"En la era digital, la fotografía ya no actúa de espejo"
Lleva tres décadas retratándose transfigurado en los grandes iconos de la historia del arte y del siglo XX. Se le ha visto como Marilyn Monroe, como Einstein, como Hitler y Frida Kahlo; también ha sido Van Gogh, Mao, Che Guevara o Andy Warhol. Cualquiera diría que es un exhibicionista, un narcisista confeso. Pero Yasumasa Morimura (Osaka, 1951) se confiesa extremadamente tímido. Una muestra de sus trabajos en la galería Juana de Aizpuru recoge una selección de sus fotografías y vídeos recientes.
Pregunta. ¿Se siente actor y fotógrafo a la vez? ¿Predomina alguno de los dos aspectos en su obra?
Respuesta. Me interesan los dos papeles por igual. El fotógrafo mira y el actor se deja ver. La manera que he encontrado de mantener esa doble visión es el autorretrato.
Expone en Madrid sus autorretratos, en los que emula a grandes iconos del siglo XX
P. ¿Cuándo descubrió que esa iba a ser la posición desde la que iba a desarrollar la obra de toda su carrera como artista?
R. Hubo dos razones. La primera responde a un episodio muy personal del que prefiero no hablar. De niño, yo era muy tímido, casi enfermizamente tímido. No me atrevía ni siquiera a ponerme delante de la gente donde pudiera ser visto. Pero llegó un momento en que tuve que hacerlo y me decidí a afrontarlo a través del autorretrato. La segunda razón es que siempre me gustó pintar. Y me llamó la atención la firma que siempre ponen los artistas occidentales en sus obras. En Japón no se acostumbraba, ahora sí. Pensé que era una especie de prueba de existencia del artista.
P. Los personajes y escenas en las que se retrata son iconos de la cultura occidental. ¿Se esconde detrás del brillo significativo de esas figuras?
R. No sé si me escondo detrás de esos personajes, lo que hago es formular preguntas sobre el yo.
P. Desde que usted empezó, en los años ochenta, hasta ahora, ha habido tremendos avances tecnológicos en la fotografía. ¿Cómo ha cambiado su forma de trabajar?
R. En 1985 hice mi primer autorretrato, como Van Gogh. En aquella época no existía todavía la tecnología de los ordenadores personales y la fotografía no estaba relacionada con la informática. Yo trabajaba como todos los fotógrafos, en el laboratorio. Mi trabajo era como un espejo para mí. Ahora es fácil manipular las fotografías. Pero en la era digital la fotografía ya no actúa de espejo. Por eso decidí actuar en sentido contrario y evitarla, en la medida de lo posible. La serie que realicé el año pasado es en blanco y negro en grandes impresiones. No rechazo la tecnología, que puede ser muy útil para experimentar cosas nuevas, pero quiero que la fotografía siga siendo algo físico para mí. Solo así se transparenta la realidad.
P. ¿La identidad es para usted algo líquido o algo sólido pero maleable, como la arcilla?
R. Mi percepción sobre la identidad ha cambiado con el tiempo. Soy un hombre del siglo XX, con un cuerpo, unas manos y un rostro que me dan una fisicidad concreta. Esa es la base de mi contacto con el mundo. Pero a veces pienso que con la tecnología que se está desarrollando no tardaremos en modificar a nuestro antojo ese aspecto físico inicial, de la manera que queramos. En un futuro muy cercano. La percepción de la identidad será distinta entonces. Yo creo mis trabajos transformando mi aspecto. Pero me tomo mucho tiempo para crear cada uno de mis personajes.
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