¿Por qué un español coge el avión cuando un mexicano nunca lo haría?
Escritores y académicos debaten sobre el sexo en la lengua y sobre los tabúes del español a uno y otro lado del Atlántico
Cuando se habla del español a uno y otro lado del Atlántico, las diferencias entre el sentido de algunos términos acaban muchas veces aludiendo al sexo. Las razones de que un español coja el avión mientras que un mexicano nunca lo haría, o cómo escoger bien las palabras para no resultar grosero dependiendo del país han sido algunos de los temas debatidos hoy en una charla, titulada El sexo en la lengua, celebrada este jueves en el marco de la XXII Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL).
Ante un juvenil auditorio, los escritores Luisa Valenzuela, argentina, y el colombiano Daniel Samper, el presidente de la Agencia Efe Álex Grijelmo y la periodista mexicana Lydia Cacho, y la académica mexicana Concepción Company han ofrecido un debate ameno interrumpido en varias ocasiones por las risas del juvenil auditorio.
Valenzuela, en concreto, ha reflexionado sobre la pérdida del simbolismo de algunas palabras como "boludo" (tonto) en Buenos Aires, un término que "ha perdido ya su encanto". Y qué decir de los tabúes del español en los distintos países, como en Argentina, ha indicado Valenzuela, donde no son aconsejables términos como "concha" (vagina) o "tortillera" (lesbiana).
En cambio, en México la primera es fácilmente localizable en rocas junto a la orilla del mar, sin posibilidad de goce sexual alguno, y la segunda es una persona que desempeña el noble oficio de fabricar tortillas (tortas) de maíz y harina.
Mexicanos y argentinos comparten algo que les diferencia de los españoles: toman el tren, el taxi y el teléfono, pero no lo cogen. Lo que en España es acción de agarrar o asir, en México y Argentina se entiende como acto sexual.
El machismo hablado
Según Concepción Company, integrante de la Academia Mexicana de la Lengua, en algunos documentos del final de la Colonia en México ya puede verse el cambio de significado. Company ha criticado también que haya "malqueridas" y "malcogidas", pero que no existan sus antónimos ni sus equivalentes masculinos. No obstante, ha hallado más tarde algo de justicia poética en el lenguaje castellano: "Los problemas son masculinos, las soluciones son femeninas".
"El sexo forma parte de la realidad, pero no de la gramática", ha apuntado por su parte el presidente de la Agencia Efe y vicepresidente de la Fundación del Español Urgente (Fundéu), Álex Grijelmo, quien ha instado a no confundir género y sexo, conceptos que la gramática no plasma adecuadamente.
Las oraciones "seis policías detienen a unos atracadores" o "el personal de limpieza del hotel trabaja muy bien" evocan a hombres, en el primer caso, y a mujeres, en el segundo, sin que haya relación entre género y sexo.
Según el escritor y periodista colombiano Daniel Samper, que ha deleitado al público con un humorístico monólogo, hay que saber "cómo gemir adecuadamente en plena cópula para no causar confusión en el otro amante". "Si Freud hubiera ido a conquistar colombianas, hubiera tenido problemas cuando le gritaran '¡Ay papito!'", ha dicho el colombiano. Además, Samper se ha asombrado de que, por la influencia del cine y la televisión en inglés, "algunas ateas hispanoparlantes" se arranquen en pleno éxtasis con un "Oh, my God!" (Oh, Dios mío).
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