Los alcaldes, contra Calatrava
En Valencia, Rita Barberá sugiere que la inundación del Palau es culpa del arquitecto, y en Bilbao finaliza el juicio entre éste y el regidor, Iñaki Azkuna
La jornada de ayer fue especialmente ruda en la guerra de declaraciones y acciones judiciales que mantienen el arquitecto Santiago Calatrava y los alcaldes de Valencia y Bilbao, dos de las ciudades donde tiene obra. En el caso valenciano, la primera edil, Rita Barberá (PP), eximió de toda responsabilidad al Consistorio en el desastre de las inundaciones del Palau de les Arts y sugirió que la culpa es del arquitecto. No obstante, matizó que ella no es "técnica" y que "desconoce" las causas exactas de la inundación, aunque, en todo momento, puso de relieve que, uno de los dos días, las lluvias fueron "torrenciales", según declaraciones recogidas por Europa Press. En cuanto al capítulo bilbaíno del vía crucis de Calatrava, se resumió en la vista oral por la denuncia que el arquitecto tiene interpuesta contra el Ayuntamiento por una presunta vulneración de la Ley de Propiedad Intelectual.
Las inundaciones del Palau pueden costar entre 10 y 15 millones de euros
El primer edil bilbaíno llama a la pasarela "el puente de los morrazos"
"No voy a entrar en contradicción con un hijo predilecto de la ciudad", decía la alcaldesa de Valencia hace 10 días. Se refería a Santiago Calatrava y a las explicaciones que había dado su estudio sobre las causas de la inundación del Palau de les Arts. Pero ayer entró al trapo y negó la mayor: "Ni una gota del río ha entrado en la ópera".
El estudio de Calatrava había responsabilizado al Ayuntamiento del siniestro por levantar un jardín anexo al Palau en una cota superior a la del coliseo, lo que provoca que el agua de lluvia se filtre y se encauce hacia el edificio. "El jardín del río ha tenido un comportamiento perfecto durante las lluvias", aseguró la alcaldesa valenciana, sugiriendo así que el Ayuntamiento no es responsable del siniestro.
El trasfondo de la polémica es muy serio y de importantes consecuencias económicas. Los diversos seguros pueden poner trabas al pago por las inundaciones, si se detectan graves problemas en la construcción de la ópera o en la urbanización de los jardines. Además, el estudio de Calatrava advirtió de que el arquitecto había avisado del riesgo de inundaciones por culpa del jardín 10 años antes. A todo ello se une el coste de un Palau que superaba en 2005 los 332 millones de euros y lleva ahora 10 años en obras. La posible solución definitiva a los problemas de la inundación sumaría entre 10 y 15 millones de euros más a un edificio con tanto impacto mediático como presupuestario.
Hasta ahora, las críticas de los representantes políticos por los sobrecostes y retrasos de Calatrava se silenciaban en conversaciones off the record. De hecho, la Generalitat, gobernada por el PP, le ha encargado otros hitos arquitectónicos, como un puente y un enorme ágora, además de comprar el proyecto de cuatro rascacielos. Ahora, la inundación de la imponente ópera de pies de barro ha hecho saltar las reservas. El final es incierto.
Por otra parte, el representante de Calatrava reprochó la actitud del Ayuntamiento de Bilbao por haber empalmado un paso elevado sin su consentimiento a la pasarela que construyó hace 10 años sobre la ría. La razón de éste es conectarla con el nuevo complejo de Uribitarte.
Ayer comenzó en el Palacio de Justicia de Bilbao la vista por presunta vulneración de la Ley de Propiedad Intelectual, tras la demanda planteada en marzo por el arquitecto valenciano contra el Consistorio y las dos constructoras que acometieron las obras. Sus abogados piden tres millones de euros de indemnización si no se derriba el paso elevado y 25.000 euros por "daños morales" en caso de aceptar su petición de eliminarlo.
El juicio, que concluirá hoy con los informes de conclusiones de cada parte, es el primero en España en el que se invoca la Ley de Propiedad Intelectual sobre una obra de ingeniería. Ante la inasistencia de Calatrava, sus tesis fueron defendidas por Fernando Villalonga, director de su estudio en España hasta septiembre y consejero de Cultura y Educación de la Generalitat valenciana entre 1995 y 1996.
"La pasarela [proyectada por el japonés Arata Isozaki, autor del complejo urbanístico de Uribitarte] daña la obra. Rompe visualmente el equilibrio, la unidad y la simetría", expuso Villalonga. Afirmó que el arquitecto valenciano se enteró "casualmente" por su hijo del proyecto de conexión de su puente con otra pasarela y se refirió a las cartas enviadas al alcalde de Bilbao, Iñaki Azkuna (PNV), y a las autoridades vizcaínas, sin éxito ninguno. "Lo lógico es avisar al autor", recalcó.
Los abogados del Ayuntamiento y las constructoras basaron su defensa en que la conexión de la ría y Uribitarte se incluía en el Plan General de Ordenación de Bilbao, aprobado en 1995, en el interés público y en que se trata de dos obras diferenciadas. Emiliano González, el perito de la acusación, sostuvo que el plan urbanístico es "ambiguo". En su opinión, la pasarela de Isozaki supone una "intromisión" y afecta totalmente a la simetría de la obra de Calatrava. Iñaki Aurrekoetxea, el arquitecto colaborador de Isozaki, afirmó que la pasarela "era una conexión que teníamos que hacer por imperativo legal", en alusión al ordenamiento urbanístico.
Antes de la actual polémica desatada a raíz del juicio que hoy finaliza, la pasarela de Santiago Calatrava ya había suscitado una intensa controversia en Bilbao debido a su superficie. El material de vidrio presente en el tablero, muy deslizante, ha causado numerosas caídas de viandantes por la humedad de la ría. Tantas, que el alcalde de Bilbao, Iñaki Azkuna, ha llegado a bautizar con sorna la pasarela de Calatrava como "el puente de los morrazos".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.