"Los papeles de puta son los más lúcidos"
Está eufórica por las magníficas críticas que ha recibido su papel en La buena estrella, la película de Ricardo Franco que acaba de estrenarse y donde comparte reparto con Antonio Resines y Jordi Mollá. Esa Marina desarraigada y carne de reformatorio que se transforma en una modosa ama de casa tras su matrimonio con un carnicero castrado le ha servido a Maribel Verdú (Madrid, 1970) para comprobar de nuevo que "los papeles dramáticos y sufridores, los de puta por ejemplo, son los más lucidos y fantásticos". Confiesa que no le resultó difícil meterse en la piel de un personaje con dos vidas paralelas "porque el guión era tan estupendo y los diálogos tan auténticos que resultó fácil encamar el personaje". Sólo tiene palabras de elogio para Franco, "que quería una película bella y por eso los tres actores principales nos hemos volcado en ella"."Esa tía superseria de La buena estrella", comenta Verdú, "que no expresa sus emociones, que siempre tiene la lágrima en el ojo pero que no la suelta jamás y dividida entre dos amores es más real que la vida misma". No tiene dudas la actriz de que la realidad suele superar a la ficción -el filme está basado en un hecho real- y de que se pueden tener dos amores a la vez. Pero suspira y precisa: "De todos modos, sufres mucho con esas situaciones porque has de elegir. En la vida todo es cuestión de elegir". La actriz tiene tan claro que es necesario optar que suele prepararse la noche anterior la ropa que se va a poner al día siguiente. Descubierta para el cine cuando apenas contaba 14 años, Maribel Verdú no ha consultado nunca con nadie qué guiones debía aceptar o qué papeles debía interpretar. "Puedo acertar o equivocarme, pero siempre elijo yo", afirma. Contrasta esa seguridad que transmite con un aire jovial y extrovertido, un tanto alocado, de colegiala con jersey negro y ancho que da cuenta con hambre de unas tostadas en una cafetería de estilo americano donde ha citado al periodista.
De formación autodidacta, si por ello se entiende que no ha estudiado en una escuela de arte dramático, Maribel Verdú declara aprender de todo y de todos. "Me fijo en todo porque creo que una buena actriz ha de ser una gran observadora", comenta mientras mira con unos profundos ojos pardos que cambian sin descanso su expresión, como en una permanente puesta en escena de distintos estados de ánimo. "Trato de aprender cosas todos los días, los buenos y los malos, y para formarme estudio a la gente de la calle o la forma de rodar de los directores o el modo de actuar de actrices a las que admiro".
Ha trabajado en cine, teatro y televisión y ha tocado todas las teclas de la interpretación, desde la señorita coqueta de la oscarizada Belle époque a la joven drogadicta de 27 horas, desde la chica frívola de Salsa rosa a la novia pueblerina que muere por amor en Amantes. Esta película de Vicente Aranda, uno de los cineastas que más ha dirigido a la actriz, significa un antes y un después en la carrera de Maribel Verdú. Y ella lo sabe. "Fíjate hasta qué punto me di cuenta", señala, "que ya tenía firmada una serie de televisión y lo dejé todo -porque pensé que el papel de Amantes significaba una gran oportunidad para demostrar mis posibilidades como actriz".
Se puede permitir el lujo de aceptar sólo aquellos papeles que le gustan mucho, que le entusiasman: "Mientras puedas, has de hacer lo que te apetece", afirma, "y por eso tampoco me ha importado interpretar un papel pequeño como la Areusa de La Celestina, de Gerardo Vera. Siempre le agradeceré que pensara en mí porque esa puta que mueve los hilos de la trama creo que es el primer personaje maduro que interpreto". En esa línea de encarnar roles interesantes, aunque sean secundarios, Maribel Verdú acaba de rodar el personaje de una hippy desvalida y abandonada en Carreteras secundarias, un filme que dirige Emilio Martínez Lázaro, basado en la novela de Ignacio Martínez de Pisón.
Desde la convicción de que le gustan todos los géneros, desde el drama a la comedia, Maribel Verdú se ha atrevido también en varias ocasiones con las tablas del teatro. "En la vida has de arriesgar y no descarto volver a hacer teatro, que es algo que nada tiene que ver con el cine. Todo depende de que me presenten una buena obra, con un director al frente que me guste". La televisión tampoco ha escapado a los registros de esta inquieta actriz que ha presentado un programa de cine en Canal + y ha actuado como protagonista en la serie Canguros, de Antena 3. Admite que es lo más sencillo y lo que más dinero fácil permite ganar a los actores, pero no tiene miedo de que la encasillen en un estereotipo de la pequeña pantalla. "Resulta fatal si confunden un personaje de televisión con una actriz o un actor al comienzo de su carrera. Pero cuando llevas varios años en el cine, como es mi caso, siempre te recuerdan por las películas y no por los programas de la tele".
Por si faltaba poco para esta especie de año triunfal para la actriz, Maribel Verdú ya cuenta con una biografía publicada recientemente en la editorial Film Ideal, obra de los periodistas Carmen Hornillos y Andrés Arconada y con prólogo de Manuel Vicent. No oculta la intérprete que todavía es muy joven para biografías y que le produjo un cierto rubor cuando le pidieron el permiso para publicarlo.
Ahora, y tras unos meses de mucho tute, de rodajes y presentaciones, Maribel Verdú está encantada de actuar de ama de su casa, de tener tiempo para poner lavadoras y tender la ropa, para cenar con amigos o para escaparse unos días a Londres con su amiga la también actriz Amparo Larrañaga. Y cuando viaja al extranjero le encanta olvidarse de quién es y poder coquetear con el dependiente de una tienda o alegrarse si un hombre vuelve la cabeza a su paso. "No soy para nada una vampiresa, más bien una niña pequeña que llora por cualquier cosa y que se emociona con películas como El cartero o Sentido y sensibilidad". Desde luego, lo que no soporta es notar que intentan seducirla. "Detesto", añade, "a esos tipos que te miran con pinta de castigador. Los tíos que me gustan son más bien tímidos y serios, esos que no te hacen caso y que te lo has de currar para que te presten atención".
Vuelve, una y otra vez, a mostrar su fascinación por papeles como la prostituta que Shirley MacLaine representó en Irma la dulce o la secretaria de El apartamento, ambas de Billy Wilder, uno de los directores que más admira junto con Alfred Hitchcok o Woody Allen, entre otros: "Por un puesto en un reparto de Wilder o de Allen una actriz debería pagar en lugar de cobrar", apostilla Maribel Verdú.
Babelia
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