Un arte para el disfrute de todos
Quizás fue Umberto Eco quien con El nombre de la rosa despertó un interés creciente en nuestra sociedad por todo lo medieval. Muchas novelas, algunas de las cuales, como Los pilares de la tierra o La catedral del mar, disfrutan de tiradas millonarias, proporcionan a lectores de toda clase y condición la posibilidad de realizar un fascinante viaje a nuestro pasado medieval. Probablemente haya sido el cambio de milenio el responsable de que hayamos puesto nuestra atención en el románico. Un estilo artístico que, con los ojos puestos en Roma, es el primer arte de la unidad europea. Un arte primigenio más que primitivo en el que lo sagrado y lo profano se dan la mano. Un arte total donde arquitectura, escultura, pintura, se funden y complementan y pasan a constituirse en hitos de referencia en un paisaje modelado por la mano del hombre.
El románico es un arte de origen monástico. La semilla la plantó Benito de Nursia con su regla monástica que distribuye el tiempo y organiza los espacios en los que debe de discurrir monótonamente la vida de los monjes y por ende de todos los que dependen del monasterio para su subsistencia. Los benedictinos primero (Cluny es la primera multinacional europea) y posteriormente los cistercienses y en menor medida los premostratenses colonizan Europa y la llenan de monasterios. Éstos establecen la división del trabajo y generan plusvalías, lo que les permite mantener un rico scriptorium donde inventan o copian los códices y beatos y donde se deposita y se transmite el saber de la antigüedad. También eran el punto de partida de las cuadrillas de artesanos que se repartían por la geografía europea dejando muestras de su repertorio en las iglesias donde aprendían los maestros locales.
El románico es una fuente en la que beben los grandes artistas modernos. Son románicos los ojos con los que mira Picasso y los ojos que pinta Picasso y las caras que modela Modigliani.
Las Claves del románico, la serie televisiva que presenté y dirigí para Televisión Española a lo largo de 33 capítulos, me ha permitido disfrutar de la belleza incomparable de un románico, a veces desconocido, que forma parte del paisaje de nuestros campos y pueblos. Ya va por la mitad la edición de la Enciclopedia del románico en la península Ibérica, una ingente obra de catalogación y divulgación que, en 64 tomos, recoge todos los monumentos y vestigios de este arte en España y Portugal. Precisamente hace pocos días, durante la firma de un convenio entre la Fundación Santa María la Real de Aguilar de Campoo y el MNAC para la realización de la parte referida a Cataluña, tuve la ocasión de visitar el montaje de la extraordinaria exposición que allí se inaugura la próxima semana. Muestras como ésta de Barcelona (buen pretexto para estrenar el AVE) o los planes integrales como el del Románico Norte, que lleva a cabo la Junta de Castilla y León, permiten a los ciudadanos disfrutar de un arte universal que nació con la vocación de ser disfrutado por el pueblo llano y soberano.
José María Pérez, Peridis. Arquitecto y codirector de la Enciclopedia del Románico de la península Ibérica.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.