"Me enamoré de todos los personajes"
El cineasta chileno estrena hoy en España 'La buena vida', Goya a la mejor película latinoamericana
En el último plano de La buena vida, el nuevo filme del chileno Andrés Wood, el espectador recibe el último aliento pesimista de una película hecha con personas, no con personajes estereotipados, llena de vida, como asegura su título, aunque no tan buena, como lo adjetiva. "¿Pesimista? Es verdad que es pesimista a nivel macro, pero creo que no lo sea tanto a nivel micro?". Wood (Santiago de Chile, 1965) se defiende entre risas por teléfono.
Tras su anterior Machuca, un trabajo brillante, el cineasta no ha bajado la guardia y sirve otro filme sencillo, doloroso, que nace de la realidad de una megaurbe. "Rodrigo Bazaes, el director artístico de Machuca, y dramaturgo, me enseñó un proyecto de documental sobre la clientela que asistía frecuentemente a la peluquería Salón Urbe. Lo acompañé un par de veces y me gustó".
Las otras tres historias que se entrecruzan -"Sí, pensé mucho en el estilo y el tono de Vidas cruzadas, de Robert Altman"- nacen de hechos reales que Wood encontró en la prensa: "Manejamos muchos personajes. De los que quedaron, unos son literales, otras son fusiones. Me enamoré de todos ellos. Busqué qué les unía y con ello vertebré el tono: la soledad". El cineasta fue amasando el guión, concretando la importancia de la ciudad y contextualizando: "Tengo una necesidad grande de mostrar dónde y cuándo se desarrolla cada historia. En Machuca arrancaba poniendo 'Santiago, 1973' y aquí hago lo mismo: 'Santiago, 2009".
Santiago de Chile. Wood se siente allí felizmente atrapado. "El smog es desde luego espantoso. No es una ciudad especialmente divertida, pero puede ser entretenida. Me gusta vivir aquí. Yo me muevo por mis pertenencias y afectos, y mi historia está aquí. Reconocer esto me da tranquilidad. Algunos creadores buscan su espacio mágico y yo tengo claro que lo poseo dentro". Y esas ciudades están habitadas de personas. "Me interesa mucho la gente que no sale en los diarios, las personas anónimas... aunque ahora estoy trabajando en la biografía de un personaje histórico. Por cambiar".
Con La buena vida, Wood ganó el último Goya a la mejor película latinoamericana. "Para nosotros, el Goya es muy importante, porque estamos en estos momentos en Chile construyendo nuestra identidad cinematográfica. Ayuda en el laboro y en el reconocimiento. Empuja a que la película sobresalga en el limbo de los filmes que no son de autor ni intentan ser megataquilleros".
Wood no es un cineasta de vocación. Cuando al inicio hablaba del pesimismo, utilizó un vocabulario que delata su pasado: la economía. "Incluso trabajé como economista. Iba un día caminando con mi jefe y le hice una pregunta estúpida. Y entonces me di cuenta que me sabía ya la respuesta, que además ni me interesaba". Lo dejó todo, estudió cine en Nueva York, "me enamoré de la imagen", y nació el director. "Yo tuve una educación en la que si destacabas en algo, sólo incentivaban ese camino. Y como era bueno en deportes y matemáticas, ¿para qué el resto? Es triste. Por eso llegué tan tarde al cine". Por suerte para la gran pantalla, al menos llegó.
Babelia
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