, muy buena... Su narrador sí describe todas las escenas horribles del mundo. Ahí hay una ruptura definitiva".
La revolución moderna es para Copi. "Es que escribe en un idioma que no existe. El frañol. Inventó una lengua dentro de la lengua, como diría Deleuze. Tiene una reflexión sobre el cuerpo, deseo y política, como metáfora de la deformidad. El mejor texto para verlo es El Uruguayo".
El problema, como siempre, llega cuando la ruptura se hace norma. ¿Y si Céline crea escuela? "Sí, la del punto suspensivo", ironiza. "Esa es la gran pregunta. La literatura de izquierda puede entrar en un proceso de normalización, entrar en el mainstream. Pero espero que vengan los jóvenes y nos cuestionen por conservadores". Y es posible que, en algún blog, eso haya sucedido ya.
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