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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Trabajo, sí; milagros, no

Este reencuentro con los personajes de Un hombre y una mujer, el mayor éxito internacional de Claude Lelouch y uno de los más notables del cine francés de todos los tiempos, se produce 20 años después, bajo una cita de Pascal Jardín en la que Lelouch expone toda su filosofía: "Una película no tiene autor. En ella hay mucho trabajo y algunos milagros".Desgraciadamente, esta continuación en imágenes de unas biografías en off durante dos décadas no contiene ninoún milagro y reduce el concepto trabajo a una frenética agitación cuyo único sentido es el ser lo más visible posible, poner en primer término su condición de trabajo, de profesión.

Se supone que un cineasta tiene como objetivo fabricar imágenes, emociones, transmitir sentimientos e ideas, pero Lelouch le convierte -y se convierte, lo ha sido siempre- en un técnico preocupado por el movimiento de una grúa o por la nieve artificial que hay que lanzar en el plató.

Un homme et une femme, vingt ans

déjàDirector y guionista: Claude Lelouch. intérpretes: Anouk Aimée, Jean-Louis Trintignart, Richard Berry y Evelyne Bouix. Fotografía: Jean-Yves Le Mener. Francesa, 1986.

Se convierte también en un virtuoso de la promoción de nuevos coches o en un niño grande que, tras 20 años, sigue creyendo que aquello es el mejor tren eléctrico del mundo. De esa preocupación nunca pueden surgir milagros. Spots, quizá, sí, pero emociones auténticas, no.

El largo abandono en que Lelouch dejó a Anne Gauthier y Jean-Louis Duroc ha permitido que ambos progresaran en su situación profesional.

Ella ya no es una simple script-girl, sino una productora cuya última superproducción ha sido un fiasco y necesita rodar inmediatamente otra cosa para recuperar parte del dinero perdido.

Él sigue pilotando coches, pero ahora los mejores, y de manera mucho más profesional, y participa también en -¡la aventura es la aventura!- un París-Dakar que permite una última y angelical aparición de Thierry Sabine y da pie a una de las secuencias más ridículas de la historia del cine, con un intento de suicidio-asesinato a causa de los celos que puede provocar carca jadas o rugidos de indignación, según sea el sentido del humor que tenga el espectador de la obra.

Cosas pequeñas

Anne y Jean-Louis redescubren, en medio de esa vorágine de peligro y boato en que les ha sumergido su director, el placer de las cosas pequeñas y los grandes amores, vuelven a Dauville y al da-ba-da-ba-da, a la cursilería y la metafísica, a unas pocas secuencias muy bellas destruidas por una mente en la que coexisten a partes iguales, un gran talento mecánico, la tontería de quien se pasa el día descubriendo obviedades y unas enormes y patéticas ganas de gustar.Vamos, que si Anne y JeanLouis parecen haber progresado tan sólo en un plano económico, Lelouch tampoco parece haber mejorado mucho desde aquel 1966 en que deslumbró a un jurado de cegatos que le concedió la Palma de Oro en el Festival de Cannes.

El jurado legitimó al mismo tiempo a toda una pléyade de imitadores, que acabaron convirtiendo las películas sobre problemas sentimentales en larguísimos anuncios de sopas hechas con amor.

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