"Me gusta el arte de juntar palabras"
Vive recluido en un caserón de Minneapolis (EE UU). Solo, rodeado de sus criaturas: enterradores, seres que no son de este planeta, Beowulf, el hombre del saco y Coraline, la pequeña que busca otros mundos en éste y que protagoniza el taquillazo de animación, Los mundos de Coraline, que acaba de llegar a las pantallas españolas.
Neil Gaiman, autor de Coraline (novela en la que está basada la película) y guionista de cómics seminales como The Sandman, es un tipo raro y rentable en una mansión con puertas tapiadas que llevan a ninguna parte y entre bosques tan atractivos como terroríficos. Gaiman es un tipo que se parapeta tras las palabras. Eso sí, siempre conectado con el siglo XXI, como buen enganchado de Internet, los blogs y Twitter (journal.neilgaiman.com). "Son una forma inmediata de hacer correr los mensajes sin que disminuya la capacidad de atención del público", declara Gaiman. "Creer que la gente pierde interés por culpa de la Red sería como decir que en la época victoriana leían novelas cortas porque hacían uso del telegrama. Las cosas no son así", opina este británico de 48 años.
"Los adultos se lo tragan todo", opina el autor de la novela 'Coraline'
"Los niños son los lectores más listos. Prestan una increíble atención al texto"
Sus libros son para niños. Pero los leen adultos sin que aquéllos noten la intrusión. Pasa con Los mundos de Coraline, la película de animación tradicional (muñecos manipulados por personas) estrenada este fin de semana. "El material nació de las historias cortas de mucho miedo que me dictaba mi hija cuando volvía del colegio a los cuatro o cinco años. Historias sobre niñas pequeñas a las que sus madres alimentaban al regresar a casa, pero que se daban cuenta de que no eran sus madres y empezaban a buscar a su madre de verdad mientras las brujas las perseguían", recuerda.
A partir de estos relatos, Gaiman cayó en el enorme vacío existente en la literatura infantil. La encontraba incapaz de ofrecer "historias cortas de terror de estilo gótico" como las que tanto le gustaban no sólo a su hija Hally -que ahora tiene 23 años-, sino a los millones de espectadores menores de edad que han hecho este año en Estados Unidos un éxito de taquilla de Los mundos de Coraline. "Quizá sea", aclara, "porque los adultos y los niños perciben las cosas de manera diferente. Para un adulto la historia de un niño en peligro es terrorífica. Mientras que para un niño es una aventura donde él es el héroe. Una especie de James Bond".
Como lector, Gaiman se define como incansable. Por algo es de los que opina que "los adultos se lo tragan todo". Su gusto no puede ser más ecléctico: desde Rudyard Kipling y P. L. Travers, autor de Mary Poppins, a Douglas Adams, Terry Pratchett y Alan Moore, ídolos más contemporáneos a los que pudo conocer mientras trabajaba como periodista en su juventud. "Dicen que me gusta todo porque no hago más que escribir prólogos para ensalzar la obra de otros. Me gusta el arte de juntar palabras y los autores que respetan al lector. Pero no tengo que coincidir con sus opiniones. Por ejemplo, me encanta John Wilomot, el conde de Rochester, un poeta sifilítico que escribe sobre eyaculación precoz. Me encanta su manera de juntar las palabras". Si se trata de quedarse con un tipo de lector opta por los más pequeños. "Los niños son los lectores más listos. Prestan una increíble atención al texto y a las palabras. Cuando leen ponen toda su atención".
Sus palabras suenan a travesura. Dice estas cosas para impactar. Un juego que ha llevado con éxito primero al cómic, donde se dio a conocer con la saga The Sandman, hoy un clásico del género que llegó cuando la novela gráfica aún no estaba de moda. También al teatro y ahora al cine. Con Los mundos de Coraline, su director Henry Selick rescata del olvido la stop motion (movimiento foto a foto). El éxito de la animación por ordenador había sumido en la oscuridad a este género. "Lo más importante que hice por la película fue escoger a Henry como director. Le localicé, le mandé el guión años antes de su publicación y me aseguré de que tenía los derechos", afirma en referencia al autor de Pesadilla antes de Navidad y James y el melocotón gigante. ¿Por qué tanto interés? "Al estar hechas con muñecos, películas como Los mundos de Coraline tienen un realismo que se puede tocar. Sin llegar al extremo de las imágenes reales, que darían demasiado miedo. Aunque, si puedes correr la voz de que echo de menos en mi carrera una película de animación tradicional, te lo agradezco".
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