El otro desnudo de Mapplethorpe
Una muestra aleja del estereotipo marginal la obra del fotógrafo neoyorquino
Vanitas vanitatum omnia vanitas (vanidad de vanidades, todo es vanidad). Puede parecer no demasiado obvio asociar el tópico artístico sobre la inutilidad de los placeres humanos frente a la inevitable muerte con Robert Mapplethorpe (Nueva York, 1946-Boston, 1989), el fotógrafo maldito convertido en símbolo de la revolución homosexual de los setenta y ochenta neoyorquinos.
'Vanitas' mezcla desnudo femenino, miembros viriles y bodegones
Su obra no debe aislarse del contexto de la 'era Reagan'
Sus muy explícitos desnudos femeninos y, sobre todo, masculinos, el uso de imaginería sadomasoquista -que Mapplethorpe defendía y practicaba-, lo encasillaron desde el principio para el gran público bajo la etiqueta de artista marginal y subversivo. Pero también impidieron una apreciación más matizada de su obra. Por eso, el galerista Pepe Cobo, representante de la obra de Mapplethorpe en España, inaugura el próximo jueves en Madrid -se podrá ver hasta finales de enero- una exposición de 36 obras cedidas por la fundación que gestiona el patrimonio del artista, que pretenden ofrecer una "percepción más rica y compleja de su trabajo", dice Cobo, que ha seleccionado las imágenes.
Bajo el título Vanitas, en la galería se exhiben desnudos femeninos, como los de Lisa Lyon, y miembros viriles en primer plano. Pero también hay, intercalados entre ellos, bodegones -una hogaza de pan, una berenjena, un racimo de uvas, un pescado sobre un papel de periódico-, flores, esculturas -Acteón, Espartaco, un sátiro- y objetos de cristal. "El mundo de Mapplethorpe es muy amplio y lo que me interesaba era hacer otro planteamiento alejado del estereotipo del desnudo, mostrar otras miradas, dentro de su imaginería sexual, pero más reflejada en objetos", aclara Cobo. El galerista revisó los fondos de la Fundación Mapplethorpe hasta que encontró el trozo de pan, la berenjena -"son como vanidades, lo perecedero, un objeto que se pierde"- y también las fotografías de estatuas que Mapplethorpe tomó durante un viaje a Nápoles en 1983. "Enseguida lo relacioné con nuestra cultura barroca", señala Cobo.
Las fotos de la muestra fueron realizadas en la década de los ochenta, pero permiten apreciar cómo, independientemente del objeto, el artista persiguió, desde sus inicios hasta su muerte, una estética formal depurada. "En ella descuellan unas composiciones armónicas y equilibradas, un ideal simétrico basado en la simplicidad de formas y en el juego sutil entre luz y sombra, en donde se privilegia la frontalidad que también transmite cierta intemporalidad", afirma el crítico de arte Juan Vicente Aliaga en el catálogo de la muestra. "Llevo en la cabeza la simetría. Ha arraigado en mí. Creo que me viene de la Iglesia católica: he tenido una educación católica", reconocía el propio artista en una información publicada en el Time Out de Londres el 3 de noviembre de 1983.
Ello no quiere decir, sin embargo, que deba asumirse que Mapplethorpe fotografió de la misma manera una hogaza de pan, un pescado o una estatua, que compuso una imagen con un pene. "Esta lectura se me antoja una falacia", advierte Aliaga, que recuerda que no debe aislarse la obra de Mapplethorpe de su contexto sociopolítico, marcado por la convivencia de la revolución conservadora de la era Reagan y la ola homofóbica que acompañó la irrupción de los primeros casos de sida a principios de los ochenta con la pujanza del movimiento a favor de los derechos de los homosexuales. "Sea como fuere", concluye Aliaga, "el tratamiento formal de que dota Mapplethorpe a sus modelos tanto masculinos como femeninos (sobre todo con Lisa Lyon), al margen de la actividad que desempeñan (besarse, abrazarse, mirar, practicar sexo...), se sustenta en una fascinación por el equilibrio visual, de impronta clásica".
Formado en el prestigioso Pratt Institute de Brooklyn, donde estudió pintura y escultura, la fotografía en sí no fue un interés prioritario de Mapplethorpe. Pero en 1972, John McKendry, responsable de la división de fotografía del Metropolitan Museum of Art, le regaló una Polaroid y empezó a trabajar en temas clásicos, como flores, retratos y desnudos, en los que se ejercitó con gran rigor compositivo. Poco después adquirió una cámara de gran formato y, más tarde, el comisario y coleccionista Sam Wagstaff, amante y mecenas de Mapplethorpe, le regaló una Hasselblad que se convirtió en su primera herramienta de trabajo. Sus primeros experimentos tuvieron como protagonista a su amiga, la cantante Patti Smith, a él mismo y, progresivamente, a un círculo cada vez más amplio de amigos y conocidos del entorno artístico neoyorquino.
Cierra la exposición el último autorretrato que realizó, en 1988, un año antes de morir de sida. En él, un prematuramente envejecido Mapplethorpe sostiene, como un rey anciano que espera el final, un bastón con una calavera en la empuñadura. Vanitas vanitatum.
Babelia
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