'Pretty woman' regresa de París
Rodada en 1954, Sabrina no se cuenta, ni de lejos, entre los mejores filmes de Billy Wilder: el registro de comedia romántica con toques melancólicos nunca le ha ido bien al vienés, más amante del humor sardónico y ácido. Las razones por las cuales un director de buen oficio, amén de sagaz productor, se decide a exhumar las peripecias de la hija del chófer de los Larrabee con los dos herederos de la fortuna familiar, más de 40 años después, se me escapan por completo, aunque Pollack, que es listo, se haya curado en salud asignándole la paternidad lateral a Harrison Ford, motor de la operación: parece que el actor, en la madurez de su arte, quiere compararse con Humphrey Bogart, el Linus Larrabee original. Y si la primera película ya no era gran cosa, la copia no hace nada por mejorarla. Ni Ford por superar a Bogart.La operación de Pollack y sus guionistas ha consistido en actualizar las peripecias originales dotar a los personajes de un aire acorde con los tiempos. Y si los Larrabee eran, en la primera versión, magnates del plástico, el producto-talismán de entonces, ahora lo son de la fibra óptica y las comunicaciones, al tiempo que su ética profesional -la de Linus, que es el hermano activo- se sitúa en la mejor línea de los inmisericordes tiburones financieros de los últimos años. En la actualización, Sabrina / Ormond se reencontrará, igual que Audrey Hepburn, consigo misma en París, como si Europa siguiese siendo, todavía hoy, esa patria del espíritu añorada por cualquier norteamericano de pro. Y se ha perdido por el camino el papá Larrabee, sustituido por una madre más activa que la original, concesión a la corrección política que poca falta hacía porque nada nuevo aporta al relato.
Sabrina (y sus amores)
Director: Sidney Pollack. Guión: Barbara Benedek y David Rayflel Fotografía: Giuseppe Rotunno. Música: John Williams. Producción: Scott Rudin y S. Pollack, EE UU, 1995. Intérpretes: Harrison Ford, Julia Ormond, Greg Kinnear, Nancy Marchand, John Wood, Fanny Ardant. Estreno en los cines Excelsior España, Palacio de la Música, Amaya, Tívoli, Acteón, Novedades, Aluche, Conde Duque, Canciller, Ciudad Lineal, California (versión original).
Sabrina resulta una comedia insulsa por la escasa convicción que Pollack pone en las (improbables) virtudes de la trama. Es cierto que no le faltan al guión frases ingeniosas, finos apuntes sobre la realidad y divertidas citas sobre el propio cine. Pero no bastan para suplir el elemento central en cualquier comedia romántica -en cualquier comedia a secas-, la química esencial entre los protagonistas, aquí totalmente perdida. Ford, sobre quien se vuelca la trama más aún que en el original, parece tan envarado y distante que hace imposible el creer que sea capaz de enamorarse de esa chiquilla sensible y graciosa a la que Ormond, por otra parte espléndida, dota de una solidez muy por encima de la de sus partenaires. El final del filme, abrupto y completamente errado en su resolución, deja en muy mal lugar a un actor capaz siempre de dar lo mejor de sí mismo, y aquí penosamente ausente. Y en cuanto al personaje del hermano play-boy, resulta todavía más improbable que aquel William Holden teñido de rubio por el que suspiraba la Hepburn en la primera Sabrina.
Vi la película deseando que me conmoviese, cosa que nunca logró el original. Pero lo que vi no fue más que algo muy parecido a una Pretty woman que hubiese cambiado a la puta de buen corazón por la ingenua hija de un chófer y que, previa modificación de sus rasgos físicos, alcanzara el gran objetivo, humanizar a su coriáceo ligue. O dicho de otra manera, que el filme suena a vieja cantinela conocida... y no sólo porque Billy Wilder, hace tantos años, hubiese fijado la atención en una obra teatral que probablemente no merecía sus desvelos.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.