El ejemplo del Coro Universitario de Oviedo
El Coro Universitario de Oviedo, que dirige Luis Gutiérrez Arias, constituye un ejemplo a imitar: por la calidad de sus versiones y por el interés de sus programas. Para encontrar una tarea análoga deberíamos acudir a algunos centros universitarios americanos. El término diletante parece recobrar, de golpe, el significado que tuvo en la Venecia de Vivaldi y Albinoni, pues es tos setenta u ochenta cantores asturianos hacen música con amor y pefección y la encuadran en mundos de cultura que conocen bien.Un introito de Joan Pujol, en el que, como diría Anglés, se continúa «el misticismo y la claridad de formas» de los polifonistas españoles más cimeros; O vos omnes, de Sebastián Durón; un estremecedor trozo de Antonio Soler, el motete Sepulto domine, a cuatro voces, escrito en 1774, en el que el autor de tantas sonatas ligeras y hasta cortesanas se torna grave y superexpresivo; el Magnificat del cuarto tono, del montserratino fray Manuel Espona, no lejano de la austera grandeza de Cererols ni tampoco de su sustancial lirismo, constituyeron, junto a un grupo de madrigales monteverdinos, la mayor parte de la sesión.
Coro Universitario de Oviedo
Director: Luís Gutiérrez Arías. Solistas: María L. Garcíay Vázquez del Fresno. Obras de J. Pajol, S. Durón, A. Soler, M. Espona, C. Monteverdi, J. S. Bach, J. Haydn y J. Brahms. Teatro Real. 18 de noviembre.
El resto reunió los tres grandes nombres: Bach, que, al decir de Kinberger en su Arte de la composición pura, de 1774, sobresalía «entre todos los del mundo», en el saber dar a cada una de las cuatro voces su propia melodía fluida a la vez que conservaba en cada obra un carácter uniforme. Haydn, soñándose barroco en los cuartetos vocales con piano de 1799 El anciano, Todo tiene su momento, Elocuencia y Canción de gracias al Señor; Johannes Brahms, en la singular belleza de dos de sus páginas tenidas por «menores»: la Opus 109, Piezas de fiesta y de conmemoración, dedicadas al burgomaestre de Hamburgo, Carl Petersen (1886-1888) y Querida golondrina, último de los «seis cuartetos vocales con con acompañamiento de piano (1888-1891)», y que en realidad procede de los Zigeunerlieder, op. 103.
El pianista Vázquez del Fresno colaboró con brillantez y sensibilidad, y la soprano Luisa F. García cantó con facilidad vocal y comprensión de estilo la parte solista del Magnificat. El Coro Universitario y su director, Luis Gutiérrez Arias, recibieron interminables ovaciones, a las que ha de unirse la presencia entusiasta de la Reina de España.
Babelia
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