Dos aviesos espías
Vilches y Fandiño sufrieron el serio acoso de dos toros de auténtica mala uva, muy mansos, broncos y peligrosos; de esos que no admiten un pase, con la cara siempre por las nubes, expertos en tornillazos directos al corbatín, de comportamiento claramente incierto, y que ofrecen una preocupante falta de credibilidad y confianza. Los dos -los toros, se entiende- parecían expertos espías del bando enemigo por su forma de atisbar, mirar, observar y medir; porque no perdían ojo de lo que sucedía a su alrededor, prestos en todo momento al ataque sorpresa. Pero no por derecho, como un oponente franco, sino como un avieso y malvado enemigo, al acecho del menor descuido.
Sudaron tinta Vilches y Fandiño con tal suerte. Peor lo pasó, si cabe, el segundo, ante un animal de imposible dominio, de cortísimo viaje, que pretendía cogerlo con inusual descaro. Lo verdaderamente milagroso es que el torero vasco no sintiera en sus carnes el pitón caliente del espía que no lo amó. Se defendió como pudo el buen hombre, y sorteó con éxito la saña de tan deslucido animal.
La corrida de hoy
- Toros de la ganadería Dolores Aguirre, para los diestros Antonio Barrera, Salvador Cortés y Alberto Aguilar.
- La corrida se retransmite por Digital Plus Toros, en el dial 69 de Digital Plus.
- Vea los mejores momentos de la tarde de ayer en el video resumen de elpais.com
Más digno pudo estar el diestro de Utrera; se jugó los muslos, asentada y firme la planta, y dio la cara como mejor supo: aguantando las tarascadas de un toro sin clase alguna, que no humilló nunca, y ante el que ofreció un ejemplo de gallardía.
Fueron estos los dos primeros y se acabaron los espías enemigos, afortunadamente. Lo que vino después no es que fuera bueno, ni mucho menos, pero, al menos, no ofreció un peligro tan evidente: mansos todos, descastados hasta la desesperación, rajados y blandos.
Vilches y Fandiño pudieron respirar en el segundo envite, pero tampoco se acercaron al triunfo. Dos toros muy parados, preñados de sosería, ante los que evidenciaron esa voluntad que a los toreros se les supone y aquí paz y después gloria. Por cierto, Vilches, que toreó muy bien a la verónica en su lote, tiene una fea tendencia a matar en los bajos, lo que es costumbre muy desagradable. Esa es la cruz de este buen torero al que se le pasan oportunidades mal rematadas con el acero.
Mejor suerte tuvo el camero -de la localidad sevillana de Camas- Oliva Soto, torero fino y elegante, de pellizco e inspiración, que se encontró con un tercer toro noble al que muleteó con gracia, empaque y ligazón en una tanda de derechazos, y destacó, especialmente, en otra de naturales muy vistosos. Una trincherilla y un cambio de manos primoroso pusieron punto y final a una faena que supo a poco. Al toro, es verdad, le faltaron fuerzas, y al torero, ambición. A ese toro, al que mató mal porque la espada es, también, la espina clavada de este torero, había que haberle cortado la oreja, y, si no lo hizo, el futuro se lo demandará. Muy rajado fue el sexto ante el que dibujó unos naturales de fuste, pero todo se apagó muy pronto. Fue una pena, tanto la mala suerte de Vilches y Fandiño con dos espías de órdago (habría que ver a más de una figura en circunstancia tan singular), como la buena de Oliva que no aprovechó.
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