_
_
_
_
Entrevista:Serge Lemoine | Director del Musée d'Orsay

"No se entiende a Picasso sin el neoimpresionismo"

Santiago Segurola

Serge Lemoine, director del Musée d'Orsay, participa junto a Josep Casamertina como comisario de la exposición Neoimpresionismo, eclosión de la modernidad, que se inaugura mañana en la Fundación Mapfre de Madrid. Lemoine revela el papel esencial de un movimiento minusvalorado, en comparación con el impresionismo.

Pregunta.¿Hasta qué punto reivindica la influencia del neoimpresionismo en el arte del siglo XX?

Respuesta. Trato de entender las grandes ideas que han marcado los siglos XIX y XX. En toda la historia del arte occidental siempre hay una continuidad. Nunca ha habido rupturas bruscas. Por eso es imposible entender a Picasso y a Matisse si se dice que su precedente inmediato es el impresionismo. Fue un movimiento importante en su tiempo, pero siempre he creído que, en la historia del arte moderno, es marginal. Hay otra corriente de fondo, que fundamentalmente arranca de Puvis de Chavanne. A partir de ahí, Seurat, Gauguin, Cezanne y Van Gogh serán claves en el proceso de transformación del arte de finales del XIX y principios del XX. Proceden del impresionismo pero van mucho más allá.

"El impresionismo fue importante en su día, pero en la historia del arte es marginal"
"El Guggenheim Bilbao es cualquier cosa menos un museo. Carece de programa"

P. ¿Es el neoimpresionismo el enganche necesario con la abstracción?

R. Absolutamente. Es una conexión que se establece a partir de Puvis de Chavanne y del neoimpresionismo. Seurat, con el invento del divisionismo, de la división del color, hace científico el impresionismo, que es un movimiento bastante inconsistente. Sus seguidores en Europa crean un estilo, el puntillismo, el neoimpresionismo, que permitirá el salto directo al fauvismo, y de aquí a la abstracción.

P. En la exposición de Madrid hay aportaciones españolas. Está Regoyos, coetáneo de los neoimpresionistas. Pero también Picasso, Juan Gris y Dalí. ¿Hasta qué punto es apreciable la influencia del neoimpresionismo en estos tres artistas? ¿No es algo forzado?

R. No lo es. El neoimpresionismo se convierte pronto en un movimiento universal. Todos los jóvenes artistas que quieren ser modernos, desde finales del XIX a principios del XX, intentan pintar como divisionistas. También los españoles. Una vez que llega al cubismo, que parecería un punto de ruptura, Picasso mantiene su interés por los sistemas divisionistas, no ya por la luz y el color, como en los años diez y veinte, sino como una forma de reflejar la materia.

P. El Musée d'Orsay está asociado al nacimiento de la fotografía. ¿Qué efecto tiene la fotografía en la génesis de las nuevas corrientes?

R. En la pintura antigua, Van Eyck, Ingres o Holbein querían ser exactos, querían representar objetivamente la realidad. Al final, la fotografía también tiene ese afán por detallar todo con una gran exactitud. La pintura abandonará ese camino de los detalles para concentrarse en aspectos diferentes. Con la aparición de la fotografía, a la pintura no se le exige esa precisión en el detalle.

P. ¿Aprecia la influencia del neoimpresionismo en el arte contemporáneo?

R. En los años veinte, treinta y cuarenta del siglo pasado se aprovecharán las ideas que había en el origen del divisionismo, como la yuxtaposición de colores, y el puntillismo. Sin exagerar, se puede decir que estas técnicas de descomposición, de aportar seriedad y rigor científico, es lo que lleva en los años cincuenta a un método de análisis de la realidad que tiene mucho que ver con la digitalización y la pixelización.

P.¿Cómo observa los cambios que se están produciendo en los grandes museos del mundo?

R. He intentado demostrar en las exposiciones que el arte del periodo de Orsay está vivo. Intentamos siempre situar al museo en la actualidad, tanto en París como en las exposiciones que llevamos fuera. Nuestra obligación es incidir en los usos culturales de nuestro tiempo. Nuestro concepto es distinto a los que se pretende hacer en sitios como Abu Dhabi.

P. ¿Se entiende que su posición es contraria al proyecto de sucursal del Louvre en Abu Dhabi?

R. Orsay no es el Louvre. Es un museo pequeño en comparación. Pero es mucho más importante que el Guggenheim. Considero que el Guggenheim Bilbao es cualquier cosa menos lo que se puede entender por un museo. Es un museo sin programa. Mi concepción del museo no es mercantil. No creo que Orsay deba crear sucursales ni franquicias, pero sí es importante que estemos fuera de Francia, defendiendo una serie de valores que son los que dan sentido a la cultura, a un museo. El Guggenheim Bilbao es un concepto totalmente distinto. Es una arquitectura espectáculo que en sí misma constituye el programa del museo.

P. ¿Es inevitable un proceso de disneylización de la cultura?

R. Justamente por eso, pretendemos hacer otra cosa.

P. ¿Hasta qué punto se ha entrado en la banalización, en los museos como centros recreativos?

R. Es una apreciación un poco excesiva. La mentalidad del público ha cambiado y las prácticas culturales se han transformado. Hay más gente en los museos que antes. Esto se debe también a un cierto aggiornamiento de los museos en las últimas décadas. Han hecho un enorme esfuerzo de transformación para abrirse a un nuevo público. Lo que usted sugiere como banalización es un mal menor.

P. Dirige un museo que recoge la época en la que Francia era el faro del mundo de la cultura. No parece que el país atraviese un momento parecido.

R. París no siempre fue la capital del arte, pero sí es cierto que la influencia francesa dura muchísimo, especialmente en el XIX y a principios del siglo pasado. Ese papel se ha terminado. La influencia americana ha sido predominante en las cuatro últimas décadas. Una influencia muy corta. No se ha terminado, pero está prácticamente agotada. Hay que pensar en el dinamismo de culturas como la asiática, o quizá la africana, culturas que pueden estar en un proceso emergente.

Serge Lemoine.
Serge Lemoine.AFP

La presencia española

La exposición Neoimpresionismo, eclosión de la modernidad estará abierta desde mañana hasta el 10 de junio. Comisariada por Serge Lemoine y Josep Casamertina recoge 75 obras de los principales exponentes de un movimiento que tuvo una corta vida, pero que, en opinión de Lemoine, resulta sustancial en la comprensión del arte del siglo XX. Nace como respuesta al impresionismo, con un riguroso afán científico. El resultado es el puntillismo y posteriormente el divisionismo. Es en Bélgica y en Francia donde alcanza su mayor expresión, pero su influencia llega a toda Europa. En España su principal representante es Darío de Regoyos. En esta exposición, que reúne seis obras de Seurat, máximo exponente de la corriente, se incluyen obras de Pissarro, Kandinsky, Klee y los españoles Picasso, Dalí y Juan Gris.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_